Ayer me tropecé con Raúl Castro en una acera de Caracas

En cuanto lo vi casi de frente, le sonreí nervioso, no eran nervios gelatinosos, sino escénico los míos, algo como un castigo infamante, un miedo fabuloso que se nos mete en el alma y nos asusta más de lo que sentimos y padecemos que, él al verme se mantuvo serio como un político apático cansado de combatir situaciones adversas nacionales como trasnacionales en su país que, se dilatan por sus consecuencias que por lo general son difíciles de compartir y comprender cuando, son parte de una estructura política bien endemoniada de fines precisos, pero nuestra casualidad era pálida de sentimientos ortodoxos pues, él es comunista y yo quizás, un pasante sin rumbo que no ha podido entender a este puto mundo bañado en grandes dimensiones de contradicciones con muy pocas por el bien común del ser humano, más bien presentado como un depredador natural.

¡Hola Raúl! Lo saludé en el momento y, le estiré mi mano derecha en acción de gracias hacia su persona de un venezolano que no está ni bien ni mal con Dios y, no se inmutó en considerarme al notarle preocupado y quizás perdido en una calle de la capital de esa Caracas que todavía existe sin perder su carisma de ciudad más pobre que nunca y envidiando sus viejos tiempos de halagos y menudezas pasadas.

¿Tú aquí Raúl Castro paseando por esta acera de mi Caracas? Me parece raro por no decir, lo que otros estarán pensando como se difundió por los medios vomitando sus fake news de consuelo, para inundar al mundo de muy buenas malas intenciones sin prostituirlo más de lo que está de incomodidades por un bien que no es de nadie, a no ser de intriga burda con otro provecho que al descubrirse se tiñe de absurdo, pero lo cierto es, ver para creer, ¿te viniste huyendo de Cuba a Venezuela como el cobarde que nunca has sido? Cierto o falso, abrígame con tus palabras para apoyarte si puedo, aunque te juro que oiré lo que nos informe -le dije- y no sé cómo.

¿Te conozco acaso -me preguntó? Lo volví a ver como el que era: un hombre de luchas por la libertad de su amada Cuba que por más de 60 años ha estado vigilada y embargada por los Estados Unidos como su gran enemiga, sin convivencia ninguna y, entonces con su acento cubano en su voz, me dijo, vine a Caracas a buscar a Chávez a impregnarme de sus consideraciones hacia nosotros, ya que el pueblo cubano piensa lo mismo que tu pueblo que, Chávez vive y si Chávez vive, la Revolución Cubana tiene que sobrevivir con toda la dignidad de su modestia que se merece para orientar al mundo enquistado de tantos males y maldades capitalistas, aunque los Estados Unidos nos quiera mantener comiendo mierda mientras respiremos, jamás volveremos a ser su patio trasero, ni su colonia, ni de nadie y de absolutamente de nadie, llueva, truene o relampaguee, no perderemos nuestra libertad que es como la libertad de todos los pueblos del mundo sometidos o no, y seguiremos siendo la voz límpida de respeto y consideración que perdurará luchando por sobrevivir con dignidad de toda amenaza, venga de dónde venga.

Entonces con sus río de palabras libres, desperté de mi estirado sueño y solamente me quedo decir con brío: ¡Viva Cuba libre, carajo!



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Esteban Rojas


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