El trío de macropeligros que amenazan y debilitan nuestro avance hacia el Socialismo del Siglo XXI

La mágica duplicidad de los innumerables ingredientes universales impone a los subsistemas que esta totalidad contiene y, por tanto, a las sociedades, la obligatoriedad de colocar los hitos de su cíclico devenir histórico en comarcas que se identifican con la dependencia, la independencia y la interdependencia con el entorno natural que las envuelve. Nace así, el tránsito de las sociedades por sus etapas inferior y superior que, respectivamente, marchan desde la dependencia hacia la independencia y desde la independencia hasta la interdependencia.

Y de ese atributo del devenir social brota de nuestra imaginación la analogía que éste adquiere con el caudal de un brioso río que marcha desde su nacimiento hasta su desembocadura en el mar. En su etapa inferior dicho torrente social se esparce y fundamentalmente se estanca en un terreno pantanoso sobre el cual se erige una espesa y gigantesca flora boscosa que impide la penetración de los rayos solares que, al combinarse con el entorpecimiento, contamina significativamente la congregación humana que resulta de la fusión de las individualidades que fungimos de células básicas de la totalidad social.

Y es este escenario, el que sirve de andén de arranque de la etapa superior del devenir histórico de la sociedad venezolana que se explayará en el océano cuyas olas escribirán con su espuma: Socialismo del Siglo XXI de la República Bolivariana de Venezuela. Dicho en otras palabras, la aventura revolucionaria que ha emprendido nuestro pueblo logrará su propósito, siempre y cuando, tengamos la capacidad de deslastrarnos de los importantes peligros que encarna la contaminación capitalista que, al anidar en todos y cada uno de nosotros y en los órganos sociales paradigmático, prescriptivo, integrador, pragmático, intermediario y objetivo, colorea al proceso social de transformación especializando la planeación, centralizando la organización, concentrando la dirección, sincronizando la actuación, uniformizando la mediación y maximizando la concreción.

Ahora bien, si agrupamos a nuestros compatriotas de acuerdo con la cuantía de su contaminación capitalista, nos conseguimos con la existencia de tres grupos: el contrarrevolucionario, el reformista y el revolucionario. Y según nuestra perspectiva, este

trío de parcialidades tienen un efecto inhibidor del proceso revolucionario inversamente proporcional al orden secuencial en que están escritos, aún cuando sus grados de contaminación capitalista restituyen dicha sucesión al revertir lo invertido.

Fundamentamos esta valoración en que: a) aún cuando el grado de contaminación en las filas revolucionarias es el de menor cuantía, su carácter significativamente mayoritario le asigna una influencia social preponderante que es amplificada por la circunstancia de que dicha parcialidad humana posee una borrosa toma de conciencia que le atribuye el carácter solapado que acrecienta su grado de peligrosidad; b) aún cuando el grado de contaminación en las filas reformistas es inferior al del sector contrarrevolucionario, el carácter medianamente solapado que disfrutan y las funciones de dirección que en su gran mayoría ejercen dentro del proceso revolucionario, potencia significativamente el nivel de su conflictividad y, c) aún cuando el grado de contaminación de la hueste contrarrevolucionaria es superior al de los restantes facciones humanas, el signo expedito que ostentan y el alto grado de decadencia del imperialismo gringo al que suplantan sirviendo de lacayos, mengua colosalmente su potencia inhibidora.

Consecuentemente con lo antes escrito, consideramos que una de las formas más eficaces con que contamos los revolucionarios para enfrentar la amenaza del imperialismo gringo es la inversión de una cantidad apreciable de nuestra energía creadora en deslastrarnos de las debilidades que emergen de la contaminación contrarrevolucionaria que subyace en nuestras faldiqueras ideológica, racional, convivencial, pragmática, mediática y objetiva para desterrar de nuestra actividad cotidiana la planeación especializada, la organización centralizada, la dirección concentrada, la actuación sincronizada, la intermediación uniformizada y la concreción maximizada.

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Nicolás Urdaneta Núñez


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