Desafección política, bonapartismo y la presencia euroasiática

Las últimas elecciones parlamentarias, convocadas por el gobierno con el apoyo de Rusia y China, y de la "consulta" promovida por la oposición, respaldada por Washington, es necesario que aparezcan en la reflexión y la discusión algunos conceptos "nuevos", no tanto porque se estén formulando en estos momentos, sino porque debieran incorporarse a los análisis que ahora están proliferando para hacer el balance de los hechos y para trazar nuevas perspectivas. Tres de esos conceptos claves son las que dan título a este artículo: desafección política, el bonapartismo y la presencia euroasiática.

La desafección política hace referencia a una condición principalmente emocional, individual o colectiva, de ausencia de sensación de pertenencia a las instituciones, líderes o discursos políticos, un profundo disgusto respecto a la política en general, la percepción generalizada de falta de representación, pérdida total de confianza hacia líderes y organizaciones. Todo ello junto a una profunda sensación de impotencia y total falta de disposición a participar o incluso a informarse o querer entender la política, sus circunstancias y los discursos.

Es exactamente lo inverso de la cultura cívica que concibieron aquellos sociólogos norteamericanos como base de la democracia. Lejos de haber identificación con líderes u organizaciones, de confiar en el funcionamiento de las instituciones, de tener expectativas de respuesta a las demandas sociales, una gran porción de los venezolanos, evidente en la abstención del 6 de diciembre pasado, ya no confía en nadie, no cree en las organizaciones ni las instituciones. En consecuencia, no está dispuesto a hacer ningún esfuerzo de participación, a menos que consiga alguna ventaja inmediata, material, concreta, o evite algún tipo de sanción en su empleo o en su comunidad.

El máximo grado de desafección política se da cuando las personas ya no se sienten identificados, ni siquiera con su propio país, al cual le atribuyen todos los defectos que tradicionalmente el positivismo racista nos atribuyó: salvajismo, corrupción, oportunismo, flojera, "viveza criolla", improductividad. El único hilo sentimental que se mantiene es la versión turística, la admiración hacia los paisajes, playas y montañas; quizás con alguna música, recuerdos de una Venezuela que ya no es. Más que olvido, es un proceso de rechazo a una identidad, que busca entonces reconstruirse. Es el caso masivo de nuestra migración, condimentada con rabia hacia la situación política nacional.

Al lado de la desafección política, puede desarrollarse el fenómeno contradictorio del fanatismo político. Uno lo observa en conversaciones e intercambios en las redes sociales. El "enemigo" se resume a un mítico "imperialismo" o , en el otro extremo, el "comunismo", que tiene sus "agentes" en todas partes: desde la estructura del CLAP (por lo cual llegan escasas y en lapsos cada vez más grandes), la gestión de las empresas del Estado hoy por el suelo (comenzando por PDVSA, llegando a la electricidad y el agua), los comerciantes especuladores, los militares corruptos, etc., es decir, todos los que han dado esta "guerra económica" que nos tiene así, tan empobrecidos. El fanático es muy sensible a toda teoría conspiranoica: desde el "Club Bildenberg", hasta el plan de John Lennon para introducir la droga para detener las luchas populares en América Latina (¿?), y el "foro de Sao Paulo" está detrás hasta del Papa Francisco. En consecuencia, su rabia puede manifestarse en pedir siempre la pena de muerte a los sospechosos. Reconocemos así la cruel simplicidad que puede llevar, a falta de guerra civil, a la justificación de la violación de los derechos humanos, invisible siempre cuando se trata de que los "otros" son los afectados.

El otro concepto que se debería tomar es el de "bonapartismo". El texto de Marx que quizás sea el más pertinente para entender la situación de Venezuela, es el "el 18 Brumario de Luís Bonaparte". Allí están una cantidad de conceptos y explicaciones muy útiles. El peso de los muertos (las viejas "tradiciones") sobre la cabeza de los vivos, que lleva a estos a simular los mismos gestos y usar las mismas indumentarias y lenguaje, de los antiguos héroes y paladines, justo cuando intentan hacer emerger lo nuevo. Por eso, la insistencia en manejar una interpretación muy conveniente de la historia de Venezuela, especialmente de la guerra de Independencia. Además, la derrota sucesiva de las fuerzas, tanto de la vieja burguesía, como de los trabajadores y campesinos, para al fin colocarse como si estuviese por encima de toda la sociedad, una cúpula burocrático-militar que va acumulando poder construyéndose una base propia de clientes (de procedencia lumpen, Marx lo dice). En fin, Marx retrata una dictadura militar (que en Francia se convirtió en la restauración de la monarquía) basado en la derrota de las fuerzas populares y burguesas, con una nueva base social corrompida.

El tercer concepto, remite a toda una problemática muy extensa, que requeriría, más que otros artículos, varios libros. Me refiero al reacomodo del sistema mundo capitalista con la lucha por la hegemonía entre el bloque eurasiático (China y Rusia) y los Estados Unidos (en decadencia). Aquí hay dos aspectos que merecen una discusión profunda: el oportunismo geopolítico en tiempos de reacomodo del sistema mundo y el carácter capitalista de China y Rusia. Ambos temas nos tocan a los venezolanos de muy cerca, sobre todo con la política oficial que tuvo su máxima expresión en la Ley Antibloqueo, donde se le da campo abierto a la liquidación de todas las empresas del Estado, incluida PDVSA, ante el capital internacional, en primer lugar el ruso y el chino.

Son estos tres conceptos o perspectivas de mucho valor para la discusión que ahora debiera empezar, especialmente entre quienes deseamos continuar las luchas populares por las condiciones mínimas de vida, por los derechos laborales y humanos en general, la reinstitucionalización de la democracia, la vigencia de la Constitución y el rescate de la independencia nacional.



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Jesús Puerta


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