Fascismo vernáculo, paz sepulcral

La situación venezolana en los inicios de un nuevo año, el 2020, amanece bajo la sombra de un dominio relativo instaurado desde el año 2013, que profundiza una crisis de hegemonía, ingobernabilidad reinante, de la cual se pretende dibujar una estabilidad inexistente, conformada por una camarilla cuyas aspiraciones se fundamentan en un sostenido apoyo de una casta pretoriana, basada en la mermada renta de los hidrocarburos, en el ocaso histórico del llamado colapso rentístico.

Se ha venido produciendo un proceso de prostitución institucional, bajo la sombra de un desmembramiento de la Nación venezolana, cuya máscara es el remate prevaricado de los recursos del país, a las empresas transnacionales, tal de preservar el mantenimiento en el poder de la camarilla y de la casta pretoriana.

La ausencia de auctoritas, desde el mismo año 2013, y la pérdida de legitimidad en Asamblea Nacional en diciembre del año 2015, se intenta recuperar con un proceso de alianzas con la escoria política, residuo de la Cuarta República, intentando aislar a la más extrema derecha, que con su cara lavada representa los intereses del vecino de la Casa Blanca, junto a sus acólitos, en el resto del mundo, tanto en Europa como en el continente americano.

Dicho bloque predominando hegemónicamente el poder, como una cara de la situación, mantiene a sus títeres locales, en una confrontación a corto plazo por el dominio de la Asamblea Nacional, luego del fracasado intento de construir una Asamblea Nacional Constituyente, efímera, insulsa, como pantalla de la supuesta participación protagónica del pueblo venezolano.

El remate de la Patria, se ve alimentado por un lado, por la hemorragia de recursos que el sistema financiero local continua extrayendo del país, de manera directa por la fuga de las mermadas reservas y la extracción de minerales estratégicos al sur de la mentada Faja y del Arco Minero del Orinoco, como partes del desmembramiento del territorio nacional de la Nación venezolana.

Por otro lado, se alimenta de manera casi criminal la mayor estampida de seres humanos, ya en cifras millonarias, que sirven de alivio al manejo irresponsable del desgobierno de la macroeconomía, en una permanente e improvisada acción que ha conducido a la pérdida absoluta de la soberanía monetaria, acompañada de una emisión sin respaldo de moneda local, que ha logrado entre otros triunfos históricos, el que los ceros a la derecha del símbolo monetario, no tengan valor como los de la izquierda, recordando a la más rancia aritmética. Los recursos en moneda extranjera, producto del envío de divisas de los emigrados, en la actualidad, deben estar superando, aproximadamente, la mermada generación de divisas de un sector privado en práctica extinción.

El sistema político administrativo convertido en una corporación con base a la presencia masiva de miembros de la Fuerza Armada, ha terminado por comprometer a dicha institución, dejando de lado su función histórica de la Defensa y Seguridad de la Nación, cuando además han pasado a ocupar junto a la policía nacional, una acción represiva masiva, que ha ocasionado pérdidas humanas considerables, sobre todo en los sectores populares, y en aquellas figuras que se oponen dignamente a los designios de la camarilla en el poder y de la casta pretoriana que la sostiene.

Del otro lado de la moneda, la mayoría de la población venezolana sobrevive, en condiciones cada vez más angustiantes, con su mermado ingreso salarial, con millones de personas jubiladas, otras sin empleo, como pasivos burócratas de un aparato administrativo desmantelado, pulverizado, donde los servicios públicos cada vez se ven bajo la amenaza del clientelismo rentístico, dejando la salud, la educación, la previsión social, bajo la mirada complaciente de unas instituciones internacionales, cuyo mejor aliado es el actual desgobierno, sin tener que recurrir a sus conocidas fórmulas ¨fondomonetaristas¨.

En este repaso sintético de la ingobernabilidad reinante, solo la mente mediocre y la pretensión de eternizarse en el poder, es capaz de hablar de estabilidad político social, cuando nos encontramos bajo tierra, la posibilidad de una explosión incontrolada como ya la ha experimentado Venezuela, o la aparición de ese Pinochet a la criolla, alimentado fervientemente por el imperio del norte, mientras tanto las esperanzas que se sembraron bajo el gobierno desde febrero del año 1999 hasta finales del año 2012, quedan sumergidas en permanente agitación subyacente, bajo esta paz sepulcral, que muestra el epifenómeno de una anomia social, junto a una frustración popular pocas veces vistas en la historia republicana desde 1830. Amanecerá y veremos, amigo Sancho, que se hace camino al andar…



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Jorge Giordani

Ex-ministro de Planificación.


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