La muerte de Bakunin

El 1º de julio de 1876 murió en Berna Miguel Bakunin, el día 17 fue la ceremonia de su entierro, al que asistió un grupo de trabajadores suizos y algunos de sus discípulos y amigos de otros países, entre ellos Paul Brousse, Jaime Guillaume y Eliseo Reclus. Después de su entierro celebróse una velada necrológica en la que se adoptó la siguiente resolución:

Considerando que nuestros enemigos comunes nos persiguen con el mismo odio y el mismo furor exterminador; que la existencia de divisiones en el seno de los partidarios de la emancipación de los trabajadores es una prueba de debilidad que perjudica al advenimiento de esa emancipación. Los trabajadores reunidos en Berna con ocasión de la muerte de Miguel Bakunin, y que pertenecen a cinco naciones diferentes, los unos partidarios del Estado obrero, los otros partidarios de la libre federación de los grupos productores, piensan que una reconciliación no sólo es muy útil, muy deseable, sino también muy fácil, en lo que se refiere a los principios de la Internacional tales como están formulados en el artículo 3 de los estatutos generales revisados en el Congreso de Ginebra de 1873.

Por consiguiente, la Asamblea reunida en Berna propone a todos los trabajadores que olviden las vanas y latosas disensiones pasadas y que se unan más estrechamente sobre la base del reconocimiento de los principios enunciados en el artículo 3 de los estatutos mencionados arriba.

Ante la tumba de Bakunin, sus discípulos reconocían sus errores y el daño que la división había producido y seguía produciendo en el movimiento obrero; pero, junto a sus remordimientos, insistían en sus posiciones de desintegración, como era el pedir que la unidad se restableciera sobre los fundamentos que la habían roto. Tal era el invocar el Congreso escisionista de 1873 y los nuevos estatutos de la Internacional establecidos por ellos como base para el restablecimiento de la unidad.

El periódico Tagwacht, en su artículo necrológico, decía:
Bakunin ha muerto en Berna, Había sobrevivido a su fama. Y la época en que la juventud rusa escuchaba sus palabras como las de un profeta, ha pasado hace tiempo. Bakunin ha hecho mucho daño al movimiento obrero, hasta el momento que se le impidió proseguir. El folleto publicado por orden del Congreso de La Haya que revelaba el complot bakuninista dio el golpe de muerte al viejo maquinador. Publicó en el Journal de Genève una declaración por la cual anunciaba que se retiraba completamente de la vida pública, y ha cumplido con su palabra durante estos tres últimos años.
Bakunin era el tipo más completo del conspirador, pero durante toda su vida nunca supo exactamente lo que quería, cayendo de contradicción en contradicción el más horrible atolladero…

Mientras que en su Alianza secreta, por ejemplo, había restablecido una verdadera dictadura despótica a la manera zarista, combatía en la Internacional, como “autoritaria”, una organización que no tenía nada de riguroso. Bakunin era considerado por varios buenos socialistas, hombres imparciales, como un AGENTE RUSO; esta sospecha —errónea sin duda— está fundada en el hecho de que la acción destructora de Bakunin sólo ha hecho daño al movimiento revolucionario, mientras que ha ayudado mucho a la reacción.
En estas breves líneas biográficas está trazada la personalidad de la figura que entraría en la Historia condenado por su propia historia.
J. Guillaume, L’Internationale, t. IV, pág. 41.
Los residuos del movimiento internacional anarquista creían que la “revolución era inminente” y se preparaban a “esperar” su llegada organizándose “para la propaganda de los hechos…” Para ello, nada mejor que crear una nueva Alianza internacional obrera apoyándose en los núcleos anarquistas de Italia, Francia, España y de los Estados Unidos, pero el esfuerzo resultó inútil. No vale la pena el menor comentario ante un “tal programa” de los bakuninistas, antiautoritarios, autonomistas, federalistas, anti todo. Por lo tanto con Bakunin moría la fracción escisionista de la Primera Internacional que tanto daño había causado a la clase obrera y al movimiento obrero internacional, aunque daban vida a una nueva Alianza llamada por su autoritarismo la Internacional negra.

Así, pues, al pasar a los hechos, los gritos ultrarrevolucionarios de los bakuninistas se tradujeron en medidas para calmar los ánimos, en levantamientos condenados de antemano al fracaso o en la adhesión a la burguesía, que, además de explotar ignominiosamente a los trabajadores para sus fines políticos, los trataba a patadas. Lo único que ha quedado en pie de los llamados principios de la anarquía, de la Alianza socialista, ha sido la dispersión sin tasa y sin sentido de los medios revolucionarios de lucha, que permitió a la burguesía dominar a los bakuninistas y, sin encontrar apenas resistencia.

En una palabra, los bakuninistas nos han dado un ejemplo insuperable de cómo no debe hacerse una revolución.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!


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Manuel Taibo


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