porque alumbra nada más,
le canto porque ella sabe
La
Revolución no permite llorar, aunque las lágrimas rocen nuestro rostro,
ni sintamos que la derrota se vistió de triunfo enmascarada con su
mejor sonrisa. Todo lo que va a ocurrir bajo el sol tiene su hora y
aún no ha llegado la hora del llanto. No, la revolución no permite
llorar, son tiempos de grandeza revolucionaria, de esperanza. Hay que
vestirse de rojo y emprender el vuelo por la patria buena.
La
consigna tiene y debe ser impedir a costa de la propia vida, el triunfo
electoral de la Derecha venezolana, quién tiene en Capriles un candidato
hecho a medida. Fascista de concepción ideológica, sin escrúpulos,
que lejos de ocultar sus verdaderas intenciones, ha demostrado siempre,
en todos sus actos públicos, tener el temple para decir a boca de jarro,
sí, soy fascista, golpista e inmoral, voten por mi, les daré un certificado
de compra de materiales en cualquier sitio y ustedes se las arreglan
para sobrevivir. A Capriles no le importa usted ni yo, así de sencillo.
Que
nadie se llame a engaños, jamás ha pretendido ser lo que no es, humanista,
progresista, solidario, luchador social o algo que meramente se le parezca.
Por sus frutos lo reconoceréis, dice, Mateos 7.20, juzgue usted sus
frutos, sus obras y sus actos y verán su rostro impávido y cínico
violando leyes internacionales y nacionales sin el menor rubor; sin
pasado, ni presente, sin referentes patrióticos ni sociales, irreverente,
solitario, agazapado, esperando siempre el momento oportuno para dar
el zarpazo o tomarse la foto necesaria para su propósito. Por
eso es imposible confrontarlo, no dará la cara a menos que triunfe,
otros hablarán por él y a través de él. Analicemos los discursos,
documentos, programas de la MUD y CIA y allí encontraremos al personaje.
Por
ejemplo, Carlos Raúl Hernández el 19/02/2012, en el programa de Ismael
García transmitido por Globovisión, explico sin dejar lugar a la duda,
la propuesta. Cuatro meses para: Violar la Constitución Bolivariana,
derogar las leyes revolucionarias, priorizar la propiedad privada por
encima de lo humano, del colectivo, devolver las propiedades expropiadas
a sus explotadores dueños, desmantelar el estado, sobre todo las empresas
de producción social, acabar con la dádiva (misiones) y sustituirlas
por empleo indigno, mal pagado y explotador, reformar la educación
para que no existan mi médicos integrales comunitarios, ni universitarios
humanistas en las áreas del conocimiento. En otras palabras, que viva
pues el neoliberalismo, la teoría del conocimiento, la ley del más
fuerte imponiéndose sobre el más débil, aunque estos últimos sean
mayoría, total como dijera Piñera, todo en la vida cuesta dinero,
alguien tiene que pagarlo y ese alguien no es más que la gran mayoría
del pueblo venezolano.
Hoy, como ayer, se frotan las manos de regocijo en espera del zarpazo final, oran por la desaparición física de Chávez, piensan que sin él no habrá revolución ni patria. La Patria es usted, soy yo, la Patria es el Hombre, decía Alí. El pueblo venezolano se crece ante la dificultad. No venderá su voto por unas monedas de oro, ni por quimeras de progreso. Aquí no hay espacio para las lágrimas, pero tampoco para el engaño, para los acuerdos trasnochados, ni para las medias tintas. Cada quién que busque en su propia conciencia y decida en consecuencia.
Yo
por mi parte, estoy recordando, la mañana del 12A, cuando una compatriota
entró a mi oficina en la Asamblea Nacional con los ojos llenos de lágrimas.
La abracé fuertemente y le dije: “Está prohibido llorar, es hora
de recomenzar la lucha revolucionaria”. Soporté, entonces, un largo
día de no trabajo, los vítores desenfrenados de mis compañeros de
oficina (opositores agazapados) quiénes cantando y bailando celebraban
la caída del gobierno, las agresiones y amenazas a mi integridad, sin
una lágrima, con la moral revolucionaria intacta. Era solo una caída,
la historia de esos hechos aún estaba por escribirse, la historia de
las venideras elecciones presidenciales aún está por escribirse.
Traigo
a colación mi experiencia personal en la Asamblea Nacional, primero
porque me niego a la complicidad silenciosa, además, no acepto que
estos hechos sigan siendo objeto de conversaciones de salón y, por
último, porque la victoria sólo se alcanza luchando, informando, aprendiendo
de los errores, avanzando. Es entonces, imprescindible tomar conciencia
de lo que está en juego, la patria buena es una exigencia de miles
de venezolanos, de todos aquellos que la mañana del sábado 13
de Abril, prefirieron morir, antes que aceptar un gobierno impuesto.
Hoy no aceptará candidatos a la medida de los intereses económicos
nacionales ni extranjeros. Esta es la lección de un pueblo con una
historia escrita con sangre, sudor y lágrimas. Aprendamos de ella sin
vacilaciones.
rusa200@gmail.com
(*) Lic.Administrador