La hipocresía es una de las lacras sociales que sirvieron para hundir la confiabilidad en los partidos políticos tradicionales. Porque su oficio fue engañar, simular, tergiversar, maniobrar. Se burlaron de la confianza depositada por los seguidores incautos que con más emotividad que cerebro fueron arrastrados hasta posiciones vergonzosas.
Han aparecido ahora unos jóvenes que sin lavarse las manos se calan los guantes blancos para simbolizar inocencia. Maniobran para tergiversar la opinión pública pretendiendo representar exactamente lo opuesto de lo que son. Mal comienzo para estos pichones de políticos accionados por cuerdas al antojo de titiriteros mustios quemados en el oficio del engaño y que pretenden ahora explotar el filón de neófitos de poco juicio y escasa erudición.
Por ese camino van directo, como protagonistas, a la deliciosa anécdota de Adolfo Pérez Esquivel titulada “Los Culos Sucios y la Impunidad”. Inspirados en la falsa inmunidad en la que han estado flotando desde la felonía del golpe de estado travestido de vacío de poder, pretenden continuar la farsa disfrazando de “manifestaciones pacíficas” las más agresivas tácticas de la desestabilización propia de fascistas que encuentran en el terror de poblaciones desprevenidas su espacio natural para las fechorías calculadas. Dignos émulos de los cabezas rapadas europeos.
Hasta el momento no se les ha oído balbucear el primer argumento sólido sobre las ideas inspiradoras de sus fechorías. Porque no son ideas las que mueven sus acciones sino mandatos calculados por mentores nacionales y extranjeros pacatos, incapaces de dar la cara porque también la tienen sucia. Y detrás de todo, la intención de frenar los cambios sociales que con gran esfuerzo y fe respalda el pueblo preterido que engañado, vislumbra ahora la posibilidad de una patria mejor.
Pretenden olvidar los jóvenes manitos blancas que el mundo reclama un nuevo orden económico y social. Que la justicia y la merma de la brecha entre clases sociales no pueden diferirse por más tiempo. Que ha llegado el momento de torcer el rumbo de la historia y que los engaños y las manipulaciones son ridículamente insuficientes para contener el vigor de un pueblo en efervescencia asistido por la convicción de que el mundo puede ser mejor.
Es posible un encuentro alrededor de la confrontación de las ideas deponiendo los garrotes, las balas y las bombas incendiarias. Deponiendo las tretas para cazar ingenuos. Porque la ingenuidad fue sustituida por la lucha de ideas, la discusión, la comprensión de que la política está al servicio de las necesidades del pueblo y no al servicio de políticos venales quienes impunemente traficaron con la fe y la confianza que les fue depositada. ¡A lavarse esas manitas!
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