La libertad en las Universidades

El pueblo pensamos que, ya que pagamos los sueldos de los profesores de las universidades, tenemos el derecho a decidir qué hombres y mujeres han de enseñar y como debe manejarse el sistema educativo. Este principio, si se aplicara lógicamente, significaría que todas las ventajas de la educación superior disfrutada por los profesores universitarios quedarían anuladas, y que la enseñanza de estos profesores no iba a ser la misma de la que sería si no tuvieran una competencia especial. Pero la autonomía, tal como la entienden los oposicionistas, requiere que dicho dominio exista en todas las universidades estatales. El ejercicio del poder es agradable, especialmente cuando un individuo oscuro lo ejerce sobre uno encumbrado. Es urgente cambiar el sistema de elección de las autoridades y la selección de los profesores contratado. La uniformidad de opiniones en los maestros y las maestras no debe ser buscada, sino, de ser posible, evitada, ya que en la diversidad de opinión entre los preceptores es esencial a cualquier educación sana. Ningún hombre o mujer puede pasar por educado cuando sólo ha oído hablar de un aspecto de las cuestiones que dividen al pueblo. Una de las cosas más importantes que se debe enseñar en las universidades es el poder sopesar argumentos, y el tener la mente abierta y preparada de antemano a aceptar el argumento que le parezca más razonable.

En cuanto se impone una censura en las opiniones que los profesores pueden expresar, la educación deja de realizar sus fines y tiende a producir, en lugar de una nación de hombres y mujeres, un rebaño de fanáticos. Ya que un ignorante fanático de manitos blancas puede disfrutar el placer al usar el poder autonómico contra los seres humanos cuyas opiniones no agradan a los incultos. Hay, quizás, un peligro especial en los abusos “democráticos” del poder de estos fanáticos, a saber, que, como son colectivos, se estimulan mediante la histeria de la masa. El hombre, con el arte de despertar el instinto de persecución de la masa, tiene un poder particular para el mal en una “democracia” donde el hábito del poder ha producido la embriaguez y el impulso a la tiranía que el ejercicio de la autoridad casi invariablemente produce tarde o temprano. Contra este peligro, la protección principal es una educación sana, destinada a combatir las inclinaciones a las erupciones irracionales de odio colectivo. Dicha educación es la que desearían dar la mayoría de los profesores y profesoras universitarios, pero sus superiores de la plutocracia y la jerarquía dificultan en todo lo posible que lleven a cabo su misión. Pues dichos superiores deben su poder a las pasiones irracionales, y saben que caerían si se hiciera común el poder del pensamiento racional. Así el engranaje del poder de la estupidez de abajo y el amor al poder de arriba paraliza el esfuerzo de los hombres y mujeres racionales. Sólo mediante una mayor libertad académica de la que se ha tenido hasta ahora en los centros docentes del país puede evitarse este mal. La persecución de las formas impopulares de la inteligencia es un peligro muy grave para cualquier país, y con frecuencia ha sido la causa de su ruina.

Los enemigos de la libertad académica, (Con la Iglesia topamos) si se salen con la suya, reducirían el país al nivel de la época colonial, donde el hábito del ejercicio del poder por las castas ha producido la embriaguez y el impulso a la tiranía que el ejercicio de la autoridad, casi invariablemente produce tarde o temprano, con respecto a la promulgación de las doctrinas que reprueban. Sustituirían con la tiranía organizada el pensamiento individual; proscribirían todo lo nuevo; harían que la comunidad se osificara; y al final producirían una serie de generaciones que pasarían del nacimiento a la muerte sin dejar huellas en la historia de Venezuela. A algunos puede parecerles que lo que exigen ahora no es una cosa grave. ¿Qué importancia tiene, se podrá decir, la libertad académica en un país destrozado por la pobreza, atormentado por las persecuciones de la oligarquía y la amenaza del imperialismo, y lleno de miserias para los que no quieren ser cómplices de la iniquidad? En comparación con estas cosas, la libertad académica es un asunto de primera magnitud, y forma parte de la misma batalla. Recordemos que lo que está en juego, tanto en lo grande como en lo chico, es la libertad del ser humano individual para expresar sus creencias y esperanzas, ya sean estas compartidas por muchos, por pocos o por ninguno. Las nuevas esperanzas, las nuevas creencias y los nuevos pensamientos son siempre necesarios, y no puede esperarse que surjan de una absoluta uniformidad.

Salud Camaradas.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria. Socialismo o Muerte.

¡Venceremos!


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Manuel Taibo


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