Angustiadas maestras

En estos días estuve revisando algunas páginas en internet con el fin de informarme sobre la veracidad de los innumerables rumores-cadenas, referidos a los ajustes salariales que el gobierno reconoció, que por no haber declaraciones oficiales de sindicatos o gobierno, mantenían crispados los ánimos de angustiadas maestras y maestros. En esa búsqueda, me encontré con una serie de chat de docentes en los que se comentaba de todo, cuyo eje era el tema salarial. Al leer, por un momento llegué a pensar que estaba ante un juego programado para poner a prueba nuestra capacidad lógica de armar la secuencia discursiva de múltiples diálogos, y me desencanté al verificar las cíclicas y monótonas interacciones de obscenidades, agravios, preguntas, información sobre el pago, desmentidos, obscenidades, agravios… No podía salir del asombro, entre otras cosas pensaba cómo en otras latitudes ironizarían esa verdad, diciendo entre otras, a lo mejor: “¡Qué buen provecho le sacan esos maestros a la tecnología! Y aquí tan costosa y tan difícil de acceder a ella.”

Amigos docentes, si Simón Rodríguez viviera en estos tiempos, seguro desempolvaría aquel primer documento donde analiza la educación en Venezuela en 1794, titulado: “Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas…”, en el que al describir al magisterio de ese entonces afirmaba, que la gente creía que cualquiera podía ser maestro, por eso hasta los tenderos, pulperos y barberos daban clases mientras atendían a sus clientes, situación que enjuiciaba de cómica y vergonzosa…Ahora quizás adecuaría algunos aspectos formales para solicitar la urgente transformación del sistema educativo, y advertiría (dirigiéndose a todos los educadores y no sólo a la autoridad): “Tómenme en cuenta realmente, no en la mera retórica. No hagan como en el pasado…”

Pero bien, Rodríguez no está aquí, y eso es lo que tenemos, o parte de lo que tenemos en el gremio docente, al cual llegaron muchos por azar, por conveniencia y por vocación. De allí que los disímiles perfiles, aspiraciones y comportamientos personales que exhiben, son comprensibles. Pero como eso es lo que tenemos, el Estado tiene el supremo deber de encauzar a esa gran masa a los fines sublimes de la educación que la sociedad aspira, para que gustosa y placenteramente todos y todas se subordinen a ellos.

Y eso, pese a los intentos, aún no sucede. Vemos que la sociedad camina por un lado y la educación por otra. La cultura que el currículo bolivariano se propone proscribir, galopa sobre él y se “lleva por los cachos” a los docentes, con los aromas seductores que cada día inventa, haciendo alarde de su eficiencia. Entretanto, se quedan paralizados, no cumplen su cometido o fracasan, los programas de formación desplegados desde la modalidad convencional hasta la no convencional, con los que se pretende contribuir al impulso de la trasformación social integral; y no ha sido posible cohesionar al gremio en torno a las políticas educativas, tal vez porque no se les da la continuidad que ameritan al cambiar ministros por ejemplo. Un cambio de ministro es traumático (¿se justifica en estos tiempos? En otrora, por aquello de las cuotas políticas, era explicable), pues cambian los equipos, y dejan al garete la ejecución de programas importantes, o cambian sus esencias, como empezó a ocurrir a partir de 2007 con las designaciones de sujetos desvinculados de la esencia bolivariana-robinsoniana para direccionar el nuevo currículo, lo que derivó en quiebres del proyecto educativo que han sido difíciles de enmendar. Desde ese entonces, ha habido mucha inconsistencia en esa formación del ser como “continuo humano”.

A ese inefable diagnostico educativo en sí, debe añadírsele que los mecanismo culturales del Estado han sido ineficientes para construir realmente un nuevo imaginario colectivo capaz desalojar la cultura imperante de la deshonestidad, el consumismo, la corrupción, entre otras, y decir ácidamente, que por eso, la educación marcha y seguirá marchando al paso que impone esta sociedad enajenadora, quedándonos sin cumplir aquel anhelo del Libertador: “Las naciones marcan hacia su grandeza al mismo paso que avanza su educación”.

Como resulta, no hay otra cosa que decir: “el Estado es corresponsable intelectual de esos contenidos que circulan en esas redes de “chateadores-docentes”. Así como lo sería de aquellos contenido llenos de creatividad para compartir las experiencias académicas y aprendizajes. Esos docentes, amalgamado en sus motivaciones para ejercer la educación, bien formados, intelectual y emocionalmente aptos para educar en el sentido más profundo del término, no podrán ser cuestionados por nadie al momento de reclamar y pelear por sus justas reivindicaciones, sobre todos en estos tiempos de crisis donde no solo las maestras y maestros están angustiados porque el sueldo no alcanza, otros ni siguiera lo tienen, y no se trata de un consuelo, tenemos que ver el contexto.

Y no podrán ser cuestionados porque les asiste la razón, la que se debe hacer valer con la palabra oportuna, en el momento indicado, en el lugar debido y a través de los medios pertinentes.


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Aquileo De Jesus Narvaez


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