¿Duerme bien el ministro El Aissami?


No creo. A este muchacho le ha tocado fuerte, y no le han salido las cosas bien. Ochocientos sesenta y dos muertos por acción del hampa en los dos meses y cuatro días que van del año 2010, no es estadística plausible. Si el terremoto de Chile, de 8.8 grados en la escala de Richter produjo 795 víctimas fatales, ¿cuánto puntúa Venezuela en la escala del Crimen? No es mi intención calificar de incompetente al ministro de Interior y Justicia porque esto no es asunto de un solo hombre, ¿pero qué sentirá este funcionario cuando cobra su sueldo, recibe honores y se le ofrece la protección que corresponde a su cargo? No debe sentirse bien Tarek El Aissami.

¿Qué ha pasado aquí? Nada menos que una profunda corrupción moral que no corresponde sólo al hampón armado, sino toda la sociedad venezolana. La especulación en los precios de los productos y servicios y en las finanzas, es una modalidad de crimen. Y también es delincuente el empleado que no trabaja, el jefe que no ejecuta, el beneficiario del crédito que no lo paga, el fiscal del Ministerio Público que no actúa, el juez que no sentencia. ¿No es delincuente el motorizado que raya un vehículo o rompe un espejo retrovisor y no se detiene para responsabilizarse por el daño? ¿Lo es el que pasa su vehículo en luz roja, el que hoy no ahorra agua o luz, el que etcétera y otras etcéteras? Una profunda corrupción moral ahoga al País y contra ella sólo hay respuestas mediáticas, siendo que muchos medios también son corruptos porque no dicen la verdad.

¿Qué hacer? Lo escribí en artículo anterior: se requiere propiciar con audacia y sapiencia, un cambio de cultura en toda la sociedad venezolana, entendiendo por Cultura “la sumatoria de comportamientos habituales”, como gusta decir a los psicólogos conductistas. Es a eso a lo que hay que apuntar: a cambiar las conductas sociales consuetudinarias del pueblo venezolano, cuestión para la cual hay disponible, sepa usted, toda una tecnología de comprobada eficacia. No es un sueño, pues, sino una decisión a tomar y unos especialistas a quienes consultar.

¿Y mientras tanto? Bueno, mientras alguien en alguna parte me hace caso, si es que va a suceder, la Revolución tiene un problema: un panorama electoral con caída de la Economía de 5.8% en el último trimestre de 2009; ochocientos sesenta y dos asesinatos por acción del hampa; recortes necesarios en el suministro de agua y luz; además de una brutal y sostenida arremetida mediática por parte de los poderosos, no pone los mangos electorales al alcance de un brinquito. Sobre tres de estos asuntos no veremos mayores resultados de aquí a septiembre: Economía, luz y agua, pero sobre el cuarto sí pudiera haber un chance. Y le toca a usted, amigo Tarek, le toca a usted intentarlo. ¡Y lograrlo, que es lo bravo! En mi opinión, señor Ministro, en sus manos está buena parte del resultado electoral de septiembre. Yo se que lo que escribo no contribuirá a su buen sueño, pero es preferible que se desvele usted un poco, a tener que leer: “Delincuentes mataron a un ciudadano de seis balazos, disparados con una pistola Glock con selector de tiro y cargador de treinta y dos proyectiles. Descanse en Paz.” ¡¿Qué paz del carajo es esa?! ¿Morir abaleado es la mayor suma de felicidad posible que un Gobierno puede brindar a un pueblo? ¡No juegue, Presidente! Invíteme Usted a un Consejo de Ministros para yo hablar con sus funcionarios, y con usted también. Y hago constar: soy revolucionario y socialista. Llegué mucho antes que usted a la revolución y con mejor formación. Me he mantenido allí, en la izquierda progresista, y nada ni nadie ha podido moverme. ¿Usted habla de incluir a los excluidos? Inclúyame a mí entonces en una de sus reuniones, y oirá usted, señor presidente, cómo piensa la calle, que soy yo. Después que hable me voy, se lo prometo, y no pediré a usted ningún cargo y ningún crédito, ni favores para mis compadres. ¿Qué mi pretensión es insólita? Más insólito es lo que está ocurriendo. Invíteme y óigame, pues bastante lo he oído yo a usted, y lo he hecho con atención y gusto. ¿Pero sabe qué, señor Presidente? Mi esposa salió esta mañana a trabajar; tempranito para poder llegar a tiempo. Y yo no estaré tranquilo hasta que regrese esta noche, señor Presidente, camarada Tarek, y eso no es justo, ni es humano, y entiendo con lo poco que de eso se, que tampoco es mandato divino.

coguevara@yahoo.com




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César O. Guevara


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