Turista venezolano en Madrid: mierda. Español muerto de hambre en Caracas: gloria…

Llegaron por oleadas con los calzones rotos, hambrientos, vejados, como perros apaleados. Una peste. La primera oleada fue durante la conquista y la colonia, la segunda se produjo con la guerra civil y la tercera la protagonizaron los que hacían las Américas (a palear el hambre, la horrible pelazón). Aquellos gachupines no eran racistas, el racismo era lo que menos le importaba porque andaban con las tripas vacías, sin patria, sin moral, si nada. El racismo lo vinieron a descubrir después de la muerte de Franco y con la llegada al poder del PP. España a partir de los ochenta se agringó. Las películas de Hollywood lo putearon todo, y ellos ahora están “felices”. España no existe, y hoy es un filón de mierda de los Estados Unidos.

España dejó en esta tierra a un montón de vástagos a los que ahora (gracias a Dios) se niega a reconocer. Son todos hijos naturales, bien naturales, de esa madrastra inmunda que nunca se bañaba, que le pegaba a sus hijos con harta saña y que blasfemaba con asquerosa brutalidad en las escuelas, en las iglesias, en las plazas. Ahora esa madrastra ha caído en la cuenta de que esos hijos naturales, bien naturales, son feos, negros, mulatos y comunistas. Cuando llegan al aeropuerto de Barajas los mira con asco, o hace que los mira, y los mete en un zulo. Se les sale a estos comisario el bestia de Tizcar, Zuazola, Boves o Carvajal (el Demonio de los Andes). Es lo único que no ha perdido España, el bestia eterno. El bestia de los que mataron a Federico García Lorca, el bestia de Milán Astray, del Generalísimo. Esos cerdos muy bien trajeados y perfumados (porque siguen si bañarse), buscan con meticulosidad a los latinos que descienden de los aviones que llegan de América Latina. Retienen sus equipajes, los insultan con sus voces cargadas de saliva, y entre otras perlas les escupen: “ustedes están jodidos por el presidente que tienen”. Les tachan los pasaportes, los someten a interrogatorios y los meten, digo, en algún zulo con temperaturas terribles, con vidrios blindados por varios días, sin poder cambiarse, sin poder ducharse, cepillar sus dientes, confiscados sus celulares, medicamentos, pasaportes y otros documentos. Esos son los derechos humanos que conocen los gachupines.

A veces me digo, qué falta de imaginación: ir para esa mierda de país. Lo último que debe hacer un venezolano es ir al país de Aznar, de Rajoy, de los ladrones del PP, de las puterías del corazón, de esos pendejos socialistas de Zapatero. A qué carajo irán a ese país que estuvo, por besarle el culo a Bush, en Irak y que hoy está hasta los calcañales en la sangrienta guerra contra el pueblo de Afganistán. Negro ni mulato debe coger para ese país imitador en todo de lo gringo, y que sin duda ninguna caerá en la peste de más abominable fascismo.

Nuestra cancillería es muy poco lo que hace, las quejas son numerosas y nuestros pobres diablos que con grandes esfuerzos han cogido para allá han perdido sus ahorros de varios años. Cuando me entero de estas recuerdo al Libertador Simón Bolívar: “En América no hay dignidad y tengo vergüenza de llamare americano”. Y la cosa sigue igualita.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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