Hind, Gaza y el espejo venezolano

Hace pocos días, en el Festival de Venecia, se estrenó una película inspirada en Hind Rajab, una niña de 5 años que murió en enero de 2024 dentro de un vehículo acribillado en Ciudad de Gaza. Allí viajaba con familiares que también fueron atacados por soldados israelíes.

"Espero que esta película contribuya a detener esta guerra destructiva y a salvar a otros niños de Gaza", declaró Wisam Hamada, madre de Hind. Sin embargo, también lanzó una pregunta que debería estremecer al mundo entero: "Hind es solo un caso entre miles, ¿por qué nadie hizo nada para salvar a otros padres y a otros niños?"

Con apenas 29 años, viuda y madre de otro niño pequeño, Wisam resume en una frase el sentimiento de toda una población: "El mundo nos dejó morir, pasar hambre, vivir con miedo y ser desplazados sin hacer nada. Esa indiferencia es la peor de las traiciones".

Esa misma indiferencia se reflejó hace pocas semanas en una escena devastadora: la graduación de un grupo de niños huérfanos en Gaza. Lo que debía ser un día de orgullo y celebración terminó convertido en un acto marcado por las lágrimas. La ausencia de sus padres transformó la alegría en dolor, y el diploma en un recordatorio de la orfandad.

Más de 39.000 niños han quedado huérfanos desde octubre de 2023, y de ellos, unos 17.000 perdieron a ambos padres. Diversos organismos locales han calificado esta tragedia como la mayor crisis de orfandad en la historia moderna.

La historia de Hind se suma a la de Yaqeen Hammad, la influencer más joven de Gaza, de apenas 11 años, que murió tras un bombardeo israelí. Mientras otros niños jugaban o asistían a clases, ella compartía consejos para sobrevivir, repartía ropa y juguetes, y alentaba a otros pequeños. Hoy forma parte de las más de 18.000 vidas infantiles segadas por esta guerra absurda.

La historia enseña que ninguna postura política justifica sacrificios humanos evitables. La paz verdadera no se construye con confrontación ni con odio, sino con entendimiento, sensatez y respeto a la vida.

El espejo venezolano

La infancia de Gaza nos sacude, pero también nos obliga a mirarnos como venezolanos. Aquí, aunque no caen bombas, los niños enfrentan otras violencias: desnutrición, migración forzada, y padres ausentes por la crisis económica. La niñez venezolana sufre un despojo distinto, pero igualmente doloroso: la pérdida del derecho a crecer con dignidad.

Defender la vida, la dignidad y el derecho a un futuro no admite fronteras. Callar ante Gaza o ante Venezuela es legitimar la indiferencia que perpetúa el sufrimiento.

En este contexto, la escalada de tensiones entre Estados Unidos y Venezuela debe preocuparnos profundamente. La experiencia histórica demuestra que las guerras y las sanciones siempre golpean más fuerte a los más vulnerables: los niños. Venezuela ya padece un colapso social y económico que hiere a su infancia; una confrontación geopolítica solo agravaría esa tragedia.

En Gaza y en Venezuela, el clamor es el mismo: la infancia merece paz, alimento, educación y amor. Todo lo demás es traición al presente y condena al futuro.

Hoy, más que nunca, debemos hacer algo en contra de la guerra y en contra la indiferencia. No solo por Hind, no solo por Yaqeen, no solo por los niños huérfanos de Gaza, no solo por los nuestros en Venezuela, sino por todos los niños del mundo que tienen derecho a soñar con un mañana.

El silencio mata tanto como las bombas. En Gaza, en Venezuela y en cualquier rincón del mundo, no defender la infancia es renunciar al futuro.



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Edward Carrasco

Docente y redactor de artículos de marketing digital, tecnología, social media, geopolítica, salud, música, deporte y sexualidad.

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