Aunque sabíamos de la existencia uno del otro, realmente nos conocimos en Bogotá, creo que en 1990. Yo estaba en un encuentro sindical organizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Él, creo que estaba haciendo una investigación para un medio de comunicación del Perú, país de donde salió corriendo por las amenazas de muerte, pues Jorge siempre estuvo vinculado a los movimientos de izquierda de esa nación. Huyendo como un saltimbanqui por el continente, terminó en Venezuela, tierra de la que se enamoró, en donde siempre hemos creído que nadie es extranjero, siempre que no alboroten nuestra paz. Al demostrar su capacidad y sus habilidades, entró en los medios venezolanos y comenzó a hacer carrera como el gran periodista que era, cuyo verbo era directo y contundente.
Ya, pues era un venezolano más. Y aunque era un arrechón, creo que, por su condición diabética, también tenía un alto sentido del humor. Era cuentero y solía narrar tantas de sus aventuras vividas a lo largo de su periplo, tanto periodísticas como de la vida. Aunque también la soledad de todo perseguido comienza a pegar en el alma… el haber dejado a sus seres queridos en su natal Perú. De modo que sin duda le faltaba su otra costilla, la que encontró en Nieves, una ecuatoriana, también perseguida, pero no por la política, sino por la necesidad de salir de un Ecuador en crisis 40 años atrás, país al que Rafael Correa sacó de la miseria después. Nieves, bonita, inteligente y trabajadora, no pudo resistirse a los encantos de El Cholo. Así que un buen día se casaron, comenzando una familia, que se completó con Sandra Elizabeth y Gerardito, para completar la prosapia Chávez-Anchundia.
Jorge no sólo era un gran periodista si no un hombre con un profundo sentido de la solidaridad y del amor al prójimo, por lo que no era difícil encontrarlo gestionando alguna ayuda para algún amigo, o algún desconocido que se le cruzó en el medio y le pidió que le ayudara a resolver tal problema.
Jorge tenía una puntería precisa para la noticia y un olfato excelente para determinar hacia dónde apuntaban los tiros. Además de que escribía muy bien, era directo, sin ambages, sin vericuetos, lo preciso y determinado. Y como buen periodista, siempre se agarraba de los números para hacer sus afirmaciones, porque sabía que no hay argumentación para rebatir los números.
Quizás esa fue la razón por la que, cuando se formó aquel equipo de investigación de Últimas Noticias, dedicado a hacer trabajos especiales, reportajes y suplementos, dirigidos por esa gran periodista qué es Alicia herrera, autora de aquel libro llamado “Pusimos la bomba y qué”, el cual narra los hechos de la bomba que la gusanera cubana puso en un avión que transportaba deportistas cubanos y los mataron a todos. Fue un libro muy bien escrito que tuvo mucha resonancia a nivel nacional e internacional. Alicia luego asumió la dirección de ese equipo, en el que además de Jorge, se encontraba otro gran periodista, escritor y novelista: Óscar Perdomo Marín.
No había un área del mundo del periodismo, en donde no nos encontráramos al Cholo. Era un periodista nato con un coloquial sentido del humor.
Cuando Alicia se fue de Últimas Noticias, porque la gusanera cubana la estaba amenazando, el Equipo de Investigación se mantuvo por largo tiempo, hasta que mucho después, Eleazar Díaz Rangel fue designado director de ese diario, que, en lugar de eliminarlo, fue redimensionado en esa etapa, solamente con Jorge, por problemas presupuestarios, quien publicó varios reportajes sobre hechos de corrupción en el gobierno de Chávez, en varias partes del país. Investigaciones que no llevaron a nadie a la cárcel. Dejando en claro, que Jorge era chavista y estaba con este proceso.
Jorge había comprado una casa en las afueras de Valencia, en Flor Amarillo; y allí hacía su vida junto a su familia. De modo que viajaba todas las semanas, cuando el periodismo se lo permitía, hasta que el problema presupuestario eliminó ese equipo, y Jorge llegó a Notitarde, donde había trabajado años atrás, para convertirse en Subdirector, bajo la batuta de otro gran periodista, Gustavo Risquez.
Ya, escapado de la presión del reporterismo, tuvo tiempo para estar con su familia, aunque el enemigo acechaba, es decir, la diabetes, presionaba cada vez más. Entrando el país en crisis, por el 2017, la insulina que llegaba no era de buena calidad, por lo que decide, junto a su familia, trasladarse un tiempo a la tierra de su amada Nieves. Por lo que en julio del 2016 parten rumbo a Ecuador.
Desde aquella vez en Bogotá, siempre mantuvimos el contacto. Algunas noches fueron de farras, mucho whisky, otras veces mucha cerveza; y a veces hasta comer con gula en una Caracas que ofrecía de todo antes de que estallara la crisis. Había creado una página llamada el “Cazacorruptos”, que por supuesto fue saboteada y no tuvo éxito.
El 23 de julio en la noche, conversamos como solíamos hacerlo cada cierto tiempo. Él me hablaba de la realidad de Ecuador y de las barbaridades que estaban ocurriendo, y yo de las de Venezuela. Esa noche especialmente, hablamos más de la cuenta, hasta de cosas personales como el amor a Nieves, Sandra y casi una pasión por Gerardito, su cómplice de aventuras, quien, con 14 años, ya incursionó en los equipos de futbol ecuatoriano. Y de su excelente relación.
El 24 de julio, aún no sé quién me avisó de su muerte. Seguí cocinando porque no lo creí y me pareció un juego de mal gusto. Pero para quitarme las dudas lo llamo a su teléfono y me contesta Nieves con el llanto de quien no sabe qué decir. Ya sabía la respuesta. Hoy, 30 días después, aún no estoy muy convencido de que haya sido verdad. Ya era un periodista conocido, con una alta sintonía en una televisora ecuatoriana, con su programa de entrevistas “En la mira”.
Me cuenta Sandra, sicóloga, que su batalla ahora es sacar a su mamá de la tristeza, pero primero debe convencerse ella misma de que su padre partió; y ya no es posible conversar con él y mucho menos pelear, aunque de seguro le harán falta sus razonamientos y sus disertaciones. El cholo me hablaba con mucho orgullo de su hija sicólogo, a quien también le toca la tarea de convencer a Gerardito de que su compinche ya no lo llevará al futbol, ni a la escuela y que tendrá que cargar el dolor, hasta que el tiempo lo curé.
Todos vamos a morir. Es lo único seguro de la vida. Pero ciertamente, las muertes sorpresivas afectan demasiado. Porque te es imposible creer que estás hablando con una persona y en un cerrar de ojos, ya no está contigo. Se te fue de las manos. No puedes hablarle, porque ya no te escucha. Probablemente sin que él mismo lo supiera. Más que amigo, Jorge era mi hermano, de esos que duelen… de esos que necesitabas saber que estaban allí, aunque sea para que soltaran una palabra de aliento…