El gran héroe

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Cuentan que un viajero llego un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no pregunto donde se comía, ni donde se dormía, sino como se iba adonde estaba la estatua de Bolívar.

Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos, y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo.

El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar y a todos los que pelearon como el porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpos se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria.

Bolívar era pequeño de cuerpo. Los ojos le relampagueaban, y las palabras se le salían de los labios. Parece como si estuviera esperando siempre la hora de montar a caballo.

Era su país, su país oprimido, que le pesaba en el corazón, y no le dejaba vivir en paz.

La América entera estaba como despertando.

Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismo, y los pueblos tienen muchos hombres y no pueden consultarse tan pronto.

Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela cuando parecía que Venezuela se cansaba.

Lo habían derrotado los españoles: lo habían echado del país. Él se fue a una isla, a ver su tierra de cerca, a pensar en su tierra.

Un negro generoso le ayudó cuando ya no le quería ayudar nadie. Volvió un día a pelear con trescientos héroes, con los trescientos libertadores.

Libertó a Venezuela.

Libertó a Nueva Granada.

Libertó al Ecuador.

Libertó al Perú.

Fundo una nueva nación, la nación de Bolivia.

Gano batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos.

Todo se estremecía y se llenaba de luz a su alrededor.

Los generales peleaban a su lado con un valor sobrenatural.

Era un ejército de jóvenes.

Jamás se peleó tanto ni se peleó mejor en el mundo por la libertad.

Bolívar no defendió con tanto fuego el derecho de los hombres a gobernarse por sí mismo, como el derecho de América a ser libre.

Los envidiosos exageran sus defectos.

Bolívar murió de pesar del corazón más que de mal del cuerpo, en la casa de un español, en Santa Marta.

Murió pobre y dejo una familia de pueblos.

 

José Martí Venezuela y sus hombres (1942)

 


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Carlos Luna Arvelo


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