Alquimia Política

La cultura entre el discurso y la demagogia

En la existencia humana no hay nada más volátil y efímero que la confianza; cuando uno desconfía de la gente ese ya es un "pre-concepto" muy difícil de cambiar o superar. En los últimos años la desconfianza hacia el discurso político ha sido inmensa y ya no hay país democrático alguno que se salve de la animadversión que causa el discurso político (donde se incluye las ofertas en todos los renglones de las políticas públicas, incluyendo la cultura), el cual se ha visto relegado a ser considerado demagógico, estéril y mentiroso.

Cuando se escucha un discurso político se suele decir "más de lo mismo", "mentiras refrescadas", "insulto a la inteligencia", "falsedades con palabras bonitas", entre otras; lo cierto es que hay una mayoría de personas, de gente que participa en política también, que considera el discurso político como algo estéril, que no contribuye a crear una comunicación efectiva entre la necesidad y la intención del Gobernante de turno, el cual tiene la competencia de responder a los interés del colectivo.

En un ensayo de Xavier Laborda, de la Universidad de Barcelona-España, titulado "Análisis crítico del discurso político: lágrimas de cocodrilo y otros contratos comunicativos", explora lo que el catedrático califica de pragmatismo del discurso político. Laborda compara en los fragmentos de algunos discursos políticos el sentido y dirección de esos discursos, encontrando coincidencias notables en lo referente a la actuación en público del político, siendo reiterativos en la definición de los roles de los actores políticos y gerenciales actuantes; es decir, reiterar que se es "honesto", "trabajador", "persona en quien confiar", entre otras, se ha vuelto un cliché que lo que hace es atornillar la idea de que se está ante un discurso político-demagógico; en el discurso político la cuestión de fondo sobre la verdad y la mentira siempre está en duda; hay una curiosa identidad entre la euforia y las acciones, siempre presentando lo que se oferta como la "salvación", como esa cereza en el pastel que faltaba.

El discurso político se da en el marco de un cuerpo ideológico y romántico donde se describe todo como epidíctico (texto que va dirigido a un elogio), buscando la adhesión del auditorio, para lo cual se vale de recursos verbales canónicos o de palabras exaltadas y coloridas, caracterizando un mensaje que se aspira sea elocuente, para alcanzar mostrarlo con fluidez, vehemencia, claridad y progresión; los roles articulan el ejercicio de un discurso cuyo interés es mantener el control de la razón frente al desorden del sentimiento, la fiabilidad de los enunciados cargados de precariedad hasta enuncidados reñidos con la perspicacia.

Otro ejercicio que se da en el discurso político a juicio de Laborda, es la máxima de hacer pensar que las ofertas tienen alguna cualidad o veracidad en la inteligencia del colectivo; la argumentación del diálogo presupone la creencia de que los políticos mienten a menudo; sin embargo, en la modernidad el discurso político ha erradicado la promesa y la ja sustituido con la afirmación de que todo podrá "ser logrado si hay unidad y compromiso"; es decir, condiciona la oferta a la disposición de aceptarla o no, por parte del propio auditórium o colectivo, quitándole importancia a que si se cree o no en política, sino a que si se quiere o no trabajar por algo que venga nuevo.

El político no busca en su discurso dar un mensaje de esperanza, sino recuperar la credibilidad, por la simple razón de que una cosa es argumentar o prometer con honradez y otra es convencer o persuadir, puesto que la intención no asegura el efecto.

Según Laborda, la crítica general a esta nueva manera de entender el discurso político, consiste en señalar la superficialidad del razonamiento de quien da el discurso político y de quien lo recibe; si la prevaricación es un rasgo del lenguaje, se pregunta Laborda: ¿acaso justifica ello que el hablante reitere sus recelos sobre la veracidad en todo acto comunicativo? Hemos de entender que la sospecha recae en la promesa y en las afirmaciones políticas, cuando se propone realizar futuras acciones que serán de interés o beneficio del público, esgrimiendo razones legitimadoras que promueven el sentimiento o la conciencia de unas identidades colectivas que no terminan de entender ese discurso político y ante ese agotamiento o falta de comprensión, se resuelve "dejar en manos de alguna deidad su concreción".

De manera concreta resalta Laborda, el análisis crítico del discurso político, debe deslastrarse de esa búsqueda permanente por demostrar una veracidad en la política, esto equívocamente se ha denominada "sinceridad"; las declaraciones de los agentes políticos han presentado aspectos de la interacción social, en concreto, la obligación de veracidad discursiva que se comporta de una manera como rol público; otro problema bajo el cual se debe estudiar en su justo contexto la producción ideológica y la historicidad del discurso, es en describir en la oferta discursiva la construcción del acontecimiento, es decir, mostrar logros concretos antes que ofertas utópicas. El discurso político debe cambiar de tiempo: no debe darse pre-oferta, sino post-oferta, o al menos bajo el criterio de algunos días de ejecución de lo que el político necesita ofertar para demostrar que tiene gestión.

Hoy estamos en el marco del Instituto de Cultura del estado Portuguesa (ICEP), haciendo un ejercicio discursivo para mostrar qué se quiere hacer y bajo qué óptica se viene, sin un presupuesto para llevar a concreción proyectos locales y regionales, pero sí bajo la convicción de comenzar a darle forma a un papel de trabajo donde la prioridad es conseguir financiamiento con los distintos actores sociales que tienen el pleno convencimiento de qué es lo que necesita la cultura para comenzar a articularse en positivo con las comunidades.

En las primeras de cambio expuse un discurso político cargado de buenas intenciones y ha sido recibido como más de lo mismo, como demagogia pura y silvestre; no voy a defender la postura de credibilidad de mis palabras, si se creen, bien, gracias y vamos a blindarla con hechos; si no se cree, también gracias, porque motiva un ejercicio mayor de compromiso para demostrar de qué es lo que se quiere hacer. Jamás el discurso político, menos en cultura, tendrá una receptividad importante, porque sobre él la carga humana influye de manera más incisiva y determinante. La gente genera en su propio espacio cultura y no ve cómo un instrumento burocrático podría venir a beneficiarlos de manera integral y directa. Los cultores están cada vez más lejanos al discurso institucional cultural, eso es una realidad, no es fácil desmontarla, hay que vivir con ella.

Ahora bien, si se puede comenzar a mover el barco, a demostrar con hechos que hay cosas que podemos comenzar hacer pero para ello se necesita la concurrencia de todos y todas, de lo contrario moriremos en el intento y terminaremos siendo la parte luctuosa de un discurso estéril en el que nadie cree.

Esta dicho, en lo expresado en el párrafo anterior, que "por sus obras los conoceréis" (Mateo 7:15-20), frase que dijo Jesús para darnos un criterio que nos ayude a distinguir entre los verdaderos y los falsos profetas. Recuerden que el contexto de la frase se da al final del Sermón del Monte, donde aparecen recopiladas una serie de enseñanzas de Jesús; ante esto, si se vive según indica la palabra, de seguro vamos por buen camino, y podremos ser partícipes de la buena noticia de que mientras vivamos estaremos a tiempo de pedir perdón a Dios si fuera el caso, siempre estaremos a tiempo de construir con hechos una imagen de credibilidad y compromiso, donde nuestra actitud y nuestra disposición hacia los demás sea el convencimiento de que algo positivo se acerca y debemos recibirlo con optimismo y confianza.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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