Los poetas se están muriendo de hambre en Venezuela

La situación de desnutrición colectiva en Venezuela no es una materia que el Estado venezolano debata, discuta ni enfrente en los grandes salones del palacio de Miraflores. Durante los últimos sesenta días (septiembre-octubre de 2018) hemos visto por tv los pomposos y altisonantes congresos del Psuv, de las juventud revolucionaria, de las comunas, de las mujeres, de los sapos, de los cochinos, de los burros y de los grillos, entre otras honorables especies de interés gubernamental, pero no se ha visto un CONGRESO NACIONAL POR EL HAMBRE (Ni siquiera el prometido congreso de los campesinos de la tierra), que vaya más allá del trillado y requete-trillado tema de la Guerra Económica y las bondades y virtudes del fulano PETRO.

Centenares de veces al día nos comemos al Petro en el desayuno, en el almuerzo, durante la cena, en la merienda y en los sueños, pues el Petro sustituyó hasta al cafecito negro matinal.

No sólo fastidia y apabulla el tren propagandístico del gobierno respecto al Petro, sino que nos hace dudar de la efectividad a corto plazo de la famosa criptomoneda. Por ejemplo: ¿Por qué el Presidente Nicolás Maduro sigue sin cumplir la promesa de pagarnos las prestaciones sociales a los jubilados del sector universitario, si prometió hacerlo en marzo de 2018? No hay una sola solución reivindicativa del Estado con los pobres (que somos mayoría abismal en este país) que se haya ejecutado por la vía del Petro.

Desde el lamentable y aberrante atentado al Presidente Maduro el pasado 4 de agosto de 2018, el Jefe de Estado se atrincheró en el Palacio de Miraflores. Ahí se ha convertido en el Rey Maduro. Sus adláteres acuden al palacio a llevarle lindas noticias al rey. "El pueblo lo ama", "El pueblo está con usted rodilla en tierra", "Haga una cadenita nacional y dígale a nuestro pueblo que el Petro será nuestro criptoactivo de oro", "El pueblo tiene plata que jode y se desvive por comprar Petros y Lingoticos de Oro", "Decrete un aumento de sueldo del 3.000% para el salario mínimo y acuéstese a dormir"…

El Rey Maduro ve la vastedad de su reino todo forrado en oro, en diamantes y en petróleo.

No puede ver HAMBRE ni puede ver a los poetas que, desnutridos, limpios, desempleados y harapientos deambulamos por Caracas, sus calles sucias y oscuras, su valle diezmado por la ruina y la desazón; ni puede ver más allá, por ejemplo, las costas de oriente (Margarita, Sucre, Anzoátegui), donde un alcatraz tiene más carnes sobre sus duros huesos que un poeta, que un cultor popular, que un pintor de plaza, que un decimista, que un mimo, que un tallador de piedras y maderas, que un artesano de conchas marinas, que un teatrero que trabaja con niños en las escuelas, que un tallerista de cualquier arte; en fin, todo iluso que se ha pasado la vida lejos de la política bribona, manipuladora, tracalera, corrupta, oportunista, engañadora, vejadora y sucia, para dedicarse a promover la cultura, darle sentido de realidad y trascendencia a su pueblo, cantar sus voces, elevar en los tiempos sus enigmas, promover sus secretos humanos más hondos.

Un poeta es un pobre bolsa que no le importa al gobierno revolucionario chavista y bolivariano porque, sencillamente, un poeta es un nadie.

Con pesar, con dolor, recibo la noticia a través de una amada poetisa del alma, de que se nos están muriendo poetas de hambre en Caracas. Ya antes lo había dicho por aporrea: Los poetas nos estamos muriendo de hambre en el interior del país. El Estado venezolano no contempla ninguna seguridad social para los poetas (dicho en sentido genérico lo de poeta, para abarcar a músicos, actores, pintores, talleristas, artesanos, etc.). Esto, quizás, por cuanto no los puede convertir en burócratas y corruptos de los ministerios, porque estos carajos le pueden echar una vaina al gobierno, tal como sucedió en el pasado.

Imagínense a un poeta denunciando desde dentro de un ministerio las corruptelas de un viceministro, de un director equis, o los negociones que se hacen tras bastidores a espaldas de sus propios jefes. Sería un canalla en ciernes y no un buen poeta. Conviene que esos cargos los ostenten camaradas comprometidos de verdad con la revolución.

Si el gobierno revolucionario 1998-2018 hubiese querido consolidar un Estado eficiente y anti corrupto lo hubiese logrado. Había las voluntades y los compromisos sinceros para deslastrarnos de aquella práctica oprobiosa del Puntofijismo llamado Cuarta Republica que desfalcó al Estado y se hizo de los dineros públicos, pero no se hizo lo adecuado ni lo oportuno para superar ese pasado; para evitar repetirlo y emularlo, sino que se abrieron las puertas de la abundancia y la impunidad a los nuevos corruptos, a los pichones de corruptos y a los caza recompensas de la revolución, muchos de los cuales andan orondos en la isla de Margarita, bien ricachones, pero ostentando buenos cargos dentro de la más alta jerarquía gubernamental del gobierno del Rey Maduro.

De menudo los vemos sentaditos, sumisos y bien calladitos oyendo la perorata del Petro, la guerra económica, las siete líneas maestras, los grandes motores, el plan de la patria 2019-2025, el plan de recuperación económica, el gran poder de Dios y de las Comunas, el camino invencible hacia el socialismo del siglo veintiuno y pare usted de contar otras sesudas terminologías de la esperanza nacional. Sálvame Dios.

En promedio, los poetas estamos perdiendo entre 25 y 30 kilos de peso. Eso representa un gravísimo daño corporal, biológico, neuronal y afectivo. La depresión y la impotencia aniquilan al alma creadora. Esto no son juegos de palabras. No lo digo por efectismo. Es la más cruel realidad. Seres soñadores que en su silencio y en su compromiso moral son incapaces de gritarle al mundo que se están muriendo dentro del corazón de una revolución a la que no quien traicionar, porque un verdadero poeta es en esencia, un revolucionario. Pero en mala hora la revolución se traiciona a sí misma cuando ignora a sus poetas y los deja morir. Que engaña a su pueblo y lo manipula con una verborrea maniquea.

Del mismo modo están muriendo nuestros ancianos.

No se crea el gobierno y sus ministros de papel, buche y pluma, que una simple pensión de 1.800 bolívares soberanos basta para que nuestros ancianos lleguen al final de sus días respirando el último aire de tranquilidad, de felicidad y de alegría de sus vidas. Frente a los bancos los he visto llorar, vejados, golpeados y humillados por gente innoble, por funcionarios bancarios y policías déspotas, quienes les gritan y mancillan, a pesar de verlos cegados por la sed y el hambre de tanto mendigar las tres lochas que este mismo Estado gobernado por el Rey Maduro les otorga como limosna propagandística.

Jamás se hace un operativo humanístico y serio de atención a la salud de la tercera edad para proporcionarle sus medicamentos hipertensivos, medir sus valores corporales, revisar su visión y cambiarles lentes, dotarlos de zapatos adecuados a su edad, y tantas pequeñas atenciones que resultan indispensables para este sensible sector de la sociedad. Ese programa de 800-Salud ya murió en el intento. Los alcaldes, por ejemplo, andan gastándose la plata en lujos y placeres, bebiendo ron y disfrutando la gran vida, como es alto notorio en algunos municipios del estado Anzoátegui. Eso por lo decir lo menos.

Los poetas de mi país y los ancianos de mi amada Venezuela transitan el mismo camino del infortunio porque tienen el mismo estigma. Son poetas viejos, que lo dieron todo durante cincuenta años o más enarbolando la bandera de los sueños, combatiendo la dictadura puntofijista, las penurias del pasado y los vejámenes de los esbirros de cuello blanco, mientras la Venezuela saudita y el "ta´barato mayamero" era de las corridillas de otros pueblos. Era nuestra vergüenza más notoria.

De esas cicatrices surgió precisamente la fuerza de nuestros poetas para respaldar al teniente coronel Hugo Chávez Frías aquel 4 de Febrero de 1992, y aquel diciembre de 1998 y aquel diciembre de 1999. Constitución en mano pensamos que había llegado la hora soñada. Justo cuando escribo este párrafo recuerdo a mi amigo Gasolina, un poeta del alma, revolucionario de verdad, a quien conocí en el bulevar Guevara de Porlamar vendiendo café precisamente ese 4 de febrero de 1992, y a quien vi después de muchos años en una feria del libro de Caracas con su larga barba y su espíritu inquieto como siempre, con la mirada llena de sueños e ilusiones revolucionarias. Ojalá no hayas sucumbido al hambre, caro amigo, porque estas verdades están dichas en tu nombre, y en nombre de todos los que vamos cayendo como frutas podridas frente al gran palacete del rey Maduro.

Por ahora no tengo nada más que añadir, pero si hago la salvedad de que cuanto aquí afirmo no lo hago ni por pitiyanqui porque no soy pitiyanqui; ni por escuálido porque jamás he sido escuálido ni lo seré; ni por vende patria porque no le vendo mi patria a nadie, sino que la defiendo y la amo como el que más; pero si digo mis verdades por todos aquellos que por falta de sinceridad, de honestidad o por intereses muy caros no se atreven o no pueden hablar claro. Y mientras tenga vida de poeta no dejaré un solo día de pensar y de sentir como poeta, aunque nos estemos cayendo a pedazos consumidos por la desfachatez y la ignominia de una revolución que torció el rabo hacia la corrupción, el oportunismo, el chantaje, la ineficacia, la mentira, la usura y la traición al pueblo.

De nada valen treinta y tantos ministerios y setenta u ochenta viceministerios si, en esencia, la estamos cagando día a día por cuanto el cerro de leyes que se han promulgado se incumplen, se violan o se ignoran, mientras los 335 alcaldes, los 23 gobernadores y los cuatro protectores de estados parecen haberse invisibilizado, excepto cuando el rey los convoca a palacio bien vestidos como lindos muñecos de juguete para jugar a la democracia representativa y protagónica.

Por los poetas muertos y los poetas que están por morir, por el hambre de los pobres y nuestros sufridos ancianos, por los enfermos de nuestras casas y hospitales, y por los niños desnudos y descalzos de mi patria Venezuela, ¡ya basta carajo! Gobiernen de verdad y dejen de hablarle tanta paja al pueblo soberano.



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José Pérez

Profesor Universitario. Investigador, poeta y narrador. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica. Columnista de opinión y articulista de prensa desde 1983. Autor de los libros Cosmovisión del somari, Pájaro de mar por tiera, Como ojo de pez, En canto de Guanipa, Páginas de abordo, Fombona rugido de tigre, entre otros. Galardonado en 14 certámenes literarios.

 elpoetajotape@gmail.com

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