En nuestras ciudades siempre hay barrios o comunidades que se caracterizan por marcar la pauta en determinada actividad, sea esta política, deportiva, de lucha reivindicativa o de trabajo cultural. Hacia el norte de Barquisimeto, desde comienzo de la década de los años cincuenta del pasado siglo XX, se fue conformando un barrio por personas provenientes de algunos pueblos del estado Lara. Ese barrio es San Jacinto.
Junto con los sueños y los deseos de una mejor vida llegaron también las inquietudes artísticas y culturales de quienes conjugaron el encuentro, amistoso y familiar, con la esperanza hecha semilla y huella perenne para beneficio de las nuevas generaciones.
Allí en San Jacinto, un 24 de junio del año 1.976 tres jóvenes inquietos por el trabajo cultural – Carlos Mora, Luis Riera y Oscar León García – crean el Conservatorio de Estudios Populares para el Arte y la Sociología (CEPAS). Los dos primeros ya fallecidos y el tercero padeciendo las consecuencias de un ACV (Accidente Cerebro Vascular).
A lo largo de estos cuarenta años el CEPAS ha sido referencia importante en la formación de muchos y muchas jóvenes en áreas como el teatro, la pintura, el dibujo, la música, entre otras áreas. El énfasis fundamental ha sido el cultivo y enseñanza del Tamunangue o Sones de Negro y de la música afro. En sus espacios y en diversos tiempos se hicieron y se han hecho presentes destacados representantes de la cultura popular. Por sólo citar algunos: El Cantor del Pueblo Venezolano Alí Primera, Jesús "Gordo" Páez, El Grupo Madera (el original) Pibo Márquez, cantantes y músicos de la movida salsera caribeña, Expresión Latina, Septeto Juventud.
Allí en el Barrio San Jacinto la familia Meza se ha constituido, a lo largo de todos estos años, en referencia obligada para quien quiera conocer sobre la movida cultural y musical que palpita en el barrio. Su casa es punto de encuentro obligado para quienes gusten descargar y disfrutar de los ritmos afro caribeños. Allí en el solar (que no es el de los aburridos), bajo la frescura de un hermoso árbol de níspero se fueron acomodando sillas, parales de micrófonos, teclados, timbales y a ello se sumaron trombones y partituras. La salsa hizo lo suyo.
Qué necesario e importante son estos encuentros, que para algunos pudieran resultar extraordinarios, mientras para el barrio son algo cotidiano, forma parte de su devenir, porque es el compartir entre los amigos y amigas de siempre. Esto sucede cada fin de semana y lo mismo da disfrutar de un conjunto de gaitas, de música venezolana o larense que de una buena trova latinoamericana. El solar nos espera.