Hace años que la Redoma de la Plaza Venezuela dejó de ser una redoma vehicular para convertirse en un lugar de encuentro, incluso un sitio de concentración para manifestaciones, protestas y marchas. Pero no fue sino hasta esta semana que colocaron un semáforo para que los peatones pudieran acceder a la plaza desde la Gran Avenida sin necesidad de estar toreando a los vehículos y las motos, o en el mejor de los casos, rogándole a los conductores para que nos perdonen la vida y nos dejen pasar a la plaza. Y no solo los peatones sufrimos esta injusticia, también he visto a ciclistas pariendo para cruzar, ya que por ahí pasa la ciclovía que va en dirección al Parque Sucre los Caobos, y más allá.
Parece mentira, pero esto se hizo posible gracias a la obra monumental que acaba de ejecutar el Ministerio de Obras Públicas en honor a la Victoria soviética en la Gran Guerra Patria contra los nazis, y que será inaugurada el día de mañana 9 de mayo al final de la Gran Avenida, frente a la Plaza Venezuela. Quién sabe cuántos años más tendríamos que haber esperado por este derecho a acceder a la plaza sin la amenaza de ser arrollado por un conductor inescrupuloso.
Ministro Juan José Ramírez, aún queda un paso más peligroso que el mencionado. Se trata de cruzar a pie la avenida de la Resistencia Indígena frente a la torre Polar, al final de la avenida Lima de Los Caobos —conocida popularmente como La Calle del Hambre—, hasta la plaza. Al igual que el anterior, estos son cruces muy concurridos por trabajadores, estudiantes y profesores de la UCV, amén de los niños de la calle que duermen en la plaza.
Es evidente el desprecio de las elites hacia el pueblo de a pie en una Caracas pensada para los carros, en lugar de haberla pensado para los peatones. Diseñaron originalmente una redoma para vehículos en lugar de un espacio público a escala urbana. Y esto lo hicieron en todo el frente de la universidad que vence las sombras. Luego colocaron una fuente para que la visualicen los conductores desde su paso por la redoma, en lugar de ser contemplada por personas sentadas en asientos cómodos bajo la sombra de árboles.
De hecho, aún hoy después de haber dejado de ser una redoma, los asientos que se colocaron no tienen espaldar, ni hay árboles alrededor de la fuente, solo algunas palmas chaguaramos que no dan sombra, lo que la convierte en una plaza para ser visitada solo a la puesta del sol. Claro, ¿quién aguanta esa pepa de sol y sentado en un banco de "castigo", con la espalda doblada?