Las universidades y sus rectores de pacotilla

 Si  usted  revisa  la  lista  de profesionales que integran el Colegio de
 Ingenieros  de  Venezuela,  de  seguro se topará con muchos profesionales
 honestos;   mas   eso  no  significa  que  no  haya  ladrones,  mafiosos,
 violadores, corruptos, narcotraficantes, asesinos y hasta escuálidos.
 Esa realidad se repite en el colegio de periodistas, en el de médicos, en
 el  gremio  de taxistas y en todas las organizaciones e instituciones del
 país.
 Obviamente  los malos no son mayoría, pero negar su existencia es no sólo
 desconocer  una  realidad  del  país y del continente, sino una manera de
 hacerse cómplice de los degenerados.

 Hacemos este planteamiento a raíz de la propuesta que recorre el país, de
 auditar  el presupuesto de las universidades nacionales. No bien se había
 asomado  la  idea,  cuando ya las autoridades de la UCV de LUZ y de otras
 universidades  estaban  apelando  al desgastado argumento de la autonomía
 universitaria,  para oponerse a cualquier acción que pretenda indagar qué
 tan transparente es la administración en esas instituciones.

 Nadie  ha  escuchado  jamás  de un rector o a un decano que acudiese a la
 Fiscalía  General  de  la República a denunciar actos de corrupción, bien
 por  el que le precedió en el cargo o bien por alguno de los funcionarios
 bajo su supervisión.
 ¿Son  acaso  las universidades nacionales la flor en el pantano? ¿Son una
 isla  de  virtudes  en  un país que lucha por combatir la corrupción y el
 crimen  organizado?  ¿No  se ha presentado jamás un acto de corrupción en
 ninguna de las universidades nacionales?

 Habría  que  ser  estúpido  para  darle  repuesta  afirmativa  a las tres
 preguntas anteriores.
 En  las  universidades  nacionales  hay  tanto ladrón como puede haber en
 cualquier institución pública o privada del país.
 Claro  que  se  roban el dinero; claro que se dan contratos a dedo; claro
 que  se dan contratos a familiares; claro que se roban equipos; claro que
 malversan  los  fondos;  claro que se aplica operación colchón; claro que
 hay extorsión; claro que se contratan como asesores a amigos y compañeros
 de logia; claro que se financian grupos armados.
 La   realidad   dura  y  cruel  es  que  las  universidades  son  el  más
 representativo  reducto  de  las prácticas de la cuarta república.Allí la
 solidaridad es automática, nadie acusa a nadie. A pocos le duele la forma
 vil  como se reparten millones de bolívares que deberían estar destinados
 a la formación de jóvenes y a la investigación.

 La  universidad  ha  sido  tan  puteada que no existe un mejor lugar para
 cometer  un  delito. Allí se puede violar, asesinar , saquear y robar con
 mínimas posibilidades de caer en manos de la justicia. Las autoridades de
 nuestras  máximas  casas de estudios, blandiendo el concepto de autonomía
 universitaria  se  encargarán  de  torpedear  cualquier investigación por
 parte de un funcionariado público al que consideran enemigo.

 Que  no  nos  vengan  con  el  chantaje  de  que  somos  enemigos  de  la
 universidad;  porque  a una de ellas le hemos dedicado una buena parte de
 nuestra vida sin cobrar jamás un centavo; porque hemos sido fundadores de
 una  de  sus instituciones, porque estamos y seguiremos unidos a ella por
 siempre.
 Lo  que no podemos, por amor a la universidad, es ser indiferente ante la
 actitud de unos imbéciles que actuando como rectores han llegado hasta el
 extremo  de firmar el acta del carmonazo, “en nombre de las universidades
 del  país”  o han salido huyendo al mismo tiempo que gritaban ¡emboscada,
 emboscada!   cuando  se  les  presentó  la  oportunidad  de  discutir  la
 situación de las universidades frente al país, las autoridades nacionales
 del  sistema  de  ecuación  y  grupos  de  estudiantes y trabajadores con
 visiones e ideas diferentes.




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Alexis Arellano


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