¿Quién fue la vedette en la Cumbre de las Américas?

El Presidente Obama, aun cuando ya ha expresado las líneas esenciales de su mandato de gobierno en relación con el resto del mundo, sigue siendo para muchos políticos y hasta gobernantes una incógnita que al despejarse desean se convierta en una de las más valiosas maravillas del mundo . Algunas palabras bellas, algunos golpes de pecho y la aceptación de algunos hechos –que han sido demasiado atroces y bochornosos en el pasado cometidos por el Estado estadounidense- influyen para que se continúe creyendo que Obama cambiará el rumbo de la más grande y poderosa potencia imperialista del momento en beneficio del mundo subdesarrollado.

Hace pocos días hubo una gigantesca manifestación de protesta contra la presencia de Obama en Turquía. La mayoría de los pueblos del mundo no sienten simpatía por los mandatarios gringos. La experiencia, dolorosa en todas partes, les ha conducido a tan exacta síntesis histórica. No es cuento todo el legado de maldades, crímenes, lesiones, actos de terrorismo e intervenciones bélicas que dejó a su paso el saliente Presidente de Estados Unidos: George W. Bush. Y como el Presidente Obama alabó a aquel por todo lo grande y valioso que hizo por Estados Unidos es de suponer que su política de gobierno no se diferenciará mucho del belicismo con que su antecesor trató de resolver todas las contradicciones que se mueven en el campo internacional que afectan el estándar imperialista. Por cierto, están que relanzan un bombardeo a Corea del Norte como paso para amedrentar el resto del planeta.

Por lo general las Cumbres de gobernantes se caracterizan por discursos históricos, análisis desde –mínimo- Matusalén hasta el sol que alumbra el día de hoy. A cada época se le echan sus culpas; a cada mandatario se le recuerdan sus responsabilidades en lo que no hizo y debió hacer pero también en lo que hizo que no debió hacer; a cada culpable se le pide un juicio aunque ya nada quede de sus huesos debajo de la tierra donde fue sepultado. Mientras tanto la mayoría de los pueblos en el mundo continúan pelando cable. A Obama se le recordó, incluso, el día en que nació y se le exoneró de toda culpabilidad en la responsabilidad del gobierno estadounidense en la invasión a Cuba por Playa Girón. Y Obama agradeció al Presidente Daniel Ortega haber aclarado tal cosa.

Todas las miradas en la Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago, estaban centradas en el descendiente afroamericano como todos los discursos estaban, especialmente, dirigidos al Presidente estadounidense por ser él, no hay duda de ello, el principal vocero de las políticas de miseria y dolor para los muchos y de riqueza y privilegio para los pocos. Allí se reconoció el gran mérito histórico de un negro haber ganado la presidencia de Estados Unidos. Sin embargo, la política no tiene su raíz esencial en razas, sexos o edades sino en concepciones de la vida. Tres grandes concepciones del mundo se disputan la supremacía –incluso- eterna de la vida: la religiosa con un Dios que todo lo ve, lo olfatea, lo tacta, lo escucha y lo degusta decidiendo el destino de la humanidad aunque nadie, absolutamente nadie, tenga una sola prueba de haberlo visto, tactado, escuchado, olfateado o degustado; la capitalista que se caracteriza por el individualismo enriqueciéndose sobre la miseria y el sufrimiento del colectivo; y la marxista que se fundamenta en la conquista de la emancipación del ser social de todo vestigio de esclavitud material y espiritual. Obama está cuadrado con la segunda aunque la mezcle con la primera, pero con la tercera nada de nada.

Después de dos discursos que criticaron, con sobrada razón, la política que Estados Unidos expande por el mundo incrementando la pobreza y el dolor en otros pueblos, subió al púlpito el Presidente Barack Obama seguido de los aplausos de los presentes. Obama, siguiendo la tradición del pragmatismo imperialista, habló poco, pero cada concepto que desarrolló con brevedad fue aplaudido, y los aplausos es, en cualquier parte del mundo, una esperanza que se abre sobre el hueco o el abismo que antes se ha creado por obra y gracia de la política imperialista, esencialmente, estadounidense en América Latina y el mundo.

El Presidente Obama midió la distancia que separa a Estados Unidos de cada una de las naciones representadas en la Cumbre de las Américas sin que Colón tenga oportunidad alguna de saber el por qué han pluralizado el nombre del continente que descubrió hace casi quinientos diecisiete (517) años. Obama observó el rostro de cada gobernante presente y lo que cada uno representa en materia prima para Estados Unidos. Dijo una gran mentira que igual fue aplaudida como creída como verdad, por lo menos, por algunos de los asistentes a la Cumbre. Como negando las realidades irracionales del mar, de la tierra y del aire expresó que no hay nación grande ni hay nación pequeña. Se supone que todas poseen el mismo valor histórico, con igualdad de derechos y de deberes pero todos sabemos que no es así. En su discurso de asunción a la Presidencia de Estados Unidos dijo que su nación era la más poderosa y rica del planeta. Lo que no sabemos si lo es por su pueblo, por la riqueza material de su país o por la envergadura bélica de sus mandatarios invadiendo y arrasando con bienes ajenos.

Obama calculó muy bien la intención de cada gobernante presente en la Cumbre. Sabía las palabras que saldrían de la boca de cada uno culpando a Estados Unidos (el imperialismo concretamente) de las crisis, de la miseria, del dolor, del subdesarrollo de muchas naciones, especialmente, de América Latina y el Caribe. Miró fijamente el ambiente y dijo: “Yo no venir hablar de pasado, yo venir hablar de futurro”. Por ello recibió muchos aplausos. A Obama, de verdad verdad, no le importa un pito todo lo que hizo Bush en su mandato como tropelías injustificables, pero –más por oportunismo de conveniencia en este momento de profunda crisis que vive el imperialismo estadounidense- hace algunas críticas a su antecesor sin que nada de la esencia de la política exterior imperialista vaya a cambiar. Para que se produzca un cambio radical en la política estadounidense, en relación con el resto del mundo, es necesario que el proletariado y sectores populares de Estados Unidos se arrechen, se rebelen, se alcen y derroquen a Obama, tomen el poder político y declaren el socialismo como la única manera de salvar el mundo de los estragos y de las hecatombes que no ofrece el imperialismo capitalista. Pero también que el resto de naciones que desean liberarse para siempre de las garras del imperialismo dejen de estar solucionándole los problemas al imperialismo. Lo demás son recetas a medias, que alivia el estado de salud pero la enfermedad continúa avanzando progresivamente pero con la característica que son los pueblos quienes sufren de los mayores dolores socioeconómicos, producto de un modo de producción que ya no tiene ninguna capacidad de cambiar el destino del mundo en provecho de toda la humanidad.

Luego expresó otras pocas palabras y dijo: “Muchas gracias”. Se retiró a su asiento en medio de grandes aplausos. Sin duda alguna, Obama se constituyó en la vedette de la Cumbre de las Américas realizada en Trinidad y Tobago. Supo calmar los ánimos y dejar en el aire esperanzas de cambios a favor de las naciones latinoamericanas y caribeñas. Si algunos pocos o muchos mandatarios o gobernantes de los treinta y cuatro (34) asistentes le creyeron es cosa de cada uno, pero creer en la palabra de un Presidente de un país imperialista es la misma cosa que un apóstol creyese en la promesa del Diablo de liberar a sus reos de las pailas de agua hirviente para ponerlos a dormir en colchones de espuma o como creerle al Santo Oficio que todos sus crímenes fueron justificados en beneficio del desarrollo de las ciencias.

Las realidades creadas por la globalización capitalista –salvaje en todos sus sentidos-, las crisis de fondo estructurales, el extremo nivel de miseria y desigualdad que existe entre la aplastante mayoría y la minoría de naciones y pueblos en el mundo, el deterioro acelerado del medio ambiente y otras graves situaciones, plantean soluciones radicales, lo cual no puede concebirse manteniéndose firme y dominante el capitalismo. Eso es una gran verdad, pero existe otra sin la cual el planeta no funciona en lo económico-social en este tiempo mientras no se produzcan las revoluciones en las naciones altamente desarrolladas del capitalismo. Se debe –y es correcto y necesario- criticar el capitalismo, echarle la culpa de todos los grandes y pequeños males que padece el mundo actual, vaticinar su derrota histórica, aplicar algunas políticas contrarias a los designios del capitalismo, crear bloques o frentes de lucha contra los países imperialistas; en fin, todo lo que favorezca el avance en el camino por el derrumbe del capitalismo y el triunfo de la revolución, pero mientras ésta no ocupe el espacio necesario, indispensable para que los elementos socialistas se vayan imponiendo, de manera definitiva, a los capitalistas, ninguna nación, ningún grupo de países –pertenecientes especialmente al mundo subdesarrollado- podrá zafarse de los poderosos tentáculos, de las mafiosas garras del mercado mundial o de la economía de mercado que caracteriza el predominio de las grandes potencias imperialistas en esta época de globalización capitalista.

No basta con decir que la Cumbre de las Américas no merece ese nombre porque Cuba y Puerto Rico no estén presentes; no es suficiente con decir que la OEA debe desaparecer porque ya nadie cree en ella; no basta con decir que la ONU ha perdido su vigencia o que la OTAN no refleja los intereses de la mayoría de las naciones del planeta. No, eso ni basta ni es suficiente. No es posible zafarse de ellas en este tiempo por muchas razones o hechos que no dependen de las voluntades ni de gobernantes ni de pueblos, pero es igualmente imprescindible crear una organización internacional revolucionaria que luche por el socialismo, que represente los ideales de todos los pueblos que claman por su redención social, que exprese las voluntades de los Estados que están en contradicción con el capitalismo imperialista, que se planteen luchas semejantes y actúen con una línea política general de combate contra el capitalismo y por la revolución socialista, capaz de oponerse a las decisiones de la ONU, de la OTAN, de la OEA y de la famosa y elitesca Cumbre de los Grupos de los Ocho y de los Veinte. El socialismo o se universaliza o no saldremos de los escombros del capitalismo.



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Freddy Yépez


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