¿Más grande que el partido más grande?

Una abuela que lee novelas rosa, un economista que le ha ido muy bien en la vida, un pescador artesanal, una mamá que escribe, un ex guerrillero, prospecto de malandro que decidió ganarle al destino y se metió a trabajador honesto, un pintor comunista, una señora que reza el rosario cada mañana, un escultor que jamás, hasta ahora, se detuvo a pensar en política, un portugués de panadería, una señora elegantísima que tiene una galería de arte, un argentino, dos... tantos... brasileños, bolivianos, uruguayos, españoles… gente de toda procedencia unida y apuntando al mismo lado. Todos revolucionarios, todos bolivarianos.

La revolución bolivariana ha unido a un sin fin de personas que si bien apoyan la misma causa no proceden de la misma tendencia ideológica. Es por eso que muchas veces nos encontramos a compañeros cuestionando la fidelidad de algunos, llegando incluso a acusar a otros de escuálidos, saltadores de talanqueras, o infiltrados.

Que si eres de izquierdas o de derechas, que si eres marxista, que si no eres, que si eres cristiano, que si eres sifrino, que... ¿Qué importa? Somos ‘’chavistas’’ eso es todo y no es poca cosa.

Unir a todas estas personas en torno a una idea es un gran logro, dedicarse a deshilachar quien viene de dónde y cómo queremos que sean, es tarea de locos y al final no conduce a nada.

Vengamos de donde vengamos queremos llegar a mismo lugar. El perfil del ‘’chavista’’ es simple: queremos un país justo, soberano, libre, grande. ¿Y cómo se logra eso? Pues cada quien tiene una idea y ninguna es despreciable si se trata de construir la patria que queremos.

Lo que nos hace chavistas, bolivarianos, revolucionarios, o como queramos llamarnos, es que queremos ser una nación y no una colonia. Luchamos contra todo lo que atente contra nuestra soberanía. Esa es la diferencia básica entre nosotros y la oposición. Sabemos que solo siendo soberanos seremos capaces lograr la justicia y la libertad que buscamos. Sabemos también que eso no lo podemos hacer sin tomar en cuenta a los otros países de la región. Sabemos que no vamos a ninguna parte si en el resto de América Latina los pueblos son saqueados por intereses ajenos y lejanos. Cuando hablamos de soberanía, justicia y libertad, aunque comencemos por casa, nos referimos a todo el continente.

Por desgracia, o por fortuna, las revoluciones no se hacen como las sopas de pollo Maggi. No basta con agregar agua y ya. Por desgracia o por fortuna, no se puede agrupar a toda esta gente dentro de un partido político, ni dentro de una sola ideología, a menos que hagamos una nueva a partir de lo que somos y tenemos.

Por fortuna podemos pensar en términos de una agrupación más grande que el partido más grande que tenemos, se puede englobar a toda esta gente dentro de lo que llamaríamos un movimiento.

Un movimiento político es mas amplio que un partido. Es la fuerza que aglutina al pueblo en torno su líder. Un movimiento implica una relación de ida y vuelta en la que el pueblo aprende de Chávez y éste aprende del pueblo. Allí cabe mi abuelo, que no está inscrito en el PSUV pero que no se pierde una sola palabra que pronuncia mi presi, que no deja de aplaudirlo y que vota cada vez que tiene que hacerlo muy a pesar de sus 89 años. Allí caben las mamás que nunca pertenecieron a ningún partido, los conserjes que no consideran importante estar inscritos en el partido sino trabajar cada día con su comunidad y votar, sin falta, cada vez que haya elecciones, los niños que no votan pero pronto lo harán, toda la gente que cree en el derecho sagrado que tiene el pueblo venezolano a decidir su propio destino.

Un movimiento incluye, acepta diferencias, suma en lugar de restar. Vernos como parte de un movimiento evitaría tantos roces, acusaciones, sospechas. Comprenderíamos que más allá de ideologías o tendencias políticas la meta es la misma: la construcción de la patria a partir de la defensa de nuestra soberanía.

Y ¿Dónde queda la ideología? Pues, como cada uno cree en la suya, para hacer coincidir pensamientos tan disímiles condensamos los puntos en que todos estamos de acuerdo, es decir, los puntos de interés común y hacemos una doctrina. Y todos actuamos de acuerdo a ella. La doctrina es el instrumento para llegar a la meta.

Y ¿Donde queda el partido? Pues exactamente donde está: El partido es la herramienta electoral del movimiento. Así que a la hora de sacar cuentas sabemos que el partido más grande todavía lo es más porque tiene movimiento. ¡Zuas, zuas! ¡Uh ah!

Algunos dirán: Carola como que está fumando raro, pero yo les digo que Carola está viendo como se puede hacer para encajar las piezas de este rompecabezas antes de que desarme y nos rompa las cabezas.


carolachavez.blogspot.com


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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