Maduro, la navidad y las Fuerzas Armadas

Luego de la melindrosa puesta en escena imperial entre Puerto Rico y la costa venezolana, se duda si el sistema político chavista se desprenderá del cuestionado presidente, o si habrá Maduro para rato.

La compleja respuesta busca argumentos en las aguas turbias de la geopolítica entre Washington, Moscú y Pekín, pero también en el abigarrado sistema militar bolivariano, sin descuidar el filón más frágil: la base social del chavismo post Chávez que sostiene a Nicolás Maduro desde 2014.

Putin y Xi convergen en lejanas pero poderosas razones de poder en un mapamundi de intereses cuyo centro dinámico ya no está en el Atlántico americano, sino en el Ojotsk sobre el Pacífico y en una ruta comercial global instalada en América latina desde hace rato.
En Venezuela la Yankuang Group y la ZTE tienen más intereses que la Chevrón o cualquier casa comercial norteamericana. Mientras Yankuang explora y explota oro, bauxita, cobre, caolín y dolomita, ZTE garantiza la seguridad tecnológica de Miraflores y los centros militares vitales.

Roszarubezhneft y GLONASS, completan ese escudo con niveles de geolocalización, sincronización temporal y monitoreo satelital que blindan al Estado y la economía bolivarianas.

Es casi una generación de relaciones sistémicas iniciadas por Hugo Chávez con Putín cuando el mundo era otro y Suramérica también.

Herencia compleja

Nicolás Maduro heredó esa relación sistémica con dos imperios ascendentes de raíces antiguas y la administra como puede, sin la misma base social dinámica que respaldó al Comandante, y peor, sin la montaña de dólares facturados y presupuestados anualmente desde 2002 hasta 2010.

Comparado con la fuerza social militante que alguna mapeó minuciosamente el Centro Internacional Miranda bajo Bonilla y Monederos, la militancia que se moviliza con Maduro podría representar entre el 10 y el 20 por ciento.

El mérito político de Nicolás al convocarla y apoyarse en ella en las calles de Caracas visibiliza ese punto débil, pero también le muestra al Pentágono y a Marco Rubio, que el ataque insinuado y prometido no les saldrá ni barato ni impune.

Al mismo tiempo, obliga a los estrategas de Washington a recalcular. Un cambio de régimen, si lo hicieran, no les permitiría estabilizar nada, y sin este factor no hay ecuación imperial que valga.

Ni Edmundo González ni María Corina Machado ni otro de similar calaña puede garantizar un estado político de "orden y paz" en Venezuela.

Maduro y los militares

El gobierno de Nicolás Maduro se basa en un sistema de instituciones cuyo eje es la estructura militar y policial. Lo demás existe, pero aleatorio.

Maduro se caracteriza por haberse formado al lado de coroneles y generales bolivarianos de la primera hora bolivariana. Además contaba en los años 90 con una consistente formación política en Cuba, orientada a ese lado de la cosa.

Cuando Hugo Chávez lo conoció en su celda junto con la joven abogada Cilia Flores, en los años iniciales de la conspiración, convergieron el gusto de Maduro por la cultura castrense con la urgencia de los comandantes presos por contar con un cuadro capaz de garantizar la seguridad del pequeño parque de fusiles y pistolas obtenido durante la rebelión de 1992.

Una azarosa paradoja biográfica quiso que su promotor, Hugo Chávez, fuera militar de oficio, pero haya gobernado 12 años con un sistema institucional menos militarizado, más civil y político (menos policial), con mayor intervención de organizaciones sociales, sindicatos y comunas. Para lo bueno y lo defectuoso ese fue su sistema político.

La misma paradoja histórica le impuso al ex obrero Maduro un sistema político sostenido en la jerárquica estructura militar y las instituciones policiales. Eso explica la reciente denominación "gobierno popular-militar-policial". Tan reciente como ajena a la tradición socialista desde la Comuna de París. Solo Stalin creó algo similar desde 1921.

Un arroz con mango de sabor amargo. Lo militar es comprensible, lo policial es el signo de lo nuevo.

Esta es la medida de la complejidad venezolana. Ni el imperialismo yanqui puede avanzar como necesita contra la soberanía nacional, los recursos naturales y el chavismo como sistema político, ni Maduro puede reducir el sistema institucional sobre el cual asienta su gobernabilidad desde 2014.

Mientras tanto, la Venezuela de los barrios populares se desentendió de ese aburrido miriñaque político. Desde el 1ro. de diciembre desató su pasión navideña con compras compulsivas, bailes y licor que tiene confundido a los circunspectos generales del Pentágono y a más de un observador internacional.



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Modesto Emilio Guerrero

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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