Cuento o razón

¿Cuál es el primer capítulo del libro de la sabiduría?

El sol ya no era un astro tan candente sobre la bahía de la ciudad crepuscular de Juangriego, sino una moneda anaranjada que se hundía en el horizonte.

El periodista Juancho Marcano con su viejo malibú acababa de aparcar frente a su casa en La Tacarigua de Margarita.

​Había ido a Juangriego por unas diligencias y ahí se topó con su amigo Evaristo.

​—¡Qué bien te veo, Juancho! —había dicho Evaristo, mientras acomodaban la conversación bajo un almendrón.

—Bien, Evaristo. Pensando en cómo el tiempo nos arruga la piel, pero nos enseña a valorar lo esencial —respondió Juancho.

—Y en lo esencial, mi amigo, la honestidad es el ancla. Si no la tienes, cualquier brisa te mueve el bote —manifestó Evaristo.

​Juancho asintió y se despidió. Ahora, en el portal de su casa, lo esperaba su fiel perro Pipo, que después de recibirlo, preguntó:

​—¿Qué tal, Juancho, cómo te fue en la ciudad crepuscular?

​Juancho cerró la puerta del carro con un golpe seco.

​—Todo bien, Pipo. Incluso me encontré a Evaristo y conversamos sobre la honestidad.

—¿Y eso es importante, Juancho? —interrogó el can, sentándose a sus pies.

—Muy importante, Pipo. Antes era la brújula en cada hogar, el cimiento. Era el pan de cada día que se amasaba con la verdad, la base para que un niño creciera sabiendo dónde estaba parado. Parece que esa harina se está agotando en muchas cocinas.

​Pipo inclinó la cabeza, pensativo.

​—El problema, mi querido Juancho, es que la gente la confunde con ser solo sincero. La honestidad no es solo decir la verdad a otros, sino vivir en verdad consigo mismo, con lo que se hace cuando nadie mira. Es no engañarse en el espejo.

​El periodista, que casi no se sorprendía por el saber profundo de su amigo peludo, se agachó para acariciarlo.

​—Tienes razón, Pipo. ¿Qué valor tiene un hombre que tiene todo, si su riqueza se construyó sobre arenas de mentiras? La integridad, que es prima hermana de la honestidad, es lo que permite dormir tranquilo, sabiendo que el alma no tiene deudas morales.

​El perro se levantó, puso sus patas delanteras sobre las rodillas de Juancho y lo miró fijamente a los ojos, citando con una voz grave que parecía salida de las profundidades de un libro antiguo:

​—Recuerde, Juancho, lo que dijo el gran Thomas Jefferson:

​"La honestidad es el primer capítulo del libro de la sabiduría."

​—Ahí está, Pipo. No hay sabiduría sin verdad como punto de partida. Un valor que debemos volver a enseñar, un capítulo que la sociedad necesita releer con urgencia...

​Juancho y Pipo entraron a casa. La luna ya vigilaba la conversación de ambos amigos, dos almas que entendían que el mejor legado que se puede dejar no es de oro, sino de la más pura y simple verdad.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1251 veces.



Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

Visite el perfil de Emigdio Malaver para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: