Cuento o razón

¿Cuál es el precio de la grandeza?

​El sol de la Tacarigua de Margarita caía como una llamarada, a pesar de que aún la mañana no había avanzado tanto.

El periodista Juancho Marcano, rastrillaba con paciencia el jardín. No era la abundancia de un oasis lo que recogía, sino las hojas secas que la prolongada sequía había sentenciado a morir. Cada crujido bajo el rastrillo era un lamento del clima insular.

​—¡No podemos dejar que esta sequía nos gane esta batalla, Pipo! —murmuró Juancho, observando su trabajo.

​ Pipo tranquilamente se acercó al periodista. Juancho dejó el rastrillo y tomó la manguera, dosificando el preciado líquido. Primero, un sorbo de vida para las ixoras, después un rocío delicado para las tímidas orquídeas y las resistentes bromelias.

​—Juancho —dijo Pipo con un tono que no admitía excusas caninas—, ¿qué entiendes tú por responsabilidad? Te veo midiendo el agua como si fuera oro molido.

​Juancho sonrió, cerrando el pico de la manguera.

​—Para mí, Pipo, la responsabilidad es el acto de asumir las consecuencias de nuestras acciones, sean buenas o malas. Es saber que lo que yo haga aquí, con esta poca agua, define si estas plantas viven o mueren. Es dejar de buscar culpables en la sequía y empezar a ser el solucionador de mi propio metro cuadrado. Es la brújula moral del adulto, ¿sabes?

​Pipo asintió, meneando su cola, como con aire de sabio.

​—Es un buen principio. Pero hay algo más profundo, Juancho. Algo que los hombres, a veces, olvidan cuando escalan la ladera del éxito. La responsabilidad no es solo un deber; es una carga inherente a la cualidad más noble.

​El periodista, intrigado, invitó a Pipo a sentarse bajo la sombra de los helechos.

​—¿Y qué dice tú, Pipo, sobre la responsabilidad?

​Pipo miró a Juancho directamente a los ojos y después manifestó:

​—"El precio de la grandeza es la responsabilidad."

​Juancho quedó mudo por un instante, y luego preguntó: —¿Y quién te enseñó esa sentencia, amigo?

​—Esa frase, mi querido Juancho Marcano, es de Winston Churchill. Y aplica a todo: al político, al periodista y al jardinero que se niega a dejar morir su ixora. Si quieres ser grande en algo, primero debes aceptar la inmensidad de lo que te toca cuidar. La grandeza no es el poder; es el compromiso con ese poder.

​Juancho tomó la manguera de nuevo, regando ahora con una consciencia diferente. Entendió que su pequeña lucha contra la sequía en Tacarigua era, a pequeña escala, una prueba de grandeza. La grandeza, como el jardín, exigía disciplina y rendición de cuentas. La irresponsabilidad, en cambio, era simplemente la cobardía de ser pequeño.

​—Gracias, Pipo. Ahora lo entiendo. Es hora de hacerle honor a esa frase.

​—A regar, pues. Y recuerda Juancho: uno es para siempre responsable de lo que domestica. Esa es de Saint-Exupéry. Pero ese es otro tema, dijo el perro y dejó que el periodista siguiera regando su jardín.



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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