Tratando de no perder el tino para el título de estos argumentos, entre búsqueda y búsqueda, no me quedó más remedio que asignarle éste; corriendo el riesgo de que pueda ser o no aceptado, entre este noble público facehabiente. Con la fragilidad que presenta el tema, no puede dejarse de señalar que, cada persona parte de un contexto individual: su manera de ser, sus formas de actuar, sus espacios, sus temores, su tiempo. Es un ser famélico de necesidades, tanto físicas, por disponer de un organismo que le exige energías. Como exigencias espirituales, las cuales se centran en el desahogo de sus propósitos, escuchado, de ser reconocido, respetado como persona. No puede estar desvinculado de las otras almas que le rodean, de lo contrario, se le consideraría un ser penitente. En el ámbito de las asperezas en que ningún ser humano escapa a ella, también surgen las aspiraciones de reconciliación y perdón. De esto no escapa la familia, como núcleo de una sociedad.
La vida nos ha dado un gran lingote de oro: a cada cual nos ha otorgado ese bien tan inestimable, como es la familia. Pero este grupo familiar no germina espontáneamente. Requiere de una concepción más diferenciada, como lo es el contexto de pareja. Ya no hace vida solamente la individualidad, sino que va interaccionándose más complejo, donde muchas veces, la percepción de la pareja, sus gustos, sus valores, sus interpretaciones vienen a diferir del uno del otro. Es ahí donde comienzan las relaciones, de eso que llaman ahora las relaciones tóxicas, o como puntualiza Barroso, Manuel (Autoestima:185): "Individualismo enfermizo carentes de contacto". Cada uno de los integrantes haciendo vida en común, la perciben desde diferente óptica. Es parte de la naturaleza humana. No obstante, en esa contención, en ese estira y encoge, deberá prevalecer la consciencia de cada uno, manejando equilibradamente las diferencias. Se requiere de mucho esfuerzo.
La cosa no se queda allí; la pareja, en común, decide traer a los hijos. Surge otro proceso: el proceso de la triangulación (Padre-madre-hijos), escenario donde comienzan a aparecer nuevas responsabilidades, obligaciones compartidas, nuevos esquemas de la autoridad sobre la prole, por nombrar algunos. El asunto no es fácil, pero no imposible. Los esquemas de la triangulación, van identificándose, cada día más, en el desenvolvimiento de la rutina consuetudinaria. Sin embargo, cuando no existe una legítima identificación ni ubicación en algunos de los roles de los integrantes de la familia, se da por sobrevenido una ruptura del triángulo. Por otro lado, estimado público, no hay que dejar pasar por debajo de la mesa las coaliciones que muchas veces se presentan en el triángulo parental, motivado a las diferencias existentes, dando origen a alianzas de un grupo contra el otro grupo, manteniéndose, en ocasiones, rivalidades fútiles de manera inconsciente.
A manera de conclusión, la destriangulización sufre una destrucción entre las experiencias y la convivencia familiar de los elementos del círculo. Lo importante de todo es que surjan puntos de encuentros para dirimir el abandono, y que el sentido de pertenencia de la triangulación no se vuelva en contra de ningunos, evitando los resentimientos, que muchas veces llenan las ponzoñas de veneno; producto de esa pérdida de contacto en algunos de los involucrados en la relación. Incrementar la consciencia de responsabilidad habitual para que la conexión sea más afectiva, satisfaciendo las necesidades de toda índole en familia. Proporcionar con mayor ahínco el respeto, el aprecio, la compañía, la seguridad, etcétera; con el sano propósito de no romper la triangulación causada por la ausencia. Que el abandono se convierta en fortaleza, tapando las heridas existentes. Las discrepancias en la familia se resuelven con inteligencia humana, no con inteligencia artificial.
¡Gracias por su atención!
Si el barbudo lo permite, y la pereza mental no me invade; nos vemos en la próxima estación.
Lee, que algo queda; -dijo alguien por ahí-.
Escribe, que alguien está ansioso por leer.