Con la propuesta de Venta Anticipada de Divisas por el importador, haremos que el mercado nos obedezca

¿Quién manda en Venezuela: las leyes nacionales o las leyes del mercado?

Como falso ídolo, al mercado lo han impuesto en la mente de todos pero principalmente de los académico e intelectuales que le profesan una religiosidad que no cuadra con los beneficios que dé el obtenemos en Venezuela, donde ya dejó de ser una creación propia de la sociedad humana para convertirse en algo superior, ante el cual solo debemos someternos y rendirnos. Si el Padre Fundador se atrevió a retar a la Naturaleza, cuando seguramente pensando en la ciencia aun naciente, le dijo a los curas siempre retardatarios, haremos que nos obedezca, ¿porque la Venezuela de hoy, aun con poca ciencia pero con la misma voluntad debe someterse al mercado, en vez de someter al mercado?

Y es que una de las paradojas para nuestra lucha por la soberanía es que, mientras las leyes nacionales proclaman independencia económica o participación colectiva, las leyes del mercado, que no manejamos, nos imponen condiciones con la contundencia de su fuerte mano invisible dirigida contra nosotros por el imperialismo. Esta contradicción de hecho se expresa no solo en lo comunicacional o en la lucha política, sino que la vivimos cotidianamente en el precio del pan, en la tasa del dólar que crece sin explicación, en las compras de alimentos y en el poder adquisitivo que se evapora. El Estado nacional venezolano que legisla para lo visible no puede actuar sobre lo supuestamente invisible, determinado por una tasa referencial alojada fuera del país.

A pesar de nuestra Constitución que consagra la soberanía económica, en la práctica, el Estado venezolano ha sido aprisionado, al igual que todos los estados no imperialistas en un destino común, por un orden que no reconoce fronteras ni pueblos, sino márgenes de ganancia y "confianza de inversionistas" y su interés nacional. El bolívar, otrora símbolo de autodeterminación monetaria, ha sido despojado de todas sus funciones económicas y simbólicas, tanto a lo interno del país como fuera de él, como una manera de socavar al proceso politico de la revolución bolivariana y chavista. Las autoridades monetarias anuncian medidas que buscan frenar la inflación, pero el mercado, aplicado su propia legalidad ilegal, responde, desobedece, castiga. Hay que eliminarlo. Es momento de plantearlo con crudeza, o domesticamos al mercado, o él seguirá fundiéndonos a nosotros por lo que no podemos quedarnos de brazos cruzados.

No podemos seguir guiándonos por escritos económicos extranjeros pensados para resolver problemas económicos distintos a los nuestros y con soluciones, por lo tanto, no transitables para nuestra economía, sin una solución verdadera. Tenemos que seguir tambien al otro Simón, o inventamos o erramos. ¡Economistas venezolanos, cierren esos libros de texto y escriban uno original, propio!

La propuesta de Venta Anticipada de Divisas del Importador al BCV, que ya presentamos aquí en Aporrea, surge desde esta conciencia. Aunque en un primer momento para manejar la emergencia sirve como una medida técnica, debe concebirse como una estrategia que posibilita el reordenamiento monetario, económico e institucional, una nueva arquitectura monetaria, un cambio de paradigma. Si el mercado especula hoy con la incertidumbre del mañana, el Estado debe invertir esa lógica, anticipar la oferta de divisas y contener la expectativa especulativa antes de que pueda realizarse. Es un acto de pedagogía política para enseñar que las finanzas deben alinearse a los intereses de la nación, y no al contrario. El importador vende dólares al BCV, recibe bolívares, accede a las mercaderías y puede retomar posteriormente dólares para continuar el ciclo económico. Todos ganan, nadie pierde y el estado mantiene su fondo de dólares y divisas para utilizar en el crecimiento potenciado del país.

En lugar de aceptar pasivamente la lógica del mercado como si fuese una ley natural e inevitable, un tótem al cual adorar, se debe intervenir con voluntad, inteligencia, rentabilidad, corresponsabilidad y propósito colectivo. Hacer que el mercado obedezca no significa negarlo, sino reconfigurarlo desde una institucionalidad que recupere la autoridad fundamental del BCV sin recurrir al control. Un Estado que escucha, calcula, anticipa y convoca, en fin un estado que gobierna plenamente.

El futuro económico del país no puede seguir decidiéndose en mesas de negocios extranjeras ni en plataformas digitales de cotización. Debe construirse en territorio propio, aquí, con instrumentos que devuelvan al Estado su capacidad de ser árbitro legítimo de la economía. Solo así podremos responder positivamente, con dignidad y eficacia, a la pregunta que afrontamos diariamente, ¿quién manda en Venezuela? Los venezolanos.



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Oscar Rodríguez E


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