XXIV Perorata por la necesidad de un cambio necesario

Del Hombre Al Monstruo: el espectáculo del poder al que asistimos y compramos las entradas

"Paren el mundo… y bajémonos, antes de que no quede nadie que recuerde lo que fuimos."

La frase que uso de epígrafe en esta entrega, es solo una variante de una frase muy famosa en las décadas sesenta y setenta. La cual decía: "Paren el mundo que me quiero bajar" que en algún momento muchos la atribuyeron a Mafalda, sin embargo, el propio Quino lo desmintió. En realidad, su origen más probable es una comedia musical británica de los años 60 llamada "Stop the World I Want to Get Off", escrita por Leslie Bricusse y Anthony Newley. El personaje principal, Littlechap, usaba esa frase cada vez que algo en su vida se volvía insoportable.

Usar el adjetivo, "Insoportable", tampoco es un acto casual, es la descripción exactamente dimensionada para describir en conciencia, cuando algo se nos hace intolerable o extremadamente desagradable por su carga de angustia emocional.

Vivimos tiempos de paradojas feroces: el horror se transmite en vivo, la tragedia se viraliza, la deshumanización se maquilla con discursos de orden. Y mientras el mundo tambalea en guerras que se repiten con nuevos acentos, nosotros, público disciplinado, seguimos ocupando nuestras butacas en el gran teatro del absurdo del poder. Mientras aplaudimos las bombas envueltas en palabras, justificamos lo injustificable, y hasta pedimos "otra función".

Ciertamente debo confesar que como ser humano, cada pensamiento, sentimiento y cada palabra que pronuncio, no es más que una derivación de mi realidad, y que el mundo difiere de esta visión catastrófica, en una perfecta armonía.

En cada amanecer, al despertar, como rehén, me introduzco por efecto de cualquier medio de información o desinformación, en una visión de imagen catastrofista que no me suelta: Es una escalera en la que un ser humano inicia un descenso inevitable. En cada peldaño, se desprende de algo esencial, la mirada, la voz, la compasión, y se va volviendo irreconocible en una transfiguración hacia una bestia. Que, despojándose de su carne, de su conciencia, al llegar al último escalón, ya no hay hombre, ni identidad, para quedar como despojo, un esqueleto.

¿Es metáfora o realidad? ¿Somos espectadores… o parte del elenco?

Este texto nace desde esa inquietud que no se calma ni se calla.

Quiero pensar que es una pesadilla personal; y no el reflejo amargo de un tiempo que parece abandonar toda pretensión de humanidad.

Los acontecimientos en el Medio Oriente, las guerras silenciadas en otras geografías, los discursos vacíos de quienes deberían custodiar la paz, parecen confirmar que hemos entrado en un descenso colectivo. Pero, ¿de qué está hecha esa escalera que nos arrastra?

La escalera, en tantas tradiciones, ha representado el ascenso espiritual, la búsqueda de lo divino o del conocimiento. Pero esta escalera no sube; baja. Y al bajar, no libera, sino que degrada.

En la obra "Hojas de hierba", de Walt Whitman, exponen su visión trascendentalista, la cual expresa la conexión entre la humanidad, la naturaleza, y el poder del individuo como agentes de cambio.

Existe una frase que dice: "Los poetas estamos predestinados a salvar al mundo". Es una idea poética y metafórica que sugiere el poder de la poesía para transformar la realidad y generar cambios positivos en la sociedad. En mi criterio, esa visión reducida hacia la poesía, no es correcta, ya que, en definitiva, esa responsabilidad es atribuible a las artes, para la cual les tengo certeras referencias.

Al amanecer, al despertar veo una sociedad que como Gregorio Samsa en "La metamorfosis" de Kafka, que se va transformando de la humanidad en otra cosa: un cuerpo que ya no encaja, una criatura incapaz de comunicar su dolor. Pero a diferencia de Samsa, que es víctima involuntaria de su mutación, nosotros parecemos elegirla. Preferimos, la sinrazón a la racionalidad, el cinismo a la ternura, es una fábula del absurdo, y una advertencia: cuando dejamos de sentir empatía por el otro, nos convertimos en monstruos por elección.

Otro ejemplo de la literatura es la "Divina Comedia de Dante", cada peldaño que descendemos, es un círculo de pérdida moral. Mientras que, en las bellas artes, la pintura en los lienzos de El Bosco, cada paso abandona la razón y abraza lo grotesco. Goya, en su cuadro "Saturno devorando a su hijo", nos muestra ese punto sin retorno: el poder que destruye lo que debía proteger. ¿No estamos asistiendo, una vez más, a esa escena brutal donde las grandes potencias, temiendo perder el control, devoran a sus propios pueblos?

En ese descenso, el rostro humano se va distorsionando. Ya no hay empatía, ni duda, ni asombro. Solo interés, cálculo, miedo.

¿Cuántas veces hemos tenido que gritar que aún somos humanos solo para recordarlo?

Al final de la escalera no hay victoria, solo después. Un esqueleto no tiene rostro ni memoria. Es la última etapa de la deshumanización: cuando ya no queda ni siquiera la máscara. Pero quizás ese esqueleto pueda hablarnos, desde su silencio. Quizás sea la advertencia que aún podemos escuchar.

No todo está perdido, si aún somos capaces de estremecernos ante la miseria y la irracionalidad. En el arte, la pintura, la poesía, estará la memoria como peldaños de retorno. El último ser humano que desciende, también pueda detenerse, mirar atrás, recordar lo que fue.

Porque cada escalada es una decisión. Y si bien es más fácil dejarse arrastrar, también es posible resistir. Desde lo pequeño, desde lo local, desde lo íntimo.

Esa es la tarea.

Sean felices, es gratis.

Paz y bien.

Desde "La Gruta", en el día de San Josemaría Escrivá Balaguer, quien creo una doctrina basada en el individualismo, muy contraria a la Teoría de la liberación, por su compromiso social con los pobladores.



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José Gregorio Palencia Colmenares

Escritor, poeta, conferencista y articulista de medios

 vpfegaven@gmail.com

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