El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha sido, sin duda, un pilar fundamental en la construcción del proyecto bolivariano. Desde su fundación, ha alcanzado grandes logros, como la consolidación de políticas sociales inclusivas, la defensa de la soberanía nacional y la promoción de una visión antiimperialista en América Latina. Sin embargo, dentro de su seno, persisten vicios que amenazan su capacidad para liderar los cambios profundos que la revolución requiere. El sectarismo, el club de amigos y el foquismo han limitado su desarrollo, alejándolo en ocasiones de las bases populares que deberían ser su principal sustento.
En este nuevo proceso de postulaciones de sus líderes, es imperativo que las postulaciones nazcan del pueblo. No pueden ser impuestas desde cúpulas alejadas de la realidad cotidiana de las comunidades. Deben ser los hombres y mujeres que trabajan codo a codo con el pueblo, quienes impulsen y desarrollen las políticas del Estado en beneficio de las mayorías. Solo así el PSUV podrá recuperar su esencia revolucionaria y mantenerse como un instrumento al servicio de las transformaciones sociales.
El presidente Nicolás Maduro Moros ha dado un paso crucial al otorgarle al pueblo el poder de elegir a sus líderes. Esta decisión refuerza el principio de que "solo el pueblo salva al pueblo", una máxima que debe guiar no solo este proceso electoral, sino también la construcción diaria de la revolución. La democracia participativa y protagónica, consagrada en la Constitución bolivariana, debe ser más que un discurso; debe materializarse en prácticas concretas que empoderen a las bases y fomenten la participación activa de todos los sectores populares.
Sin embargo, este proceso no estará exento de desafíos. El sectarismo y el clientelismo, arraigados en algunas estructuras partidistas, pueden intentar obstaculizar la verdadera participación popular. Es responsabilidad de todos los revolucionarios y revolucionarias garantizar que este proceso sea transparente, inclusivo y verdaderamente democrático. La revolución no puede permitirse reproducir los vicios del pasado; debe ser un espacio de renovación constante.
La elección de nuevos líderes debe estar acompañada de un compromiso firme con los principios socialistas. No se trata simplemente de cambiar caras, sino de impulsar un nuevo estilo de liderazgo, más cercano a las necesidades del pueblo, más crítico con los errores internos y más comprometido con la autocrítica y la rectificación. Solo así el PSUV podrá mantenerse como un faro de esperanza para las mayorías excluidas.
En este contexto, es fundamental recordar que la revolución bolivariana no es un proyecto de un partido, sino de todo un pueblo. El PSUV debe ser un instrumento al servicio de ese proyecto, no un fin en sí mismo. Su renovación y fortalecimiento son tareas urgentes, pero no pueden realizarse a espaldas de las bases populares. Por el contrario, deben ser el resultado de un diálogo franco y constructivo entre todos los sectores comprometidos con el socialismo.
El llamado es claro: este proceso postulaciones debe ser una oportunidad para revitalizar el PSUV y, con él, la revolución. Que sean las comunidades, los trabajadores, las mujeres, los jóvenes y los campesinos quienes decidan quiénes están mejor preparados para liderar este nuevo ciclo. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más justa, más igualitaria y verdaderamente soberana.
La consigna sigue vigente: ¡Solo el pueblo salva al pueblo! Y hoy, más que nunca, es el momento de demostrarlo.
Chávez vive en el pueblo organizado