La balada del voto robado

Hay momentos en la vida tan fuertes…yo no sé. Hay que ponerse como César Vallejo, bailar en una tusa para no llorar o sonreír como Jorge Rodríguez ante el enviado de Trump. Las opciones son todas peores, como aquella tétrica consigna de la antigua y extinta Liga Socialista, que agobiaba con la alternativa entre "destruir el capitalismo o morir como Jorge Rodríguez". O sea, destruir o morir en el intento. Creo que los viejos militantes de esa organización optaron por destruir, claro que no el capitalismo, al cual se acomodaron y le están sacando grandes ventajas, sino con todo un país.

Y todavía se habla de transiciones. Las únicas que hemos vivido los venezolanos son, una, la que va de una democracia imperfecta, corrupta, ineficiente, a una dictadura atroz, ineficiente y corrupta a la enésima potencia. Otra, la que va de migrar atravesando selvas, ríos y/o los Andes helados, mojándole la mano a varios maleantes y funcionarios para la cuestión de los papeles, hasta aceptar un retorno a la Patria en los aviones que envió Maduro, perseguidos por la Migra, humillados por Trump, acompañados de malandros heavy (aunque esta opción puede que no se resuelva gracias al amigo Bukele que va a cobrar por cada "lucero" del Tren). La tercera transición, de pagar la luz, normalito, a pagar las tarifas abusivas de montos inverosímiles del plan "borrón y cuenta nueva" de los distribuidores de la Electricidad en el país, que lo que ha conseguido es borrar los ingresos de los venezolanos creándoles una nueva deuda impagable.

Todo indica que la única transición que está en marcha y que condiciona a todas las demás, es la que va de una democracia en construcción, a un régimen de partido hegemón. Todavía no es de partido único como el cubano, pero se le acerca, paso a paso, con mayor velocidad cada vez, inspirándose en ejemplos como el mexicano del PRI, el nicaragüense del FSLN, el ruso o hasta el chino. En el México del PRI, llamado con razón "la dictadura perfecta", la población era controlada mediante un complejo sistema de corporaciones, sindicatos, etc., además de por el control sobre los poderes públicos, que posibilitó el fraude electoral durante la bicoca de 70 años, dándole la victoria siempre al mismo partido. En la Nicaragua actual, una reciente reforma constitucional, convierte al partido FSLN en hegemón, convirtiendo su bandera en símbolo nacional. En Rusia, Putin fue el responsable del envenenamiento encubierto de sus más fuertes opositores y la neutralización violenta de toda opción crítica. En China sobreviven, reconociendo al PCCh como partido vanguardia de la nación, una veintena de partidos locales.

Es decir, un régimen con apariencias, cada vez más caricaturescas, de democrático, solo porque hace elecciones, pero sin ninguna garantía, libertad ni respeto a la voluntad popular, mucho menos posibilidad de alternabilidad; donde hay un solo partido (en realidad, una fusión piramidal de corporaciones: militar, policial, burguesía rentista y políticos profesionales hechos para ladrar o adular), la oposición no tiene más chance que el de ser desaparecido, envenenado como en Rusia, ilegalizado, negado, "vaporizado" como en la novela 1984, mientras los votos que consiga son robados, igualmente desaparecidos, en la Nada. O sea, hay elecciones, pero sin opción: siempre gana el Partido Hegemón. Ante esta realidad, más allá de justificaciones y retóricas, que apelan a la "lealtad hacia el pueblo de Zulia o cualquier otro estado", la posibilidad de agitar, movilizar y organizar (¿sí? Ya vimos que, si lo haces, vas preso), montar una estructura de testigos (que ya saben que serán perseguidos, desaparecidos, maltratados), la única razón que queda para participar es la supervivencia política de unos profesionales de esa ocupación.

Esto me recuerda algo que leí acerca de la dialéctica del Amo y el Esclavo, explicada por el filósofo Hegel, maestro de Marx, por cierto. Todo sujeto necesita relacionarse con otro, pero ello implica enfrentarse con este para poder ser reconocido como sujeto. El que gana en esa batalla se convierte en Amo, mientras que el derrotado deviene Esclavo. Pues bien, la única manera que tiene el Esclavo para ser reconocido como sujeto por el Amo es mediante una nueva lucha, exponiendo su vida. En el caso de la actual transición al régimen de Partido hegemónico, el Amo, por supuesto, es esa oligarquía autoritaria policial-militar-corruptos enriquecidos, mientras que los Esclavos son todos aquellos no reconocidos ni siquiera como ciudadanos, los otros partidos políticos, movimientos con derechos políticos, sociales y económicos, que se les ha quitado posibilidad de actuar, organizarse, movilizarse, en virtud de una represión abusiva, que ha hecho de la Constitución, la nada. Hay un tercer factor que no cuenta: los que lamen la bota del Amo. Mientras no se desarrolle una lucha dura, terrible, que implique la vida, el Amo no va a reconocer que los otros son sujetos, son gente, son ciudadanos con derechos, con quienes es posible, incluso, la negociación. Lo único permisible es lamerle las botas al opresor o denunciar como "traidores a la Patria" y "promotores del odio" a aquellos esclavos que pretendan hacerse valer como iguales y dejar de ser sumisos. Es decir, aquellos que, a cambio de la propia existencia o supervivencia, sacrifican su dignidad humana y su libertad al Amo.

Este Amo lo entiende muy bien. Desde siempre, desde aquella reforma constitucional derrotada (gracias al pueblo) que impulsó el Caudillo en 2007, le ha tenido ganas a las gobernaciones y alcaldías. Por ello, les han regateado presupuesto, competencias, control; ha impuesto "protectorados" y padrinos" a esas autoridades locales o regionales, cuando han sido elegidos de partidos diferentes al hegemón. Por eso también inventó un supuesto "Poder Comunal" ultra centralizado en la figura del Presidente, que sacará sus autoridades de elecciones de segundo y tercer grado, eliminando el voto universal, directo y secreto, como ya lo anunciaba aquel artículo 136 del Proyecto de aquella reforma que hoy tratan de reanimar, que decía que el pueblo "es el depositario de la soberanía y la ejerce a través del Poder Popular que no nace del sufragio ni de elección alguna, sino de la condición de los grupos organizados como base de la población".

No solo habría que luchar, entonces, contra todas las arbitrariedades y violación de derechos para poder participar en las elecciones locales y regionales que anuncia un organismo que prefiere anotar los resultados electorales en una servilleta, y no darse a la tarea (legal, de paso) de realizar auditorías con los testigos de todas las opciones participantes, violando de paso el artículo 5 de la Constitución, precisamente el que consagra la soberanía popular. También habría que luchar contra una reforma constitucional que pretende consolidar el esquema del régimen de Partido Hegemón, agregando, de paso, normas que violan los derechos políticos, sociales y económicos.

Entiendo muy bien, por otra parte, que la sola abstención y el apoyo internacional, no bastan para una estrategia para levantarse frente al Amo y hacerse reconocer. Además, es muy doloroso perder incluso la posibilidad de competir por plazas tan valiosas como la gobernación del estado Zulia. Entiendo la importancia de esa "supervivencia", así sea la de algunos políticos profesionales. Pero es muy grande el riesgo de que se pierda el capital político adquirido (la unidad, así sea frágil y parcial; la victoria electoral, así sea reconocida sólo en el extranjero; la crisis de legitimidad y de hegemonía que sufre el Amo). Sobre todo, después del fracaso del prometido acontecimiento del "cobro de la victoria electoral" del 9 de enero, cuando no se sabía muy bien a qué se apostaba, si la movilización popular desataba una crisis en el bloque militar-policial, o si este facilitaría la irrupción del pueblo.

En México fueron décadas de lucha por todas las vías, hasta que en el mismo seno del grupo dirigente del PRI se abrió una grieta que posibilitó la democratización. Igual, en la URSS, con la perestroika impulsada por el propio Partido Comunista (partido único). Igual en Polonia, donde los acuerdos políticos de participación fueron logrados por el sindicato "Solidaridad" después de peligrosas y duras jornadas huelguísticas. Esos no son modelos. Solo ejemplos de que la lucha es larga, dura, laberíntica. Es comenzara desde cero o casi cero, como migrantes en su propia tierra.

 



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Jesús Puerta


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