La afectualidad en el contexto sociopolítico indoafrolatinoamericano y caribeño

La identidad social de cada individuo paradójicamente es gregaria pero diferenciándose intersubjetivamente de los demás; se distingue, entre otros aspectos, como consecuencia de su interacción social empática o no-empática con otros(as). Se constituye biográfica y colectivamente según la socialidad e historicidad que la influye. Sin embargo, su individuación identitaria resultante es integrante de un nosotros(as) sociopolítico respecto a las representaciones valorativas y racionalizaciones sobre un ellos(os), los(as) otros(as), que emanan reactivamente y son absorbidas subjetivándolas ideológico-culturalmente de las dinámicas contingenciales de su contexto social, o lo social, antagonizado por intereses y poderes de los grupos, clases, etc., en pugna debido a las contradicciones sociales, económicas, etc., de las sociedades.

Con base en estos supuestos sustentamos que la AUSENCIA DE CONSIDERAR A LA AFECTUALIDAD como un nuevo tipo de relación sociopolítica liberadora emergente por empatizadora y cohesionadora de movimientos insurgentes y multitudes que intervienen en la formación de los agrupamientos y desplazamientos populares de naturaleza sociopolítica, que junto con otros aspectos, hace inconsistentes por desacertadas la formulación de las políticas y prácticas antineoliberales, democratizadoras radicales por igualitarias y justicieras, proclamadoras de la creación y sustentabilidad de los poderes populares. Así mismo ha ocurrido con las políticas mayoritarias de los gobiernos neopopulistas (y neoliberales) de una presunta izquierda que se han sucedido episódicamente en la región con sus derrotas y retrocesos. Causantes estos del surgimiento agresivo de las derechas neoliberales populistas y de las fascistoides.

Las señaladas contradicciones sociales son dinamizadoras de lo político (lo referido a las concepciones y prácticas de Estado principalmente) y la política (lo referente a las concepciones y prácticas gubernamentales primordialmente), afectando y produciendo en el pueblo, a través de variadas mediaciones y mediatizaciones, la idiosincrasia y las adhesiones sociopolíticas, haciendo posible una ambigua y cristalizada identidad. No obstante, esta identidad no se constituye tan solo mediante racionalizaciones ideológicas inducidas por estereotipos (escuálidos, enchufados, por ejemplo) y las manipulaciones mediáticas, sino que se conforma de igual forma por medio de afectualidades (afecciones o afectaciones de afecto-desafecto de los cuerpos entre sí), ya que estas intervienen en la configuración de dichas racionalizaciones ideológicas híbridas o imbricadas y con ambivalencias.

Esas afectualidades, en un sentido amplio, son también el sostén sentidizador de un particular ethos, mundo de vida o de ser popular, aunque permanezca solapado o inconsciente, el ethos afectual, por cuyo tamiz se procesan todas las afectaciones o afecciones que emplazan a los cuerpos conformando un campo interior o intrasubjetivo de INMANENCIA POLÍTICA receptora-refractaria que se manifiesta de modo ambivalente por su susceptibilidad en torno a los efectos contingenciales que contraríen expectativas y deseos a corto plazo respecto a los Estados y gobiernos a todas las escalas (global, continental, regional y local).

Esa inmanencia política se transforma según las situaciones coyunturales y estructurales, como las recurrentes y diferentes crisis, en POLÍTICA DE LA INMANENCIA cuando atiende con acciones previstas a las circunstancias y acontecimientos que promueven las afectualidades colectivas de coordinación popular. Esta política se direccionará reproductora o transformadoramente según sea su articulación con UNA CADENA DE EQUIVALENCIAS, una cadena de diversas demandas socioeconómicas y políticas equivalentes por su significado y sentido general trascendentes como objetivo o consigna general de lucha, enmarcadas estratégicamente en la transformación estructural radical de la sociedad al tratar de que hegemonice la cultura afectual en todos sus ámbitos como soporte de los variados proyectos de cambio.

La afectualidad en tanto práctica de relacionamiento social empático-comunitario-solidario surgió históricamente en los ámbitos de resonancia liberadora indoafrolatinoamericana y caribeña, en los lugares clandestinos escogidos por los esclavizados y sometidos servilmente, fugados de las haciendas de los colonizadores que se refugiaron en cumbes, cimarroneras, quilombos, etc., para hacer resistencia anticolonial o antimoderna y practicar modos de vida libertarios opuestos a los modos de vida modernos impuestos por los dominadores europeos de entonces. Por ello se consideran ethos transmodernos y no premodernos.

Relaciones que pervivieron, pese a las derrotas y persecuciones que padecieron los esclavizados, en formas combinadas o solapadas de renuencia y rebeldía, bajo expectativas y deseos libertarios cifrados en un futuro no muy lejano que concretaron parcialmente con su participación, aprovechando las contradicciones entre los blancos criollos y blancos peninsulares principalmente, en las luchas independentistas al condicionar su incorporación con su liberación definitiva.

Luego, amalgamados con otros sectores, se constituyeron como pueblo que progresivamente, según las oportunidades de lucha que se les presentaron, han logrado su dignificación, aún cuando les falte alcanzar su participación plena para ser decisores directos con poder en las instancias de gobierno cuando neutralicen las potenciales dictaduras fascistoides que allí anidan, estimuladas geopolíticamente por naciones imperiales y neocoloniales, y democraticen igualitaria y justicieramente a las democracias representativas o delegativas antipopulares de las oligarquías y burguesías dominantes; asimismo, les falta rescatar generalizadamente el sentido afectual-empático-comunitario para producir y reproducir realizadoramente sus vidas al transfigurar la afectualidad en una nueva sociedad libertaria.

Una sociedad-otra que, si bien haga prevalecer sobre lo moderno las relaciones afectuales transmodernas en los planos económicos, sociales, culturales, políticos, educativos, deportivos, etc., también reconvierta los desarrollos modernos que se consideren pertinentes, por ejemplo, tecnologías no depredadoras de la naturaleza y de los hombres y mujeres.

Para ello, hay que NEUTRALIZAR LA ACTUAL HIPERTROFIA MERCANTILISTA NEOLIBERAL DE LOS DESEOS individualistas, disociadores y consumistas hegemónicos alienantes por ser sustitutivos y atrofiantes de los afectos empatizadores, PROPICIANDO LA INTENSIFICACIÓN DE LAS AFECTUALIDADES, fomentando ÁMBITOS DE RESONANCIA AFECTUAL como pudieran ser las escuelas. Esto es, una política contrahegemónica recreadora de la necesidad de la potenciación de las afectualidades y deseos desalienados; que se afiance raigalmente en la inmanencia política liberadora de los cuerpos y su relacionamiento afectual o empático resonador, sintiendo como propio lo que a otros(as) les pase, promoviendo y aprovechando ejercicios y prácticas que impliquen ese tipo de relacionamiento para formar habitus (esquemas de percepción, de pensamiento, de sentir, de acción, etc.), a través de encuentros identificadores con los(as) otros(as): efectos de empatía a distancia, sensibilidad ético-estética ante la naturaleza, reconocimiento dignificador de los(as) demás, promoción de efectos multitudinarios como movilizaciones, relacionamientos colectivos lúdicos gratificadores recurrentes, conformación de las cadenas de equivalencia y poder demandantes, y otros.

En consecuencia, se trataría de generar afectualidades comunes como efecto de sentido, para potenciar y unificar la inmanencia política de los cuerpos colectivos, produciendo nuevas ofensivas públicas para democratizar igualitaria y justicieramente las democracias oligárquicas-burocráticas-policiales-militaristas, expropiadoras, a través de representaciones delegativas, de la participación decisoria del pueblo, y para la defensa del derecho soberano a tener derechos dignificadores garantes del deseo existencial de vivir en sociedades afectuales.



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Jorge Eliecer Díaz Piña

Doctor en Ciencias de la Educación (ULAC), Magister en Enseñanza de la Geografía (UPEL), Licenciado en Ciencias Sociales (UPEL). Profesor universitario de la UNESR

 diazjorge47@gmail.com

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