Comentario a "De Bolívar a Marx trayectoria ideológica de la revolución bolivariana" de Ismael Hernández

El proceso histórico venezolano de los últimos 24 años, llamados por algunos "chavismo", "proceso bolivariano" o "revolución bolivariana", ha tenido mucha repercusión en el mundo entero y específicamente en América Latina. Las expectativas que despertó en toda la izquierda continental, tuvieron que ver con su contexto inmediato, con el cual ofrecía un interesante contraste. Algunos analistas le han visto, por ejemplo, como convergente con la ofensiva del EZLN, y por ello lo percibieron como parte de una reacción popular en el continente, contra el neoliberalismo que era, entonces, absolutamente hegemónico. Ubiquémonos: se venía de la década del derrumbe del bloque soviético, del auge de la concepción del "fin de la historia" que parecía arrojar al basurero cualquier propuesta de izquierda; los Estados Unidos reafirmaban su hegemonía unipolar geopolítica indiscutible. Por otro lado, parecía que asistiéramos al eclipse de la noción misma de "revolución". Comandantes revolucionarios respetados, como Víctor Tirado del FSLN, anunciaban el final definitivo de la época de toma del poder por la vía armada. El consenso en los medios de comunicación, en las universidades, en los centros intelectuales del mundo, coincidía con la hegemonía neoliberal global.

En cambio, el proceso político venezolano parecía dirigirse hacia otro lado, opuesto al del resto del mundo. De hecho, el "proceso bolivariano" se le considera el inicio de una ola de ascenso al poder de la denominada, en su momento, nueva izquierda latinoamericana, luego denominada "progresismo". Además, pronto se le asoció con el retorno de la consigna del socialismo, aunque esta vez actualizada, como propia del siglo XXI. Como si dejara atrás, definitivamente, el peso muerto de las decepcionantes experiencias del "socialismo real" del siglo que ya había pasado y no volvería.

Existe una bibliografía copiosa acerca del proceso. El número de títulos publicados acerca del "proceso chavista" o "bolivariano", en sus diferentes facetas, desde el psicológico, pasando por el político, hasta llegar a lo pintoresco, ya se acerca, quizás, al millar. La inmensa mayoría, son enfoques agudamente polarizados: de un lado, el chavismo es la nueva expresión del autoritarismo corrupto y represivo; del otro, el chavismo aparece como una nueva esperanza antimperialista y socialista. Se han ensayado múltiples acercamientos: históricos, psicológicos, reportajes específicos (brujos, delito organizado, personalidad de Chávez, etc.). Últimamente, hay una especie de resurgimiento de la discusión acerca del chavismo, incluso desde agentes que provienen de allí: libros-balance como el de Elías Jaua, artículos, jornadas, entrevistas con anteriores colaboradores del Comandante. El chavismo ha revelado su variedad interna, considerando sus disidencias políticas e ideológicas y las últimas revelaciones del inmenso entramado de corrupción. Ya es noticia de periódico de ayer el surgimiento de un heterogéneo sector "chavista crítico" desde casi inmediatamente después de la muerte de Chávez en 2013 y a raíz de la renuncia o apartamiento de importantes figuras, exministros, exdirigentes y "mano derecha" del Comandante. Hace unos pocos meses, se produjo una jornada de balance del chavismo: como período histórico, como movimiento político, como ideología, como gestión de gobierno. Hubo participación e exministros e intelectuales. Igual, se promovieron foros con el mismo tema en varias ciudades del país.

Por supuesto, todavía no hay suficiente distancia histórica como para hacer juicios definitivos acerca del período en el que todavía vivimos. El fenómeno sigue ahí, ha tenido cambios importantes y siguen produciéndose virajes inesperados. No vamos a llegar a la exageración de Chou En Lai, cuando Kissinger, en el marco de las conversaciones preparatorias para el encuentro entre Nixon y Mao, le preguntó su opinión sobre la revolución francesa. No vamos a decir como el líder chino: todavía es muy temprano para apreciar la significación de ese acontecimiento. Al contrario, nos llama la atención el hecho de la proliferación de estudios de conjunto del período, lo cual pudiera ser indicativo de que, tal vez, la experiencia está culminando o de que sorprende su persistencia. En todo caso, Chávez fue en la historia de Venezuela como otro "Rey de la baraja", enumerados por Herrera Luque. Todavía quizás estamos haciendo el balance de las repercusiones de Bolívar, Páez, Gómez, Betancourt y Carlos Andrés Pérez. Somos un país de apenas 200 años y pico. No contamos con los milenios de los chinos.

Referirme a la actualidad del proceso también me sirve para resaltar el tamaño del reto de escribir un libro que haga un balance de algo que todavía no ha concluido. Me propongo comentar el reciente libro del hermano mexicano Ismael Hernández "De Bolívar a Marx: trayectoria ideológica de la revolución bolivariana" que ha afrontado ese desafío. Hernández aborda veinte y pico de años de proceso histórico, con su atención puesta en la evolución de las ideas que han guiado a los dirigentes chavistas, comenzando por el propio Chávez. Dedica tres capítulos a un marco teórico que lo sitúa claramente en una perspectiva marxista, con especial énfasis en Gramsci. De allí derivan sus categorías de análisis, entendiéndolas a la manera de Kant: condiciones de posibilidad del entendimiento que organizan las percepciones de los fenómenos.

Con una prosa que combina claridad sintáctica, propiedad conceptual y elegancia expositiva, Ismael explica los conceptos clave relativos a la ideología. No se aparta de los clásicos Marx y Gramsci. Tal vez habría ganado, en términos de complejidad conceptual, si hubiese profundizado un poco más en las reflexiones de un Ludovico Silva, de un Eliseo Verón, Althusser, Zizec, Bourdieu y tantos otros que han dedicado ríos de tinta a discutir el concepto de ideología. Pero el punto principal, al cual se aferra el autor, es el de reconstruir la trayectoria ideológica de una dirección política entendiéndola como enraizada, posibilitada, condicionada, encauzada, por el resto de la historia, con sus incidencias políticas, económicas y sociales, así como por los intereses de las clases en lucha. Eso hace más histórico su estudio, y menos "ideológica" su indagación.

Primer acierto: la recuperación y aplicación del concepto de "bonapartismo" y de "cesarismo" para comprender el chavismo. Así, citando a Gramsci, Ismael caracteriza al cesarismo (Marx también lo llamada bonapartismo) como la solución de una crisis orgánica (como la que sufrió Venezuela desde las década de los ochenta) a través de un jefe carismático que posibilita su poder de árbitro entre las fuerzas de clase enfrentadas, que se hallan en una situación de equilibrio inestable, en la cual "ningún grupo, ni el conservador ni el progresista, tiene la fuerza necesaria para la victoria e incluso el grupo conservador necesita un amo" (Gramsci citado en la página 117). Más adelante, dice Ismael: "la salida de la crisis fue a través del bonapartismo progresista encarnado en Hugo Chávez y el MBR-200. Al menos en los primeros años de gobierno, Hugo Chávez y los militares pretendieron actuar como mediadores del conflicto, hacer avanzar y al mismo tiempo moderar a las fuerzas populares".

Ya esta tesis de caracterizar al chavismo como bonapartismo la había escuchado antes. Y, al explicarlo, se traían a colación abundantes citas de discursos de Chávez en las que se advertía que solo él podía frenar o encauzar pacíficamente el furor de las fuerzas populares contra la "oligarquía" venezolana. Ismael señala, en la página 119: "el chavismo de manera gradual pero sostenida va perdiendo su aparente neutralidad frente al conflicto de clase y se va inclinando cada vez más hacia las clases subalternas". Esta descripción de la línea de acción de Chávez se corresponde con una evolución ideológica que el autor reconstruye, apoyándose en entrevistas e intervenciones directas del personaje histórico, no sin antes dedicar un capítulo a la superestructura del capitalismo rentista (capítulo III), donde analiza la cultura del petróleo y la viveza criolla, apoyándose en autores venezolanos; y los dos capítulos siguientes (el IV y el V) a las dos almas de la rebelión: los marginales (levantados el 27 de febrero de 1989) y los militares (alzados el 4 de febrero de 1992). Este análisis es bastante ajustado, sobre todo porque, más tarde, explica los dilemas de definición ideológica del chavismo , a la debilidad del proletariado, y a ese rol fundamental de los mismos segmentos sociales: los pobres urbanos de la economía informal y los uniformados.

El otro aspecto del bonapartismo, que Marx analiza en extenso en su "18 Brumario de Luís Bonaparte" es su apoyo en los desclasados, en el lumpen, que en la Francia de la segunda mitad del siglo XIX eran rufianes organizados en una asociación, y en la Venezuela del siglo XXI son burócratas corrompidos, empresarios de última hora, militares contrabandistas y hasta asociados con grandes organizaciones criminales como el Tren de Aragua. Este aspecto es un interesante filón de investigación, tomando en cuenta que la corrupción comenzó con Chávez, como se advierte en los casos de su enfermera, su tesorero, su presidente de PDVSA y demás casos que solo ahora se conocen parcialmente. Pero esto es un comentario al margen. Una simple sugerencia para los que investigan el carácter bonapartista del chavismo.

Volviendo al libro de Ismael Hernández, él precisa una característica del chavismo como ideología, en la cual hemos coincidido varios autores: el eclecticismo. Chávez, frente al ambiente de ideas de la década de los noventa, descree del fin de las ideologías. No retorna a las "ya superadas" del siglo anterior, sino que más bien busca retomar elementos de tres fuentes que le parecen "originarias": Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. Esta idea, de paso, no es original de Chávez, sino de Douglas Bravo. Demostración de este eclecticismo son los discursos de Chávez en los que hizo mezclas de diverso tenor. Decía Rigoberto Lanz alguna vez que es válido mezclar, pero que sea una ensalada de buen sabor y no un basurero de cachivaches amontonados sin ton ni son.

Quizás Ismael (aunque cita un discurso del comandante donde aparece el elemento) no le dio relieve a un ingrediente de las ensaladas chavistas: la tradición cristiana, propia de toda la izquierda latinoamericana, alentada por la "Teología de la Liberación". En otros textos, hemos apuntado que, en Chávez, se mezclan por lo menos tres tradiciones: el nacionalismo de "Venezuela Heroica" proveniente de la mentalidad militar, las tradiciones de la izquierda, heterogénea y compleja como es (desde Allende hasta el Che), y el cristianismo postconciliar.

El autor del libro que comentamos dedica interesantes páginas a analizar esta peculiar mezcla, y no deja de referirse a un fenómeno del "pensamiento" de Chávez que, a mí, por lo menos, me motivó a hurgar en las ideas de George Sorel y José Carlos Mariátegui, acerca de los llamados "mitos movilizadores" (ver mi libro "Interpretar el horizonte"). En efecto, Ismael se detiene en una concepción de Chávez acerca de la propia ideología y de la suya en particular. Esta no tendría por qué ser una teoría coherente, más propia de académicos, que tiende a ser "inútil"; sino más bien un compendio de "ideas-fuerza" con propiedades movilizadoras. Es decir, en Chávez la noción de ideología coincide con la de agitación, o por lo menos, con la reunión de relatos extraordinarios, frases agitadoras, llenos de calor, que tengan efectos conmovedores en las masas. Eso es lo que Sorel y Mariátegui entendían como "mitos movilizadores".

Las relaciones de Chávez con Marx también son utilitarias, no doctrinarias, de acuerdo a la descripción de Ismael, y con él concuerdo. El comandante declara que no es marxista; pero tampoco antimarxista, y deja la puerta a la cooperación con el marxismo, la cual, páginas más adelante, el autor del libro que comentamos, lo relaciona con la influencia "de los cubanos". Por lo demás, las relaciones entre el marxismo y la América Latina siempre fueron complicadas. José Arico, el editor argentino de obras de Marx en México, tiene textos acerca de esto que intentan, en dos platos, salvar a Marx del eurocentrismo de sus primeras obras, hoy "clásicas", mediante la referencia de otros textos suyos, tardíos, menos conocidos, y que se atrevían a ir un poco más allá de Europa y Norteamérica. La cuestión va desde el insultante análisis de Bolívar que hizo Marx, hasta los intentos de pensadores como Pedro Duno, Pedro Ortega Díaz, Núñez Tenorio, Francisco Pividal, entre otros, de ensamblar el marxismo con el "pensamiento bolivariano".

Son aciertos de Ismael su análisis de la génesis y trayectoria ideológica del propio Chávez, sus complicadas relaciones con un sector de la izquierda (especialmente, el PRV de Douglas Bravo y la Causa R, pero también, y desde cierta distancia, el MAS), en su momento inicial y luego con la fundación del PSUV, en 2006, cuando pareció pretender exterminar al PPT y al PCV solo por negarse a disolver sus respectivas organizaciones partidarias.

Sigo anotando logros analíticos de Ismael: destacar la relevancia del carácter carismático-personalista del movimiento (por lo que su muerte es un factor fundamental de la deriva del chavismo) y la identificación de los militares como sector social dominante (lo cual confirma lo del "cesarismo"). Tal vez por la simpatía que trasunta Ismael en su texto, no hacia el gobierno de Maduro, sino más bien hacia el conjunto del proceso histórico "bolivariano", se le escapan algunos "detalles" importantes del proceso de intensas luchas desde 2013 hasta 2019: a) la violación del debido proceso e inicio de procedimientos de violación sistemática de derechos humanos (torturas, eliminación del debido proceso, cierre masivo y neutralización de medios de comunicación, neutralización de partidos políticos por la vía judicial), b) la convocatoria irregular de una "Constituyente" violando disposiciones constitucionales, sin someter la convocatoria a referéndum (como dictaría el respeto a la progresión de derechos), aplicando además un esquema corporativista reñido con los principios constitucionales, c) control partidario sobre todos los Poderes Públicos, d) suspensión de la Constitución por la Ley Anti Bloqueo, e) avance de proyectos ecocidas como el Arco Minero del Orinoco.

En la página 309, el autor presenta cuatro escenarios posibles ante la crisis desatada en 2013 con la elección, por estrecho margen, de Maduro como presidente: "1) el chavismo se mantiene en el poder y avanza hacia el socialismo, 2) el chavismo se mantiene en el poder pero en lugar de ir hacia el socialismo avanza en la construir de un capitalismo peculiar, distributivo y democrático, 3) el chavismo es desplazado del poder y la reacción instaura el más salvaje neoliberalismo, 4) la actual dirigencia de la revolución (Maduro y los militares) es desplazada, pero no por la derecha, sino por una nueva vanguardia revolucionaria. No pudo prever el autor una quinta posibilidad: que Maduro y su equipo diese un viraje hacia un autoritarismo, auspiciado por la suspensión de facto de la Constitución, que aplicara medidas económicas del salvaje neoliberalismo, que incluye privatización, dolarización de facto, negociación con el capital transnacional para entregar riquezas, suspendiendo la constitución y violando derechos humanos. Pero es que líneas antes había vislumbrado un punto de bifurcación donde pueden "ganar terreno dentro del gobierno las posiciones que abogan por abandonar el proyecto socialista". La otra posibilidad habría sido la de una "ofensiva más grande que se haya visto hasta ahora por parte de las fuerzas más reaccionarias y la cancelación quizás definitiva de la posibilidad del socialismo". La gran ofensiva de derecha provino del propio gobierno de Maduro. Ironías de la historia.

Por supuesto, el cierre temporal del análisis de Ismael no pudo comprender las últimas derivas ideológicas del chavismo: giro hacia el monetarismo económico y suspensión de los derechos laborales, a veces justificado como respuesta al "bloqueo". Otros analistas lo explican más bien por la masiva corrupción y la formación delictiva, por apropiación de la renta, de una nueva burguesía rentista-lumpen. Habría que sumar al inventario de hechos ideológicos que ilustran la deriva ideológica del chavismo-madurismo, el recurso al show (el "Drácula" del gobernador de Carabobo) y a los superhéroes (Superbigote, video de "los Vengadores" chavistas); la aplicación de una especie de "neolengua" para militantes de base, con la cual se pretende borrar conceptos como el de salarios, aparte de chantajes materiales, psicológicos y morales, como el "antimperialista", por el cual pueden meter preso a cualquiera por "agente de la CIA" (ver caso de la pareja de PDVSA, detenida y torturada por denunciar actos de corrupción en la empresa petrolera nacional). Con la teoría del bonapartismo pudiera explicarse este giro a la derecha del chavismo-madurismo. Ya Chávez mostraba evidentes muestras de caudillismo y falta de perspectivas revolucionarias.

En cuanto a juzgar si aquí, en Venezuela, hubo una revolución, habría que aplicar una especie de baremo con los que se medirían los grados del cambio político. La escala contendría niveles, tales como a) quítate tú para ponerme yo, b) cambios reformistas en la estructura del Estado, c) cambios estructurales en la sociedad y la economía. Me parece que aquí se dieron los dos primeros grados, pero luego, por faltas de previsión y visión del liderazgo, hubo una importante regresión que culminó en las penurias actuales que sufre la población y la actual suspensión de la Constitución e imposición del autoritarismo con rasgos pragmáticos y neoliberales.

Ismael me anuncia que hará una nueva edición de su libro. No sé si incorpore alguno de los elementos que he señalado. Es su libro y me dice que en un aparte final, actualizará su análisis. Pero más importante que ello, y lo que le daría mayor interés a un libro que ya de entrada recomendamos ampliamente, es ubicar este proceso en el nuevo contexto de la guerra fría que hoy sacude al mundo, al enfrentarse, de un lado Estados Unidos y la OTAN, y del otro, Rusia y China, con participación prometedora de una América Latina vinculada a los BRICS y con el liderazgo de Brasil, Ya veremos qué pasa.

Felicitaciones al hermano mexicano Ismael Hernández y recomendamos calurosamente su libro "De Bolívar a Marx. Trayectoria ideológica de la revolución bolivariana".

 



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Jesús Puerta


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