Los Viajeros de Indias en Venezuela

No fueron diferentes los Viajeros de Indias de Venezuela a los que anegaron de lágrimas al resto de Nuestramerica. Veamos en estricto orden las características de sus gobernadores.

Vamos a escoger como objeto de los focos colonizadores del Centro, o serán, 1.800 hombres que arribaban a Venezuela entre 1929 y 1570.

¿Qué sucede en una gobernación (Coro) donde a excepción de Bastidas, —que es obispo, abúlico e indiferente— todas sus autoridades son una cáfila de criminales y obsesos? ¿Es casualidad esta mayoría absoluta de delincuentes comunes en el poder?

Comencemos por sus gobernadores:

Alfínger. —Pedro Manuel Arcaya e Isaac Pardo coinciden en afirmar que Juan de Ampíes, primer español en Tierra Firme, fue un buen hombre. No se muestra tan entusiasta el Padre Aguado cuando acusa a "Juan el Bueno" y a sus sesenta hombres, de saqueadores, ladrones y esclavistas. Lo que atenúa los desmanes de Ampíes es la presencia de Ambrosio Alfínger, su sucesor. La maldad de este hombre es tal que, a su lado, el fundador de Coro parece un misionero.

Lo primero que hace Alfínger al llegar a su Gobernación, es poner en cadenas a Juan de Ampíes y expulsarlo a Curazao.

Acto seguido, comienza a entrenar a sus soldados contra los pacíficos caquetíos. Según el Padre Aguado, las incursiones que organiza Alfínger contra los pueblos vecinos se deben a la despoblación que en unos meses había provocado Ampíes "el Bueno". A los indios capturados los traían. Dice Castellanos, como esclavos. Coro se convierte en el mercado de carne humana de Nuestramerica. Los crímenes de Alfínger y su gente llegaron a tales extremos que el cacique Manaure y todo su pueblo abandonaron para siempre su tierra. Oviedo y Baños, refiriéndose a la crueldad del alemán para con los mismos españoles, escribe: "Castigaba por leves causas con azotes, horcas y afrentas a muchos hombres de bien".

El Padre Aguado se explicas el afán de destrucción de los hombres de Micer Ambrosio, a causa del odio que sentían contra él y sus compatriotas los españoles.

Sus expediciones son un constante vagar, dejando a su paso una estela de sangre y fuego. "El país de Tamalamaque lo corrió todo, talando, robando y destruyendo a sus miserables habitantes y sin que la hermosura de tan alegre país fuese bastante a templar la saña de su cruel pecho. Fue duro y cruel con sus hombres, ahorcando a unos, azotando a otros y vejándolos a todos". No lo detenía, en su afán de destrucción, ni el más cumplido acatamiento, ni el vasallaje más humilde. Los indios de Santa Marta salieron a recibirlo con cantares y bailes. No obstante, hizo gran matanza entre ellos. En la ciudad de Coro encarece los precios y extorsiona a los españoles, oculta el dinero al fisco, da órdenes de perseguir y esclavizar a los indios, sin piedad.

El Padre Aguado describe la crueldad de Alfínger a través de esta anécdota: "Traía el conquistador una larga fila de indios sujetados a una larga cadena que se les enrollaba en el pescuezo. En esta forma habían recorrido días y días de abruptos caminos. Cansábanse, y faltándoles las fuerzas se caían y sentaban en el camino. Este alcaide o verdugo de Micer Ambrosio, por no detenerse y abrir la cadena y sacar al indio que se cansaba, por otros diabólicos respetos que le movía, cortábale la cabeza para quitarlo de la collera. De esta suerte se certifica de haber quitado la vida a muchos indios".

En una de sus expediciones encontró la muerte cerca de Pamplona. "La Memoria de Micer Ambrosio no se extinguirá en muchos siglos en la región". Marcado con su nombre ha quedado en la geografía el valle que le dio la muerte. "Jamás —como dice Arciniegas— ejército alguno en la conquista de América ha sido tan cruel como éste".

Santillán. —La muerte de Alfínger se sabe en Coro en septiembre de 1533. Inmediatamente se produce una revolución en aquella ranchería de apenas trescientos hombres. En su ausencia, Alfínger había dejado encargado del gobierno de la ciudad a Bartolomé Santillán, quien, según Castellanos era "persona de valor, sagaz y urbana". No pensaban lo mismo sus gobernadores cuando le prendieron con gran alboroto tan pronto supieron la muerte de Micer Ambrosio. Lo acusaban de violento, cruel y libidinoso. Azotó a unos, encarceló a otros e hizo robar indios para refocilarse. Pero lo que más irritó a sus gobernadores a sus gobernados fueron las jactancias de Santillán de haber gozado a las españolas casadas. "Perseguía a las mujeres que se resistían a sus deseos, prendiéndolas y maltratándolas".

La Ciudad Divida en Bandos. —Mientras se informa a Santo Domingo de los sucesos, gobiernan interinamente la ciudad los oficiales reales y los alcaldes Pedro San Martín y Francisco Gallegos. "Durante su mando, ellos, lejos de remediar los males que a los infelices indios vienen causando Alfínger y Santillán, los agravaron, como se puede verse en el proceso que instauran para esclavizar a los Jirajaras. Terminan "echándolos argollas a los pescuezos de hierro para que trabajasen con ellos".

En estas condiciones llega a Coro el Obispo Rodrigo de Bastidas, hijo del conquistador.

Aprovechando las circunstancias, se le elige para el doble cargo de obispo y gobernador. Se encuentra a la gente de Coro malhumorada y dividida en dos partidos; se acusan los unos a los otros: la tierra está despoblada de indios. Coro es un pequeño infierno a pesar de sus trecientas almas. No le seduce al apacible obispo ni su obispado ni su gobierno. Deja de gobernador interino a Alonzo Vásquez de Acuña y regresa a Santo Domingo.

Espira, el Demente. —Poco dura el interinato de Acuña. El 6 de febrero de 1535 llega a Coro el nuevo gobernador, Jorge de Espira, a quien Herrera en sus Décadas llamará el Demente. A excepción de la fatalidad que acompaña a este hombre a lo largo de su vida y de la fantasía desbocada que tanto impresionan a Herrera, no hay mayores variantes respecto a crueldad y matanzas. Esclaviza y encadena a los Jirajaras, empala, marca con hierro a los indios; roba, viola e incendia en todas sus expediciones; es despótico y cruel con sus soldados.

Como la travesía de España a América fue tan desastrosa, atribuye su infortunio a un pobre soldado sodomita. Sin pensarlo mucho lo hace quemar vivo.

Muere de fiebres y enfermedades, camino de la Casa del Sol, hacia 1540.

Federmann, el Cruel. Como Espira lo primero que hace al llegar es irse de expedición, deja de gobernador a su teniente Nicolás de Federmann. La figura del joven gobernador es una de las sanguinarias y crueles que recuerda la historia de América.

No ha vuelto la espalda Espira, cuando ya Federmann prepara a su vez otra expedición. Sale de Coro en septiembre de 1535 dejando en su lugar a Francisco Venegas. En el corto lapso de seis meses se suceden dos hechos que vienen a alterar la ya revuelta gobernación. Una es el nombramiento de Federmann como gobernador de la provincia, en sustitución de Espira, que anda perdido por los llanos. Francisco Venegas, el gobernador interino dejado por Federmann, a su vez, ha muerto deponiendo el mando en Pedro de Cuebas.

Semejante situación divide a la ranchería de Coro en tres facciones: unos que pedían a Federmann como gobernador, otros que preferían a Espira, y los más que quitasen el gobierno a los alemanes. "pues es bajeza, poquedad y mengua mandarnos gentes de contraria lengua". Formuláronse acusaciones contra los dos competidores y contra los alemanes ante la Audiencia de Santo Domingo y la propia Corte de España.

Navarro, el Juez Procesado. Las Audiencia pretende solucionar el problema enviando como Juez de la Gobernación de Venezuela al Licenciado Antonio Navarro. El peor la solución que el problema. Sus desmanes y atropellos llegan a tales extremos que de juez y gobernador se transforma en reo. Castellanos dice del expresado Licenciado:

"Era varón de poca prudencia

Y no para tal cargo suficiente".

Remata el autor de las Elegías al Licenciado con estos versos:

"El cual por autorizar su mando

Ahorcó a dos soldados en llegando".

Como uno de los peores hombres que han venido a estas tierras lo califica Pérez de Tolosa. Pereció en un naufragio mientras regresaba a Santo Domingo cargado de cadenas. Por Real Cédula expedida en Toledo el 18 de abril de 1539, se restablece en su cargo de gobernador al infortunado Espira. Muere en su cargo un año más tarde, en la ya referida expedición. Desempeña el cargo su teniente Juan de Villegas. Permanece en sus funciones pocos meses. En diciembre de 1540 lo sustituye el fugaz e inestable Bastidas, quien por tercera y última vez se encarga de la gobernación.

Boiza, de Gobernador a Reo. Organiza una expedición al mando de Felipe de Hutten, y lo manda en seguimiento de Montalvo, el jefe de la expedición, quien por muerte de Espira continuaba tras la búsqueda del Dorado. En 1542, Bastidas, nombrado Obispo de Puerto Rico, deja la gobernación en manos de un portugués al servicio de Castilla: Diego de Boiza. "Este era un hombre —dice Arcaya— de muchas campanillas pero de mala conciencia". Fueron tantos los desmanes que cometió, que tuvo que salir huyendo de su gobernación, terminando sus días en Honduras.

Rembold, el Loco. Lo sucedió en el cargo un alemán llamado Enrique Rembold (1542). La locura es esta vez lo que produce el desgobierno de esta infortunada Provincia. El gobernador cae presa de una profunda melancolía que no lo abandona hasta su muerte en 1544.

Los Alcaldes Coaligados. Quedaron encargados del gobierno los alcaldes Juan de Bonilla y Bernardino Manso. Oviedo y Baños dice de estos alcaldes: "Empezaron a disponer de las cosas a su modo, con tal confusión, que lo que uno mandaba, el otro contradecía; y no sabiendo los vecinos a cuál obedecer, se redujo la ciudad a tan monstruoso desorden, que sólo se veían en ellas injusticias, sobornos y violencias". Terminando ambos alcaldes, agrega el propio historiador, por abandonar fugitivos la ciudad, de miedo a las responsabilidades en que habían incurrido.

El Monstruoso Carvajal. Enterada la Audiencia de este desorden, nombra como gobernador de la Provincia al escribano Juan Carvajal. Llega a Coro el 1º de Enero de 1545. Asumió el mando de inmediato, conjuntamente con sus maldades y abusos de todo género. Aunque representaba las nuevas leyes de Castilla en el sentido de prohibir la esclavitud de los indios, fue el primero en ignorarlas. Desde el primer instante se le mete en la cabeza la idea de abandonar Coro y fundar en las tierras de Sogamozo una nueva ciudad. Para salir con su idea, falsifica documentos, inventa leyendas y a los más reacios los amenaza con la horca. Los primeros días de abril se inicia el éxodo y el atroz sufrimiento de ciento ochenta españoles. En Diciembre de 1545 funda el asiento de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción del Tocuyo. "Y allí, en la Pura y Limpia, erigió, según cuenta la tradición, una hermosa ceiba para ahorcar en ella a cuantos no quieran someterse a su desaforada autoridad".

Múltiples son los crímenes de este hombre y las afrentas y malos tratos que prodigó a aquella minúscula ciudad. Como un obcecado, la tomó contra los sesenta vecinos que habían quedado en Coro; bajo amenazas de muerte los requería para su pueblo. En un solo día hizo colgar a ocho hombres en su célebre ceiba. Escandaliza a la población con su concubina Catalina de Miranda. El pueblo de La Vela de Coro recibe el nombre a causa del miedo que tenían por Carvajal. Pasaban las noches "velando" sobre las armas, temiendo a cada instante que el vesánico gobernador viniese a degollarlos.

El reinado de Carvajal dura exactamente un año. En 1546 el Licenciado Pérez de Tolosa, investido con el cargo de gobernador por la Audiencia, se llega calladamente hasta el Tocuyo. Cuando Carvajal lo enfrenta, está rodeado por sesenta hombres con intención resuelta. Pérez de Tolosa lo condena a la más espantosa muerte. Lo sacan de la cárcel atado a la cola de un caballo y lo arrastran por la plaza hasta el cadalso, que en este caso fue su propia ceiba patíbulo. Dice la leyenda que, a partir de ese mismo instante, el gigantesco árbol comenzó a secarse como si el mismo fuese parte de Carvajal.

Con la llegada de Pérez Tolosa se inicia una nueva era en la gobernación de los alemanes. La Provincia está despoblada. De los 1.100 hombres que han llegado a estas tierras con Ampíes, Alfinger, Federmann, Espira y Bastidas, sólo quedan vivos unos trescientos. El resto ha perecido por obra de aquella dromomanía trágica. Ochocientos hombres han perecido en este amanecer de Venezuela que no termina de despuntar. 21 gobiernos se suceden durante esos 17 años. A excepción de Bastidas, "el comodín a la Audiencia", no hay gobernador que dure en sus funciones. Venegas se muere sin haberse asentado en su interinato; Cuebas dura quincena; Rembold se vuelve loco. Lo mismo da que sean alemanes o castellanos. Un Santillana o un Carvajal bien valen por un Alfínger o un Espira. Tan criminal es el castellano Navarro, como el portugués Boiza. Los gobiernos múltiples de los alcaldes son igualmente desastrosos, como lo demuestra el caso de los gobiernos de Bonilla y Manso.

Arcaya, Op. Cit.

Aguado, Op. Cit.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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