Guaidó y Maduro: los desechables

Es curioso que nunca pensemos que aquello que le pasa a los demás nos puede estar pasando ahora a nosotros, o nos pueda pasar. Siempre nos medimos distintos o por encima de lo que somos, o nos despreciamos tanto que aceptamos todos nuestros males de forma fatal.

Por ejemplo, vemos como el imperio quita y pone gobiernos, invade países; sabemos que tienen rato en Afganistán, no se sabe con certeza haciendo qué (más allá de matar personas) y nunca se nos ocurriría que eso nos puede pasar a nosotros, pensamos con certeza que eso solo les pasa a los otros. Porque los afganos son extranjeros, extraños, a la manera como en Blockbuster (aquí en Caracas) las "películas extranjeras" son "las otras" que no están hechas en EEUU. Nos negamos la posibilidad de ser lo que somos.

Esa idea intensamente alienada de nosotros nos protege de una angustia adicional a la que ya vivimos a diario; o sea, pensar que nos pueda pasar en cualquier momento lo que le pasa a los demás. En el cine nos reímos de los puertorriqueños, despreciamos a los musulmanes, nos apiadamos de los negros, nos dejamos llevar por los mismos sentimientos que despiertan los escritores blancos en los blancos; ¡todos somos blancos!, cuando vemos Netflix y cuando no lo vemos también, por eso es duro cuando nos llaman negro, grasoso, latino de mierda… ¡duele!, duele ser uno y no el otro, el héroe con corazón de blanco.

Lo mismo pasa con nuestros políticos. Maduro está convencido de que Trump lo escucha los "miércoles de economía" y los "jueves de viviendas" también, igual le pasa a Diosdado con el mazo. Y Guaidó, cree que puede ir a EEUU sin ser invitado o sin ser vigilado. Los dos se colocan a la altura de los políticos más importantes siendo ellos los dos pendejos que son, sin mostrar una gota de dignidad, con una sonrisita medio babosa a flor de labios. Y si los desprecian dicen: "quién querría echarse ese viaje para allá, que venga Él para acá ¡nojombre!". Y con eso llaman una cadena nacional o convocan una rueda de prensa: –"No sé se lo debamos decir pero noche conversamos con la Casa Blanca y…"

Guaidó, buscando clientes dónde y cómo sea, el solito se descalifica por exaltado, por distribuir de forma indiscriminada odio a todo lo que venga de Maduro, mentiras en contra de Chávez, del socialismo… y con su repulsivo servilismo, más fuerte que él, fotografiándose con todos aquellos interesados en nuestros recursos y la mano de obra barata. Sin embargo él se cree presidente, y que por eso no le va a ocurrir nada que no sea digno de su majestad. Hasta que lo pongan preso. Lo mismo hace Ledezma desde España y Borges desde Colombia, se sienten embajadores de la libertad y apoyados, hasta que se les acabe el dinero y los empleadores los despidan… y los pongan preso. La diferencia está en que a Guaidó parece que lo protege Maduro u otro santo parecido, porque está en Venezuela maldiciendo de todo y como si nada… O solo se trata de la osadía involuntaria, nerviosa, de un codicioso, que en su empeño no resulta tan cobarde como Borges y Ledezma, que es bastante decir.

Del lado de acá, Maduro ha hecho lo posible e imposible para reunirse con Trump y explicarle "la vaina" –o para dar a entender a sus televidentes que así lo hizo – en nombre de la paz; con el "camarada Trump", como lo llamó una vez de cariño; según él, el presidente más engatusado del mundo por sus asesores… Hasta que lo persiga la interpol.

Nosotros no perdonamos que Maduro haya acabado con el entusiasmo revolucionario privatizando la consciencia y el país. Maduro fue la quinta columna (ya no) del imperio para hacer que nos abrazáramos a sus rodillas. En eso estamos claros. Y de allá para acá EEUU nunca perdonó a Chávez y a Venezuela por todo lo que hizo el comandante.

Pero allá en el norte están claros también, no se dejan comprar con favores de traidores, desprecian a Maduro, no lo respetan, tampoco a sus amigos (a Chávez lo tuvieron que matar para desarmar la revolución, por ejemplo). A Maduro solo lo presionan un poco y esperan a que se mallugue, se pudra y caiga. Pero, a pesar del capitalismo inyectado por Maduro en el cuerpo del chavismo, frente al imperio y al capitalismo, todos vamos a pagar por igual la rebeldía de Chávez: los rebeldes (los tira piedras) que queremos reactivar la revolución, y Maduro, el madurismo y sus negocios secretos; ¡justos y pecadores!

El fracaso de Guaidó y de la vieja derecha política en general, está en que ellos también son desechables, como Maduro. Si no se ven resultados tangibles – gente muerta en las calles de hambre, cadáveres en las aceras, como en Quito, aunque sea un sargento muerto de covid 19 – no los dejarán entrar en el país, en su país, o los acusan de cualquier vaina, los ponen presos o los deportan, los tiran, como un tapabocas, pal tobo.

Con todo y este circo político, de solo dos payasos funámbulos, ahora Venezuela –el paquete completo – es El Tema electoral para los candidatos en los EEUU. Los mayameros fascistas de Venezuela, para no confundirse con el fascista mayor de Trump, le colocaron los ojos de Chávez para asociarlo con la Venezuela que más odian, la de Chávez, y la de ahora, a donde no quieren ni pueden regresar –de paso destruida por Trump y por Maduro, los ojitos de Maduro le irían mejor a Trump –. Y por su lado Trump descalifica a Biden declarando que un gobierno suyo terminaría haciendo de EEUU una versión ampliada de Venezuela.

A pesar de los payasos, para un Chávez y para los socialista no estaría mal que se nos diferencie de la "normalidad" que representa el país del norte; que Venezuela – así Maduro nos tenga ahora en el piso y con una pata en el cuello– no sea un ejemplo para EEUU ni el mundo capitalista... ¡Porque algo hicimos bien que los fascistas no nos quieren!… ¡Allá ellos con sus miedos, con sus fantasmas, y sus confusiones (los que las tienen).

Estando Chávez de presidente y comandante, de líder de Venezuela, este país representó una verdadera amenaza y una alternativa al individualista, al egoísmo y la obsesión gregaria por el éxito, que sostienen los capitalismos, los imperios, y potencias europeas. Aun siendo un país capitalista Venezuela fue un dolor de cabeza; mientras Chávez estuvo vivo entusiasmó al continente y el mundo asumiendo el socialismo como bandera, fundó la CELAC, UNASUR; TELESUR, el ALBA, intentó cambiar desde adentro Mercosur, se fortaleció la OPEP; con él emergieron gobiernos indóciles en el continente, los cuales recibieron su dosis de violenta fascista, de "reacción" (golpes suaves y contundentes, hasta desaparecer todos, el último fue el de Evo Morales). ¡La independencia económica y política no se perdona!, pero levantar con ella la bandera del socialismo ya es el colmo.

Solo nos resta olvidarnos nosotros también de Maduro y de Guaidó; desechar la peste del madurismo, de la lumpen marginalidad que nos gobierna, y de los guaidoses y la lumpen burguesía, que también nos gobierna, jalados por el capital. Y recomponer el camino trazado por Chávez con el plan de la Patria y su Constitución, llamar a la gente a pelear por lo que es de todos nosotros, frenar la privatización del país y avanzar con la revolución socialista de Chávez, sin engaños, peleando, desde lo que somos, no de lo que creemos que somos.

¡Volvamos por el camino del socialismo! ¡Viva Chávez!



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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