El pesimismo y el vacío interior del productor de bienes de consumo

—"Se habla de liberación de los prejuicios. ¿Qué prejuicio mayor que reducirlo todo a una erótica dirigida hacia el comercio y la venta? Todo se sexualiza en cálculo frío de ganancias, mediante la publicidad, la T.V. y el espectáculo continuo. La ambigüedad de cultiva también comercialmente, paras jugar sobre dos teclas a la vez, en un desarrollo bisexual sistemático. Así la postmodernidad cierra el círculo de la ostentación andrógina: de Heliogábalo a Miguel Bosé, pasando por el furo de ostentación pornográfica prefabricada de la machorra Madona y por Michael Jackson, un amiélico en estado perpetuo de masturbación tan mecánica como su baile. La cirugía estética, en una sociedad decadente como la nuestra, regida por el culto a la piel, tenía que prosperar como técnica corporal al servicio del narcisismo de los concursos de belleza, del jet-set y de los "ídolos" del espectáculo incesante".

Juan Liscano.

—En la actualidad, Nuestra América se encuentra gravemente retrasada en los cuatro o cinco grandes campos del futuro. En estos terrenos, es indudable que debe unir y concentrar sus medios de investigación y de desarrollo. Pero, a largo plazo, la política industrial sólo puede tener probabilidades de éxito en la medida en que se apoye en una infraestructura eficiente y dinámica, de empresas y bien dirigidas.

Sería imprudente confiar en una convergencia natural de intereses, en las proezas conciliadoras de los diplomáticos, o en una armonía espontánea de los servicios. Para resolver eficazmente problemas colectivos de esta envergadura, los pueblos inventaron, hace ya mucho tiempo, unas cosas llamada poder político. Sólo la sociedad comunista soñada por Marx podría pasar si él. Por eso no existe. Una lógica elemental, no derivada de ningún apriorismo dogmático, sugiere que los pueblos de Nuestra América, para sobrevivir como tales, deberán aceptar un mínimo de poder. La cosa, por otra parte, no tiene ningún misterio, y no justifica pasión ni aprensión excesivas.

Las condiciones de esta organización serán difíciles. Ante todo, tienen que ser muy rigurosas. No debemos olvidar el objetivo: se trata del poder de EE.UU. Pues bien, aunque el pueblo de Nuestra América sea tan numerosa como la de los EE.UU., su poderío técnico y financiero actual es mucho menor. Si la situación fuera a la inversa, podríamos sin duda contentarnos con una organización un poco blanda, que permitiese efectuar la transición. Pero la voluntad de asegurar a Nuestra América una autonomía de destino partiendo de esta inferioridad inicial, nos obliga a considerar necesaria una organización que sea, a un tiempo, eficaz y poderosa.

Estados Unidos de Norteamérica: Todo se explota. Se corrompen todo. Se lucra, no ya con la fuerza militar, sino con su propia inmoral. Se le irrespeta a Nuestra América, hasta en sus fueros más sagrados. Se le envenena, no sólo en, los obscuros socavones donde se extraen los minerales para las industrias de la muerte, sino a pleno día, haciéndole tomar como verdad los más amargos brebajes. Nuestros espíritus conformistas, para ir topar, cara a cara y en lucha desigual, con las huestes del feroz invasor.

En efecto, las dos condiciones necesarias para la eficacia de una organización son, por una parte que cierta autonomía de poder en relación con los EE.UU., y, por otra, que posea reservas propias, para las grandes acciones determinadas en común. Estas dos cuestiones, frecuentemente complicadas por las polémicas, tienen que ser dilucidadas.

"El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por peores hombres".

Platón.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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