Si pudiéramos aprender de Cuba

Es mucho el daño que los gringos le han hecho a Cuba con un bloqueo tan criminal, que sólo un gobierno tan fascista como el de ellos (Israel) puede apoyarlos.

Sesenta años de lucha, resistencia y dolor tienen los cubanos por el solo hecho de ser el primer país de este continente en declararse socialista.

Resulta fácil decir que Cuba sufre por culpa del socialismo, cuando ni siquiera el imperio más poderoso del planeta (EEUU) podría soportar semejante agresión y mucho menos tener, a pesar de todo, logros tan importantes en salud, educación, deporte, turismo, seguridad y pare de contar. Baste con decir que de los millones de niños desnutridos que pueblan las calles del mundo, ninguno es cubano.

Sirva esta breve introducción, para preguntarnos ¿Cómo es que un gobierno y un pueblo acosados, atacados y difamados por el monstruo más grande y poderoso que como nación haya existido en la historia de la humanidad, ha podido permanecer en pie de lucha por más de sesenta años? Y más allá de ello ¿Cómo es que ese gobierno, a pesar de las dificultades, jamás ha estado cerca de ser derrotado o derrocado?

En la respuesta a esa pregunta está la lección que el gobierno venezolano no ha querido aprender.

Cuba ha podido avanzar poco a poco gracias a la visión de su líder eterno, Fidel Castro. Fidel siempre tuvo en claro que tenía dos grandes enemigos: el imperio norteamericano y sus lacayos internos.

Los daños que el primero podía ocasionar solo podían ser minimizados si se neutralizaba a los segundos. En consecuencia, la traición a la patria fue penalizada con prontitud y firmeza.

Se podía (y se puede) disentir, pero traicionar la patria, actuando como agente de quien ha sometido, con su bloqueo y sanciones, al pueblo a condiciones inhumanas se castigó con severidad.

Allí no se aceptó, no se acepta y no se aceptará jamás que con el maniqueo del derecho a la libre asociación, libertad de expresión o libre pensamiento, se actúe en favor del enemigo y en contra del bienestar del pueblo.

La ley se aplica con firmeza, independientemente de la conveniencia política, de la amistad o de la cercanía al poder.

El fusilamiento del general de división Arnaldo Ochoa es un buen ejemplo de esto que afirmamos.

Como dijimos anteriormente, esta realidad jamás ha sido asimilada y mucho menos internalizada por el gobierno venezolano.

Aquí se actúa con descaro a favor del enemigo, se gestionan sanciones y bloqueos que hambrean al pueblo, se asesinan líderes, se intentan magnicidios, se quema gente viva, se saquea, se atacan escuelas y centros de salud, se sabotea la industria petrolera y el sistema eléctrico, se incendian depósitos de comida y nadie va preso, nadie es reprimido con la fuerza de la que debe hacer gala el Estado cuando el pueblo, la nación y las instituciones son atacadas.

Si aquel 13 de abril o en los días posteriores nuestro gobierno en lugar de prestarse al show que montaron los golpistas en la Asamblea Nacional hubiese enviado en una operación relámpago a un recinto penitenciario bien duro a Carmona, Ortega, Capriles, Maria Corina, Franchesqui, Lopez, Borges, Allup, Rosendo y otros militares, los directivos de Pdvsa, los dueños de algunos medios y sus periodistas y al hombre de la curita. Hoy viviríamos en un país normal.

Bastaba con 50 presos y la cobardía característica del escualidismo para acabar por 20 años con tanto cipayismo.

Nadie habría dicho nada, pues esa reacción es la que se espera de cualquier gobierno al que le intentan dar un golpe de Estado. Pero optamos por la via opuesta y hoy padecemos de los males que están haciendo que hasta no quedemos sin los jóvenes que para la patria don el futuro.

Sí, no aprendimos nada de Fidel ni de la revolución cubana y esa es quizás, sino la más importante, una de las causas de tanta impunidad, anarquía, corrupción.

Allí está Guaidó, quizás el mayor traidor de la historia venezolana, paseándose libremente por las calles venezolanas, promoviendo una invasión y robando con descaro bienes públicos. No está preso porque "políticamente no es conveniente".

Si hubiésemos aprendido algo de Fidel ya estaría fusilado, pero Fidel era único.



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Alexis Arellano


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