La batalla que está ganando la oligarquía

Según mis estudios y mis lecturas sobre la historia de la humanidad tengo la certeza que, cuando en una conflagración uno de los beligerantes consigue la victoria, el vencido tiene que someterse a las leyes que dicte el triunfador. Es decir, el rendido tiene que entregar las amas y aceptar la sumisión frente al vencedor. Esto no es un invento de quien escribe este artículo, también lo conocen las personas que han leído sobre las batallas de Alejandro, César, Napoleón, Bolívar, entre algunos de los triunfadores de las miles de conflagraciones en las que se vio envuelto nuestro hermoso y errabundo planeta azul.

Lamentablemente, en nuestra modernidad los enfrentamientos con armas, como ametralladoras, cañones, lanzallamas, fusiles, minas antipersonales, armas químicas, armas biológicas, buques artillados con torpedos, lanza misiles, portaviones, aviones bombarderos, bombas atómicas, entre tantos artilugios de la muerte, que con frecuencia se utilizan en los enfrentamientos bélicos, no han desaparecido. A la anterior, a la llamada "guerra convencional" hay que agregar una nueva modalidad, la llamada "guerra de cuarta generación", que a pesar de no utilizar los métodos tradicionales no dejan de ser menos cruenta.

Los avaros capitalistas residenciados, por lo general, en los "países del primer mundo" del hemisferio norte del planeta, inventaron otros métodos para enfrentar a los pueblos que ellos consideran su(s) enemigo(s). Para esto utilizan a la mass media y la tecnología informática para desprestigiar a sus contarios; a los organismos internacionales para aplicar sanciones y bloqueos comerciales a los pueblos desobedientes; a la banca y los centros financieros mundiales para negarle un crédito al gobierno del país insumiso; a las industrias de alimentos, negando las exportaciones al país hostil; a los laboratorios fabricantes de insumos médicos, cercando el envío de medicinas al país que las requiere; a las ONGs financiadas por los grandes capitales, siempre dispuestas a levantar falsos testimonios y mentir con descaro sobre la situación de los países insurgentes; a la iglesia, utilizando los púlpitos para falsear las acciones del gobierno; a las empresas de los medios de transporte comerciales (barco y aviones), negándose a trasladar mercancía a los países que la demanda; la creación de cofradías políticas internacionales, como el grupo de Lima, para amenazar con cercos políticos y mercantiles, entre los diversos ingenios utilizados para subyugar y castigar a los países que no se sometan al mandato y las directrices del capital globalizado.

Lo anterior tiene que ver con las aberrantes acciones que los capitalistas, utilizan en el ámbito internacional para doblegar a los países insumisos como Venezuela, cuyo pueblo se negó a someterse a los lineamientos de los dueños del dinero. Lamentablemente, en el entorno nacional, dado que la mayoría de la sórdida oligarquía criolla se somete dócilmente de las directrices emanadas por sus amos del norte, aquella debe aceptar y acatar las reglas del juego. Es por eso que las industrias y empresas financieras venezolanas le corresponden obedecer el mandato procedente del gran capital que intentó derribar el gobierno, primero el de mi comandante Chávez y ahora, el del presidente chavista y obrero MM.

Saben los expertos en una conflagración se producen diversas batallas: batallas navales, aéreas y terrestres. En oportunidades sólo una de estas es la decisiva en el triunfo o la derrota de uno de los beligerantes. Por ejemplo, la batalla de Waterloo (1815) fue la concluyente en la aniquilación de Napoleón; la batalla naval del lago de Maracaibo (1823) que determinó la salida de las últimas tropas reales de Venezuela; la batalla de Ayacucho (1824) selló la salida del ejército español de las tierras suramericana; la batalla de Stalingrado (1943) fue una de las batallas que decidió el triunfo del ejército rojo sobre la Alemana Nazi; la batalla de Santa Clara condujo a la toma de Santa Clara, cuya victoria fue definitiva en la derrota de Fulgencio Batista en manos del ejército de los barbudos dirigidos por Fidel…

En las guerras de la cuarta generación también se presentan diversas batallas no bélicas pero no menos infortunadas. El gobierno de Chávez y el del presidente MM han tenido que enfrentar diversas batallas para oponerse a la arremetida del capitalismo salvaje, representado en Venezuela por la lambucia oligarquía criolla. Las grandes victorias han sido las batallas electorales en las cuales salió triunfante el pueblo venezolano. Así mismo, fueron derrotados en las batallas contra el terrorismo, las huelgas petroleras, las guarimbas, en las asambleas de los organismos internacionales, en los enfrentamientos contras los medios de comunicación de masa y las redes sociales, entre tantos de los ataques dirigidos desde los centros de poder industriales y financieros y llevadas a cabo por la oposición venezolana vende patria. En la mayoría de estas luchas el gobierno venezolano chavista salió triunfador, pero lamentablemente hay una batalla que pareciera la está perdiendo.

Hasta ahora no tengo explicación y tampoco muchos venezolanos la tienen sobre el aumento de precios de la forma desmedida, grosera y antihumana. Es sorprendente la manera como la oligarquía criolla comerciante está vendiendo los artículos de primera necedad, principalmente los alimentos. Que se sepa hasta ahora el gobierno no ha declarado la liberación de precios, pero desafortunadamente los comercios se están comportando cual gobierno neoliberal en eso de aumentar cada día el costo de la comida, a tal grado que ya no hay salario ni pensiones que soporte esta locura.

Pareciera que los funcionarios que les compete el asunto se hacen los ciegos ante las etiquetas colocadas en los artículos que venden en los mercados y supermercado; los sordos, no escuchan el clamor de millones de venezolanos que se siente burlados y estafados por la clase comerciante y mudos, dado que ningún funcionario da un explicación valedera sobre la barbaridad que en materia de precios, en artículos de primera necesidad, está ocurriendo.

El gobierno debe enfrentar de inmediato la guerra de la clase oligárquica. Lo logros conseguidos por el gobierno del presidente MM en materia de aumento de salarios y de pensiones se ha desvanecido. El salario mínimo a Bs. 230.000 se quedó corto ante la inflación colosal, producto de la especulación y avaricia de la clase comerciante. Qué hace un pensionado con aquella cantidad si un cartón de huevos cuesta Bs. 200.000 y un kg. de carne Bs. 240.000 y un kg. de pollo oscila entre Bs. 145.000 y Bs. 250.000.

Tanto los chavistas como los opositores son víctimas de las arremetidas de la clase comerciante, una batalla que puede ser decisiva ante la gran jornada electoral que se avecina en el 2018. Al pueblo venezolano no le interesa los análisis de los sesudos(as) especialistas que debaten sobre la causas de la inflación desmedida, lo que le atañe al pueblo es que el salario y las pensiones le alcance para comprar alimentos. Lo que está en juego es la vida, porque para quienes parecen olvidarlo, la vida de los seres humanos depende de los minerales y vitaminas contenidas en las proteínas, carbohidratos y grasas presentes en las carnes de vacuno, pescados y aves, además, en los vegetales y frutas que se compran con dinero, la única forma para tener buena salud. Dinero que no tiene la mayoría de los venezolanos dado que los comerciantes están empeñados en ganarle la guerra al gobierno en materia de precios. Lamentablemente, quiéranlo o no, el triunfo o la derrota de esta guerra redundará en el resultado electoral del año 2018. Recuerden, el pueblo cobra y por lo general lo hace frente a la urna del sufragio. No digan que no se los advirtió un doctor en ignorancia que no sabe nada de política y ni de macro ni de microeconomía. No se puede cantar victoria mientras la oligarquía comerciante este matando de hambre a un pueblo entero.

Despido este este artículo, no con la consabida frase de feliz año 2018, porque nadie puede ser feliz cuando no tiene dinero para comer. Prefiero despachar el aciago 2017 con una frase del célebre Simón, en una carta dirigida a Santander en el año 1820: "Nada es mejor que la exactitud de las promesas del gobierno". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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