¡Comandante!

¡Cuán oscura la senda que cruza los abismos de nuestro Comandante, cuán sombrío su paisaje, cuán agobiadora su infinitud, y cuán misteriosamente semejante a su rostro trágico, donde el Destino cinceló todos los dolores de su existencia! Abismáticos círculos infernales del corazón, purgatorio purpúreo del alma, galería la más honda que mano de hombre haya minado en las profundidades del sentimiento. ¡Cuánto tiniebla en este mundo humano, y cuánto dolor en esta niebla! ¡Qué duelo en esta tierra, "calada de lágrimas"!, ¡qué círculos infernales, más sombríos que los que el Dante, el profeta, entrevió hace de más de mil quinientos años! Mártires de su propio sentimiento, estrangulados por sus ideas, flagelados por todos los azotes del espíritu, espumante bajo el desbordamiento de su impotente rebelión; tal es este mundo de Chávez.

Y viene un clamor en forma de ruego y la voz robusta repite el mensaje que capta la conciencia del pueblo. Ella dice:

Por aquellos que fueron escarnecidos y perseguidos por restablecer los derechos conculcados;

Por los que recibieron la descarga de la metralla en el ardor del debate al pronunciar la palabra encendida por una mañana mejor;

Por los maestros que dedicaron a la enseñanza lo mejor de su existencia;

Por los pensadores que hicieron comprensible el don de la palabra;

Por los escritores que recogieron en sus páginas las ideas y experiencias;

Por los que cayeron en la lucha contra la tiranía; por los que en Venezuela aceptaron y entendieron del decoro y de la dignidad humana, y sufrieron exilios, ostracismos, olvido, sin que ello cambiase sus creencias y propósitos;

Por los que cayeron en la emboscada cobarde con la bandera que flameaba a los cuatro vientos por la integridad y el socialismo;

Por los obreros, trabajadores de la ciudad y el campo, labradores de la tierra que rindieron la jornada callada y resignadamente; por las masas que siguieron los símbolos de la libertad y sucumbieron masacradas en actos abominables;

Por el conductor de pueblos y el gobernante justiciero, por todos que se reúnen en la imagen admirable de la madre convertida en mujer amantísima que sabe sostener el símbolo de la decencia y la comprensión de los hombres;

Estos son los muertos del pueblo, los que han merecido el reconocimiento de sus compatriotas, pues del otro lado de la hondonada en que se quiebra la colina y emerge el barranco insondable, están los tiranos, los que suprimieron vidas y sepultaron en las cárceles a quienes les combatieron limpiamente, los que robaron y vejaron y torcieron la ley para doblegar voluntades; los que negaron el trabajo y el pan de cada día a los hombres y mujeres y sus hijos que hambre padecieron.

El pueblo queda en sus hogares, en las viviendas y está patente el recuerdo y el anatema. Para unos es la gloria por los servicios útiles a la Patria que le dio el ser y la oportunidad de haber exaltado los principios de la libertad; para los otros, son insuficientes los basureros del mundo para cubrirlos.

En el día de los difuntos, en el momento de la conmemoración, el pueblo debe entender el tañido de las campanas y comprender la grandeza de ese sencillo homenaje de hombres, mujeres y niños silenciosos que se acercan a velar por los principios solemnes que señala la ley. En otra forma, les esperan en la encrucijada, los dictadores y tiranos que combatieron.

¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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