Quinto malo

Los Diablos y el diálogo danzante por la paz

El jueves de junio que está consagrado por la iglesia católica para adorar al cuerpo transfigurado de Jesús El Nazareno, los Diablos, convocados desde el poder popular originario, consiguen la igualdad y la paz necesaria para adorar al Corpus Christi, pese a todas las discriminaciones e imposiciones de la jerarquía eclesiástica.

Este jueves 15 de junio, en una festividad móvil que el calendario tradicional venezolano conoce como de "Los Diablos Danzantes del Corpus Christi", una vez más se repite la ancestral confrontación entre "el bien", representada en este caso por la custodia que reserva el cuerpo transfigurado y convertido en pan, del resucitado Nazareno, y "el mal" representado por el pueblo pobre, esclavizado, abundantemente negro e inmerecedor de acceder a adorar al dios de los cristianos en el mismo templo en el que lo hacen los blancos dominadores y cuyo acceso administra una jerarquía adulante de estos.

El ritual, que es recurrente cada año en varios pueblos de Venezuela, como Yare, Naiguatá y Cata, sintetiza en una liturgia de raíz que nos hace sentir orgullosos de ser venezolanos, la realidad de clases en una sociedad dividida entre ricos y pobres, conquistadores y conquistados, colonizadores y colonizados, amos y esclavos. Las sociedades desiguales, hasta el presente, han simbolizado las luchas de clases en sus culturas y en sus rituales. Las fiestas de Los Diablos Danzantes de Corpus Christi, no son la excepción.

Quienes se creen dueños de la fe de los pueblos y pretenden administrársela, no solo trajeron –en su condición de conquistadores- la religión católica para imponérsela a los pueblos de cultura propia en esta Abya Yala que ahora estamos obligados a llamar América, sino que también han pretendido decidir acerca de la manera de creer y acceder al dios impuesto. Por eso los esclavizados, mayoritariamente negros, obligados a trabajar duro en condiciones de sumisión para sus amos, fueron construyendo culturalmente nuevas formas de acercamiento y adoración hacia dioses con nuevos nombres, cuando en realidad su fe seguía centrada en sus dioses originarios.

Ese proceso histórico, que los antropólogos y otros estudiosos denominan "sincretismo" no es otra cosa que el resultado de una convocatoria de paz, hecha desde el pueblo originario y soberano que, en una especie de Asamblea Nacional Constituyente, avanza hacia la concreción de esa en medio de las desigualdades de clases y de fe.

El mal, el demonio, los esclavizados, los negros, los pobres y miserabilizados no podían ni debían tener acceso a un mismo trato de "pureza" con las divinidades de los dominadores. Pero los Diablos, nuestros Diablos Danzantes, en un meticuloso y molecular proceso lleno de la sabiduría ancestral del soberano, se acercan desde sus expresiones culturales más auténticas, a vencer las barreras que les impone el colonizador y las jerarquías eclesiásticas concomitantes. Bailan, llegan a la puerta de la iglesia, desarrollan su propia simbología y alcanzan la igualdad como adoradores del mismo Corpus Christi al que los amos de sus esclavizados no les querían permitir acceder.

Todo proceso Constituyente originario es así. Los pueblos se proponen gobernarse a sí mismos o escoger a voceros que gobiernen escuchándolos, obedeciéndoles, respetando la voluntad democrática de los verdaderos protagonistas de la historia. Hoy, cuando nuestras culturas tradicionales se expresan con Diablos Danzantes en honor a Corpus Christi, es hora de mirarnos en la profundidad de esos procesos, para entender el complejo compromiso de Paz al que hoy nos convoca la realidad venezolana mediante la Asamblea Nacional Constituyente.



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Iván Padilla Bravo

Director del semanario cultural "Todos Adentro", medio adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura. http://www.mincultura.gob.ve/

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