"El dictador Maduro" y la convocatoria constituyente

El tipo no lo es. Uno lo sabe. Hemos vivido antes bajo gobiernos de esa naturaleza como el de Pérez Jiménez y hasta el breve de Carmona Estanga, quien por su sola voluntad, sin consultar siquiera a quienes le estaban apoyando se llevó por delante todo lo que pudo, hasta una constitución completa, la primera en nuestra historia aprobada en referendo popular. Tuvo el desmadre de derogarla por su propia voluntad. Y esto sólo, lo definió como un aspirante a dictador.

Betancourt, gobernante de nuestros años juveniles, sujeto a una constitución aprobada en un cogollo mientras se ejecutaba una mano de dominó, apenas ella tomó vida, la castró al suspender las garantías económicas e individuales. Y llegó más lejos, pese a que la Carta Magna del 61, como las anteriores y la vigente, prohíbe de manera categórica la pena de muerte, la validó con aquello de "disparen primero y averigüen después". A nadie, a lo largo de nuestra vida, estando al mando en Miraflores, hemos escuchado decir aquello y gobernar cinco años sin que los nacionales gozasen de las garantías constitucionales. No obstante, abunda mucha gente de buena fe que dice aquello no fue una dictadura, sólo porque nunca se sintieron acosados, perseguidos, vigilados, negados el derecho a hablar con libertad, tratados como personas de segunda o tercera y excluidos. Sin hacer mención de los torturados, muertos en las cámaras donde eso se practicaba, fusilados y hasta expulsados del país.

El tipo no lo es. Uno compara lo esencial y halla profundas diferencias con lo que es de verdad una dictadura. Es natural que habiendo en desarrollo una táctica o proceso de la oposición destinado a derrocar su gobierno, asunto que quienes eso practican ya no lo niegan, este opte por defenderse. Y en esto, la diferencia con las dictaduras, de las cuales ya hemos hablado, que se llevaron por delante con sus prácticas represivas hasta a quienes aúpaban la idea, la respaldaban de distintas formas nada sutiles y hasta se mantenían al margen de la confrontación, es notoria. Bajo su mandato la reacción puntual, natural, defensiva y más que todo por mantener el orden, es discriminada, y está sujeta a los hechos concretos relacionados con lo que a diario sucede en la calle. Se limita a enfrentar lo que acontece a diario en esta, sin negar que algún miembro del aparato del Estado pueda incurrir en exceso.

El tipo no lo es. ¡Pero como lo parece en el discurso! Se empeña, como un jovencito malcriado en darle la razón a quienes lo acusan de dictador, mediante un verbo procaz, estridente y cierto proceder alejado de lo que demanda la crisis venezolana y hasta de ese poder popular al cual tanto se dice venerar.

Desde antes, en unas declaraciones al ex embajador cubano que este usó en un libro sobre Chávez, Maduro, no hace mucho, como un jovencito que se asoma por primera vez a esos avatares, hizo un discurso de lo que cree debe ser un dirigente. Lo impactó tanto Hugo Chávez, un líder salido del ejército, que dejó a un lado la idea del carácter colectivo de la dirección, lo que no es más que un espejo de la soberanía y saber popular. Para Maduro el líder es como un personaje nacido para mandar y los demás para sujetarse a sus decisiones. Para él, es malo eso que los dirigentes se sientan iguales. Olvida o no sabe reconocer que el liderazgo de Chávez fue producto de algo como una emergencia, el resultado inmediato de una hecatombe, un efecto telúrico; del fracaso y naufragio del Pacto de Punto Fijo, el Caracazo y los alzamientos militares del 4f y 27N de 1992. Esos hechos produjeron un líder; uno que se halló de repente frente al pueblo inconforme y este de inmediato lo aceptó como tal. Eso fue pues un proceso atípico y específicamente inherente a Chávez. Cosa o relación que no se hereda., se gana en la lucha y sólo en parte.

Ese concepto del liderazgo, Maduro lo ha vuelto a invocar recientemente. Es el que utiliza en las relaciones con los suyos, sus más cercanos. El mismo que estos mantienen con él y a su vez imponen en sus relaciones con los demás. Y esto tiene el rasgo, el estilo personalista del dictador. Aunque en la práctica y de manera absoluta no lo sea. Pero hace el mal que lleva un mensaje confuso.

En esa práctica asegura que "cuando digo soy, digo somos", lo que en estricto sentido significa sobreponer el yo al nosotros.

Por eso el partido es una estructura burocrática y por demás vertical y, hasta en veces, no existe porque sus funciones son asumidas por estructuras de más gusto de la dirigencia, como esos movimientos civiles que no tienen dirigentes sino comandantes, servidores públicos en vez de militantes.

El presidente con ese concepto del liderazgo, el mismo de quienes se le oponen, no cuida el lenguaje. Habla como se asume y cree camina el mundo real.

"La Constituyente va", quiere decir no solo eso, sino también tal como la ha concebido, "gústele a quien le guste". Esta expresión coloquial, generalmente usada cuando se está lleno de ira, es equivalente a lo de "me importa un carajo lo que piensen los demás". Aunque el llamado mismo lo define como demócrata y dispuesto a respetar el criterio soberano.

Creo que el llamado a constituyente es pertinente. Pudiera servir para que en ella, quienes discrepan, pues la suponemos integrada por el caleidoscopio nacional, dialoguen ejerciendo la representación soberana y lleguen a acuerdos del interés de todos. Pero si la convocatoria no logra despertar el interés de todos, sobre todo por los rasgos de la actual coyuntura venezolana, difícilmente alcanzará la paz y lo que el país todo anhela. Lo que pudiera ser distinto al deseo de los cogollos de un bando u otro, el exterminio mutuo.

Por esto último, entonces, el creerse por encima de los demás, el liderazgo, que pudiera ser hasta artificial pues no ha estado sujeto a debidas pruebas, concebido como un cartabón dado por alguien, pudiera vender la imagen de dictador. Y si el personaje, echando por la borda el lenguaje diplomático, ajeno a la soberbia, habla como si estuviese ungido por los dioses se acompaña con un fondo de truenos y denuestos, llama como si estuviese impartiendo órdenes al colectivo, difícilmente logrará lo que literalmente dice.

Por eso, también creo que el llamado a constituyente no sólo está previsto en la constitución, por lo que el presidente no estaría actuando al margen de ella, sino que es saludable para hallar la paz y el camino deseado para continuar la marcha, que tenga pertinencia política. Pero también que la forma de llamarle no adolezca de la sutileza necesaria, el reconocimiento de la gravedad de la coyuntura y que el diálogo abierto, soberano que debe privar en la constituyente, debe empezar por reconocer el derecho y sobre todo la necesidad apremiante de todos a construir previamente el camino hacia ella. Llamarla estableciendo condiciones que si bien pudieran ser inherentes al derecho de los proponentes, lo más parecido a un tómalo o déjalo o aquello de "gústele quien le guste", es una muy mala lectura del estado de cosas en la Venezuela de ahora y un sobreestimarse demasiado.

También es poco atractivo aquello de dejar sentado, aunque sea de manera muy sutil, que los resultados del debate constituyente no se someterán al juicio soberano. La sensatez del constituyente satisfecho y orgulloso de su trabajo no se negará a exponerlo al juicio popular. Por eso es imprudente e impolítico sugerir de antemano que no habrá referendo para avalar el trabajo de la Asamblea.

No se trata de hallar con pinzas o a los manotazos puntos de apoyo en la constitución vigente sino operar de manera de desarmar a quienes quieren poner la agenda de guerra en Venezuela y petrificar la sociedad. Y eso se logra, entre otras cosas, siendo demócratas en todos los sentidos y espacios.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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