Criticos, criticones y opositores

Es comprensible la reacción áspera e intolerante de algunos compañeros, activistas de corazón, o será mejor llamarlos creyentes llenos de fe, leales como sea, ante las críticas al gobierno. No es fácil defenderlo en medio de un debate enmarcado en una profunda crisis, que ya no es solamente económica, sino también moral, política y me atrevería a decir cultural, que ha hecho retroceder muchos avances sociales del proceso bolivariano. Ya es demasiado evidente que, aunque ha habido una victoria política con la anulación del intento del RR, una ganancia de tiempo increíble dado el crecimiento del descontento, tan increíble como la incapacidad de la MUD, hay una obvia derrota en lo económico y en lo social, y cuidado si también en lo político, porque la cosa no aguanta una elección, la cual hay que evitar como sea.

Los mecanismos de defensa psicológicos de los individuos son conocidos, pero pienso que ya son contados los camaradas chavistas pro gobierno, oficialistas (Orlando Zabaleta los llama "chavistas acríticos"), que apelan únicamente a la negación, o sea, el no reconocimiento de cualquier error, defecto, desviación o atrocidad de los que están mandando. Ya se ha incorporado a su discurso el lugar común de admitir "algunos errores", que quedan ocultos bajo esa generalidad, como detalles insignificantes ante el combate contra el "enemigo principal" que justifica cualquier cosa. También se acude, aplicando esta "dialéctica chimba (o china)", al argumento de que todas las revoluciones han tenido momentos difíciles (mal de muchos, consuelo de tontos, como se dice). Otros son más caraduras y van directo a acusar de faltas a la lealtad incluso el señalamiento de cuestiones de corrupción e ineficiencia, que no sean directamente avaladas por Maduro.

El gobierno es una especie de ciudad sitiada. De allí esa especie de paranoia que reduce a traición, toda crítica, observación o señalamiento. Pero como la inflación, el desabastecimiento, la recesión y la inseguridad también victimiza a estos compañeros honestamente creyentes y su fe se precia de ser indestructible, finalmente sueltan una clasificación: se distingue al crítico del criticón. Aquél, hace propuestas; mientras que éste, sólo se queja, chilla, le consigue defectos a cualquier cosa que haga el presidente. Está en el límite. Incluso se denuncia que en realidad ya no son críticos nada, sino simples aspirantes a dirigir una oposición hoy en desbandada.

Pero hablemos claro: sí ha habido propuestas. La unificación cambiaria, el aumento del precio de la gasolina y algunos servicios, el ajuste de precios a su costo de producción, la reorientación de algunos subsidios, la publicación de los datos económicos por parte del BCV, la anulación del decreto del Arco Minero por ecocida, la auditoría pública para revisar quiénes se beneficiaron de la rebatiña de dólares y conocer la composición de esa monstruosa deuda externa, la jerarquización de las necesidad del país por encima del pago de la deuda externa, la venta de algunas empresas estatizadas que no rinden ni pueden rendir por tecnología obsoleta o porque cuesta demasiado reactivarlas, etc . Todo esto se ha propuesto desde hace por lo menos tres o cuatro años. Y no sólo por tipos siempre sospechosos de agentes de la CIA, traidores, o peor, egocéntricos, pedantes, narcisistas como Nicmer Evans, los de "Marea Socialista" y los ex ministros (quienes, por cierto, también tienen mucho que explicar de sus respectivas gestiones; por ejemplo Navarro). Hasta un tipo insospechable de esos defectos contrarrevolucionarios como Alí Rodríguez han sugerido esos cambios a tiempo. Y nada.

Se dice: "los trapos sucios se limpian en casa". Pero hay que reconocer que hace tiempo en esa casa no hay jabón, ni lavadora, ni siquiera batea. La participación, elemento clave de la promesa política chavista, se ha reducido hasta desaparecer en la simple administración o ejecución, bajo la disciplina militar, que imponen burocracias del estado, del Partido, del Frente Francisco de Miranda, etc.

A algunos compañeros les molesta que se escriba, se denuncia, se plantee, públicamente. Se pretende ridiculizar. Pero si algo acredita que aquí todavía hay democracia, hay libertad de expresión, es que APORREA sigue siendo un espacio para el debate libre.

Es cierto que ya hay una oposición desde la izquierda. Ese es un hecho político importante. No sólo es cuestión de decir que están en su derecho, sino de analizar la razón por la cual eso ocurre, más allá de cuestiones psicológicas como el narcisismo o pantallería de alguien (que hay también del lado del chavismo acrítico). Se han hecho señalamientos serios, se han hecho propuestas, se han desmontado teorías inconsistentes de asesores cercanos al gobierno; pero éste se ha cerrado: eso es un hecho.

 

 



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Jesús Puerta


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