Navidad llena de presagios

Aun cuando la imagen tradicional de la Navidad, construida a través de los siglos con los aportes de los imaginarios de varias culturas nacionales, está vinculada con sentimientos de paz y amor (ahí no más tienen la canción ya universal navideña "Noche de paz"), ella contiene varios símbolos de desgracias, de oscuros presagios.

Sobre todo de tragedias y muerte. La famosa estrella de Belén tiene todo el aspecto de un cometa cuya aparición en los cielos, como se sabe, se ha asociado desde la antigüedad, en las supersticiones populares, con anuncios de grandes catástrofes. Así mismo la mirra, uno de los presentes de los Reyes Magos al bebé de Belén: era el ungüento con que se embadurnaba a los cadáveres, por lo que, durante siglos, evocó la muerte, y la muerte violenta, como la que, siempre según los evangelios, sufrió el recién nacido cuando se hizo adulto.

Estas navidades también están llenas de presagios para los venezolanos, pero también para el mundo entero. Ya en 2015 se declaró que estamos en Guerra Mundial. Ojalá no siga extendiéndose del Oriente Medio hasta más allá, a los puntos "tibios" de confrontación de las grandes potencias (Ucrania, Pacífico, etc.)

Todos los economistas que he leído, prevén que la inflación, la escasez y el retroceso de la actividad productiva, se intensificarán en el país. Si a ello se agrega la expectativa de confrontaciones entre el Poder Ejecutivo (y no sólo éste) contra el Legislativo, comenzando por el tema de la Ley de Amnistía e inmediatamente la Ley de Presupuesto, tenemos una situación muy poco propicia para que los políticos, de los dos bandos, se concentren en el tema económico, a pesar de todas las declaraciones al respecto.

Mientras que el discurso presidencial insiste en el tópico de la "guerra económica", la mayoría opositora en la Asamblea Nacional ha sugerido varias acciones legislativas con las cuales supuestamente se iniciará una gran "reorientación económica" (reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, cambio de la Ley de Precios Justos, Ley para la reprivatización de las empresas estatizadas), que desde ya han sido confrontadas por el gobierno. De modo que se convertirá en asunto de honor, antagónico, sin acuerdos a la vista, lo de la responsabilidad por la crisis económica, que al final sufriremos cada vez más los ciudadanos de a pie, los que no tenemos poder, los impotentes.

Febrero está allí, en los calendarios, pletórico de significados terribles para los venezolanos. El febrero de 1983 (viernes negro), 1989 (el caracazo), el del 2002 (golpe y paro petrolero). Ya algunos empresarios han advertido que todavía no se sabe qué pasará con los inventarios para enero mismo. En febrero se discutirá el presupuesto nacional.

En ese punto, está el asunto de la deuda externa e interna. Se comenta que las reservas han mermado y que, hoy en día, sólo alcanzan para pagar los intereses y algunos capitales de la deuda nacional, a hacerse efectiva en noviembre. Por supuesto, no se pueden usar las reservas con el fin exclusivo de pagar deudas. Esto obligaría a pedir nuevos préstamos, no sólo pagar obligaciones inmediatas, sino para poder importar lo necesario para el consumo de la población, e insumos para medio hacer funcionar el aparato industrial del país. Los grandes dilemas macroeconómicos ya están dichos: ¿Pedir prestado? ¿A quién? ¿Al FMI? ¿A los chinos o a los rusos? ¿Al Banco de los BRICS? ¿No pagar, arriesgarse a quedar fuera del crédito internacional durante un tiempo, para poder importar bienes e insumos? ¿Renegociar?

La principal preocupación de los ciudadanos y ciudadanas será la economía, la de la cotidianidad, la de la supervivencia. La principal preocupación de los políticos de este y el otro bando, será aparecer como mejor que el otro, demostrar que el otro tiene la culpa de todo. Pareciera que nos acercáramos a un choque de trenes; pero sobre todo a una inmensa disonancia, un profundo abismo, entre los cálculos de los venezolanos y los de sus representantes políticos. Esa brecha puede llevar a una profunda crisis de representatividad y legitimidad. Es previsible que hacia marzo estemos gritando (o susurrando) "Que se vayan todos", como en la caótica Argentina de 2002.

Oro, incienso y mirra: los regalos de los Reyes Magos. Se nos ha dicho que simbolizan, respectivamente, la condición de Rey, Dios y hombre sacrificado hasta la muerte, de Jesús. Hasta los ateos tendremos que orar para depararnos un poquito de sabiduría como regalo del universo para los venezolanos.



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Jesús Puerta


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