La continuidad institucional

La lucha por el establecimiento definitivo de la democracia es dura e implacable. Para conquistarla, no se puede dudar entre el ejercicio pleno de la libertad y la condenación absoluta del atropello y el abuso. Uno y otro concepto se relacionan y complementan al derecho de castigar, el segundo. Este constante debatir de los principios que la inspiran, necesitan ser preservados de la insensatez de los teorizantes, pues la experiencia ha escrito sangrientas páginas en su defensa que constituyen advertencia en la historia del pueblo.

La crítica a través de las ideas es el elemento predominante de la opinión del pueblo. Ella interpreta y juzga en esa suerte de diálogo en que se aprueba o rechaza según la razón de la mayoría. El pueblo disputa como pertenecientes a partidos políticos opuestos al tratar de hacer prevalecer las directrices que sustentan, pero jamás por diferencias resaltantes en la discusión, se ha de invocar la insurrección cuando que representan, mora en la de constitucionalidad.

Las tentativas para sembrar el terror por parte de una minoría que vela la ocasión para destruir las bases institucionalistas, es una muestra de que la reacción existe y de su capacidad para el intento criminal. Podría decirse que al llamado de la concordia, el empleo de la dinamita, ha sido su respuesta.

Frente a esa situación en que el peligro se hace presente y señala sus incidencias, está en marcha una acción insensata que se prolifera por todas las esferas con los errores y desaciertos del sectarismo de los partidos y las equivocaciones de los independientes. Se forcejea por nada, mientras camina el fantasma de la conspiración y se deja sin protección el refugio invalorable de las fuerzas morales.

Allí están los relatos que cada día la prensa hace de los sucesos perpetrados por los malhechores hamponiles y los que ahora cometen los terroristas que evidencian una lamentable circunstancia: la desorganización de los servicios en que descansa la seguridad del pueblo, cuando debe contar con cuerpos especializados que repriman con energía el desmán para que pacíficamente se desenvuelva la población.

Por eso surge la pregunta angustiosa: ¿Es que se pretende despedazar la República? ¿La anarquía no puede detenerse para combatir el terror cuyas febriles consecuencias son incalculables?

Acá está la intriga con su cortejo de sombras que promueven tumultos para estimular la psicosis de la exaltación que justifique otra frustración de la democracia. Más allá detrás de los muros de la ciudad, ennegrecidos por los antifaces de la hipocresía, están agazapados y listos para el asalto, los efectivos del fascismo y tiranías. Son legiones de mercenarios que obedecen las consignas de quienes persiguen ahondar las desigualdades monstruosas. No se trata de hipotéticas circunstancias, sino de realidades que han de ser conjuradas de modo terminante.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Viviremos!



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Manuel Taibo


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