La Revolución cautiva

En 1998 el Comandante Chávez, rescató a la Venezuela que se hallaba en manos de los jefes puntofijistas caducos. Regresamos a la misma Venezuela que se halla hoy cautiva de los restos de su ideología revolucionaria. Esta ideología en vida de Chávez, tenía, en su origen, una motivación positiva: el presente es tan inaguantable que se necesita una nueva revolución para alumbrar el futuro. Insensiblemente para los militantes el sentido de esta frase se ha invertido: la esperanza del mañana es tan inconsolable que nos exige cambiar el presente.

Se ha demostrado cien o más veces que la perspectiva, cada vez más teórica, de una esperanza cada vez más lejana, serviría de esperanza de un cambio definitivo, suaviza igualmente, el dolor del pueblo de verse en el último peldaño de la escala social. A este respecto, observamos que esta esperanza representa un papel análogo al que Marx atribuía a la religión en la sociedad capitalista del siglo XIX. Animados por la revelación de que serán los primeros en un mundo mejor, los últimos soportan mejor las injusticias del tiempo presente. La esperanza en la Tierra Prometida desarma a los combatientes. Su anuncio sustituye, para los militantes, las operaciones rentables para la parasitaria burguesía.

Desgraciadamente, esta comparación no es una broma. Es indudable que una gran parte del esfuerzo y de la "abnegación" de la clase dirigentes se gasta en "reivindicaciones-testimonio", que ahorran a la clase patronal concesiones concretas que podría arrancarles una agresividad mejor dirigida. Para seguir el juego de la oposición radical, se presenta el mayor número posible de reivindicaciones extremas, sin preocuparse de lo que puede conceder o no el Gobierno. Entonces, nada más fácil para el patrono que asfixiar al pueblo o elegir él mismo, de las listas de reivindicaciones, aquella cuya satisfacción le sea más fácil y traiga menos complicaciones… y que no es, naturalmente, la más favorable para los trabajadores.

En todas las profesiones se reconoce hoy como necesidad absoluta la continua puesta al día del saber y de las aptitudes. La profesión política no escapa a esta regla. Y escapa tanto menos a ella cuanto es la profesión más difícil. Un buen político tiene que estar al corriente de innumerables hechos, mantener contacto con las distintas corrientes pertenecientes a los sectores más diversos, y poseer, o al menos conocer, técnicas extraordinariamente variadas, si no quiere perder su calificación. Ahora bien, estas personas, estos hechos, estas técnicas, cambian como todo lo demás y a la misma velocidad. Los hombres y las mujeres que ocupan el poder encuentran en él un notable dispositivo de formación permanente, del que la oposición carece por completo. Todo el aparato de información de análisis y de previsión del Estado se encuentra a su disposición. Y les permite, sino revisar sus dogmas, mantener al menos el contacto con las realidades, cada vez más complejas y móviles, con las que tienen que trabajar. Naturalmente, los hay que no saben aprovecharse de ello. Pero hay otros, muy numerosos, que obstaculizan la marcha del progreso social.

Una de las más viejas ambiciones del socialismo es dar un oficio interesante a todos los trabajadores. Dar mejor calidad de vida, formar técnicos y dirigentes más capacitados. Esta ambición no es ilusoria, desde que la automatización permite imaginar la generalización del trabajo cualificado y la abolición de las tareas mecánicas y parcelarias. No importa que el camino que nos conduzca a este extraordinario resultado no sea el que imaginaron los doctrinarios del siglo XIX. La originalidad profunda del socialismo, su razón de ser, está en los fines que propugna, no en los procedimientos, forzosamente sujetos a revisión.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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