Qué lectura debe dársele al saqueo de DAKA en Valencia

A mi juicio, simplemente es mi juicio, los saqueos terminan –por lo general- desviando las luchas de quienes saquean porque no tienen orientación política –por lo menos- inmediata y afectan a los que luchan por razones o causas políticas pero que no saquean. Quizás el ejemplo más vivo de las dos caras del saqueo sean los hechos que se produjeron unas pocas horas luego de haber sido asesinado el líder don Jorge Eliécer Gaitán en 1948 en Bogotá. Las masas del pueblo se dividieron en dos grandes alas: por un lado los que saqueaban sin importarles el destino del gobierno y por el otro los que no saqueaban y querían derrocar al gobierno de turno. A un Gobierno reaccionario, en un momento de crisis política, le conviene muchísimo más el saqueo que la lucha política que vaya por su cabeza.

            Un Gobierno revolucionario está en el deber y en el derecho de hacer todo lo que sea posible y muchas cosas que parezcan imposibles para evitar que se presenten situaciones que cautiven a parte del pueblo a saquear. Y si masas recurren al saqueo, el Gobierno revolucionario está en el deber o en el derecho de tomar todas las medidas políticas indispensables para frenar los saqueos lo más inmediatamente posible. Nadie debe tener potestad para saquear en nombre del socialismo o de una revolución. La Revolución Bolchevique fue –se puede decir- implacable contra las orgías que se presentaron para saquear bodegas completas de aguardientes o bebidas alcohólicas porque eso ponía en peligro a la revolución. Mala leche que una buena parte del pueblo eso no lo entendiera en ese momento histórico. En honor a la verdad, los anarquistas rusos sí entendieron correctamente la situación y se pusieron al lado de los bolcheviques en ponerle fin a las orgías.

            Bueno, esta opinión no trata de la historia del saqueo. No, es algo mucho más concreto. Se refiere al saqueo que se produjo en un Daka de la ciudad de Valencia, estado Carabobo. Uno entiende que hay momentos en que la especulación produce una enorme arrechera que incita al saqueo para hacer venganza contra el especulador, pero jamás resultará eso una lucha política acertada por la conquista del poder político o por sostenerlo contra los que pretenden crear caos en perjuicio de un gobierno revolucionario.

Vi dos videos sobre el saqueo. No sé quién los envió a la prensa. Los volví a ver tratando de descubrir detalles que me orientaran para el análisis del mismo. Llamé a camaradas para que me acompañaran en verlo de nuevo. No es esta una opinión a la ligera. Lo que a continuación escribo es mucho más producto de la percepción pero con un agregado de conclusiones fruto de experiencias en haber analizado saqueos en anteriores oportunidades.

La ropa, los zapatos, los relojes, los bolsos, los vehículos y hasta los rostros físicos de la  gente que saqueaba indican, y creo no pelarme o equivocarme, por lo menos, que la aplastante mayoría de los saqueadores no eran de la clase obrera, no eran campesinos, no eran marginados, no eran intelectuales de izquierda, no eran militantes de organizaciones revolucionarias, no eran indígenas. Eran, a mi juicio, personas de los sectores medios de la sociedad, es decir, los llamados pequeñoburgueses que cuando pueden aprovecharse de una específica situación de incertidumbre, recurren a métodos de cierto salvajismo para buscar crear condiciones de caos, de anarquía y de intervención de militares ansiosos de poder. Lo que se robaban, era lo de menos. Lo importante era, para ellos, crear confusión y que se viera el saqueo como obra de un pueblo enfurecido y desesperado ante la imposibilidad de obtener mercancías con el salario que devengan por su trabajo o expresándose contra la carestía de los bienes de primera necesidad para la vida.

Incluso, así lo creo, la gente que trató de evitar el saqueo no proviene tampoco de los sectores más afectados de la economía venezolana. En ella hubo una reacción política ante lo que consideraron un acto de pillería por parte de quienes, de seguro, no necesitan lo que se robaban porque dinero, más que seguro, poseen para adquirir esas mercancías en cualquier mercado sin andar protestando por los precios. Los saqueadores saben que saqueo llama a saqueo.

Creo, que el Gobierno está obligado a meterle bien el ojo a hechos de saqueo que como el de DAKA en Valencia no es un pueblo hambriento que lo acomete sino sectores más o menos acomodados que buscan la creación de una situación política de crisis para ponerle en bandeja de plata a los conspiradores la oportunidad de un golpe de fuerza. Pienso, sólo lo pienso, que cuando el Estado intervenga algún comercio de la importancia de DAKA, debería inmediatamente ponerle seguridad para evitar saqueos tal como lo hizo en otros lugares.  Es todo, por ahora.



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Freddy Yépez


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