Las estatizaciones pueden ser necesarias…pero no suficientes

La plataforma “Marea Socialista” ha propuesto como salida a la actual crisis económica (sí: estamos en crisis, y no sólo económica) la nacionalización de la banca y del comercio exterior, así como la lucha contra el burocratismo y los “parásitos”. El PCV acompaña el planteamiento y auspicia la creación de un monopolio estatal para realizar las importaciones y las exportaciones. Con esto, se pudiera pensar, se colocan “a la izquierda” de un gobierno que hasta ahora luce rebasado por los problemas económicos de la devaluación de hecho de la moneda, la especulación y el desabastecimiento, y la acumulación por saqueo del capital a través de la milmillonaria corrupción y los “raspatarjeta”. Supuestamente, esto coloca “a la derecha” a Víctor Álvarez, a Merentes y demás proponentes de una “economía mixta” socialista y de la flexibilización del control de cambios.

La cuestión es que estas propuestas de “izquierda” adolecen también de la misma “crisis del pensamiento” del chavismo y de la izquierda en su conjunto. Lucen como medidas aisladas, y su carácter de emergencia no lo disimula la coletilla de la convocatoria a formar “comunas” por doquier, las cuales se encargarían, supuestamente, de construir un “nuevo modelo productivo” que todavía aguardamos después de más de trece años en el poder del estado.

¿En qué consiste la crisis del pensamiento de la que hablamos? En la incapacidad de plantearse en toda su complejidad la crisis del capitalismo rentista venezolano. Para analizar y entender el gran problema en que estamos metidos no sirven los rituales de lealtad al Comandante Chávez, mucho menos los manuales de marxismo-leninismo. No basta esa “mentalidad de fortaleza sitiada” que guía al gobierno a dar bastonazos de ciego y zigzags tácticos, a dialogar con “el sector productivo” y, al mismo tiempo, acusar a la “burguesía parasitaria” de todos los males. Diez Edgardo Parras presos no bastan después de la denuncia de las empresas de maletín que chuparon 20 mil millones de dólares (¡una mandarina!) y cuya identidad se calla o se quiere callar. La confianza popular está en entredicho. Su disposición a movilizarse también.

Esas estatizaciones, así no más, cuando mucho nos empujarían a una agudización de las confrontaciones políticas, ya con características violentas; una ya definitiva “huelga de capitales”, un éxodo como el de los “marielitos” cubanos, pero de profesionales universitarios, y una entrega de lo que quedara de economía “nacional” al capital chino y ruso, eso sí con sus propias condiciones: la de la flexibilización laboral propia de las maquilas de este nuevo imperialismo, una deuda monstruosa (que ya existe) esta vez en yuanes, y una subordinación política total. Sin contar con que sería una medida en pleno reflujo político.

No está nada fácil una salida inmediata a la situación económica (social y política), porque estamos en presencia de una crisis sistémica. Dicho de otra manera, están en crisis los círculos viciosos de nuestra economía, de nuestras relaciones sociales, de nuestra cultura incluso, instalados ya de manera estructural desde hace casi un siglo, y reforzados especialmente desde la década de los 1970.

Para enredar más la cosa, esa perspectiva de explosión de nuestras estructuras se da en un momento en que todo el sistema-mundo capitalista, también se acerca a una crisis monstruosa. A pesar del acuerdo temporal entre republicanos y demócratas para evitar el “default” de la deuda norteamericana, la mayoría de los analistas auguran una gran recesión, o sea, una abstención de inversión, por lo menos en la parte de la economía real. Es el momento de China y Rusia de saltar como fieras a apoderarse de los espacios que está dejando el declinante imperialismo norteamericano. Siendo bien “leninistas”, se puede augurar guerras muy pronto. Más guerras ¡Qué novedad!

Los nuestros son círculos viciosos que se encajonan unos a otros, como las muñecas rusas que alojan las más chiquitas en las más grandes. La más grandota es esa deformidad de la dependencia del petróleo: casi el 98% de divisas que entra en este país, es por el petróleo. El ingreso de divisas no tiene nada que ver con la productividad de nuestra economía. La proporción de importaciones en relación al PIB pasó del 23,5% en 1999 al 47,7% en 2007. Las importaciones por parte del estado subieron un 894% entre 2003 y 2012. Y la tendencia sigue aumentando a juzgar por los anuncios de importaciones masivas para diciembre. Y es que el patrón de consumo de nosotros los venezolanos, se adecúa a ese carácter importador. El patrón de consumo no es sólo un asunto moral; tiene que ver con el componente histórico del costo de producción de la mano de obra, del que habló Marx. Capacidad importadora, debida a un ingreso en divisas no debido a la productividad, incentivada a su vez por patrón de consumo de la población. Gasto corriente, proveniente del cambio a bolívares de esas divisas, aumentando para cubrir la “deuda social” de una población que no está produciendo lo debido. Rentabilidad extrema de la especulación y el “mercado negro” de dólares contra dificultades para emprender la producción, invertir en medio de temores clasistas de expropiaciones. No es fácil.

Nacionalizar el comercio exterior y las finanzas, con los burócratas que nos gastamos, con los partidos “socialistas” que sufrimos, sin perspectivas de transformación del patrón de consumo, de cambio de cultura, de nuevas formas efectivas de participación política, sería incentivar aún más la nueva capa de burocracia aburguesada y parasitaria, de acumulación delincuencial de capital.

Hay que meterle más análisis a la cosa.



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Jesús Puerta


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