La Venezuela que deseo

De cara a las elecciones de alcaldes y concejales el 8 de diciembre es bueno resaltar la necesidad de todos los venezolanos de acudir a las urnas el día del sufragio. A pesar de que tales instituciones (alcaldía y cabildos) datan más allá de la época colonial (existían en el reino de España mucho antes de la llegada de Colón) no tenemos otra que coadyuve a los vecinos ver solucionados sus problemas inmediatos. No faltará mucho tiempo de ver cumplidos los anhelos de mi comandante Chávez: el funcionamiento del Estado Comunal, una organización que permitirá a los vecinos el arreglo de los inconvenientes de la comunidad de la manera más expedita, venciendo los trámites burocráticos que hay que superar utilizando las vetustas creaciones precolombinas.

Son muchos los inconvenientes que podrían vencerse si estuviera operando el Estado Comunal, pero lamentablemente los cambios sociales no se producen de un día para otro y tendremos que conformarnos con lo que tenemos. Existe un personaje muy conocido que está molesto con este estado de cosas desde la época de cuarta república y para comprobarlo voy a tomar un párrafo del prólogo de un libro titulado “Religión y lucha de clases” de Otto Maduro: “El malestar consiste para mí, desde 1965, en lo siguiente: me molesta la existencia de unas sociedades latinoamericanas en las que la mayoría de los seres humanos está sometido al régimen de vida organizado en función de engrosar depósitos bancarios de minorías criollas y extranjeras; me molesta hasta el punto de incapacitarme para entender y vivir mi fe evangélica de otro modo que comprometido en la lucha contra el régimen social que percibo como injusto y transformable; y me molesta hasta el punto de no poder cruzarme de brazos, sumisamente, ante algunas actitudes y tradiciones pretendidamente cristianas, que me lucen como instrumentación antievangélica de la Iglesia a servicio de la injusticia social”. Este párrafo pasaría inadvertido si tal texto aflorara de la pluma de un cura comunista, pero me sorprendió cuando descubrí que el prefacio de la obra citada fue refrendado por ¡el cura Luis Ugalde! Era su época de blasfemo.

Ciertamente, no sólo al sacerdote antichavista le molesta cosas, seguramente todos los habitantes de este país espera una Venezuela mejor, pero la perfectibilidad no sólo depende del gobierno, también de quienes vivimos y sufrimos en esta tierra de gracia. Los viajeros que regresan de Miami de sus periplos casi mensuales y los recién llegados de la vieja Europa se sorprenden del funcionamiento de las instituciones del “primer mundo”, pero al llegar a Venezuela no se sonrojan al arrojar un papel en la calle, ni tampoco son capaces de recoger los excrementos que sus mascotas dejan en las aceras en la urbanizaciones de la clase media. Las cosas en nuestra casa grande marcharían mejor si cada quien hiciera lo que le corresponde y los hiciera bien.

Nuestro país funcionará mejor cuando:

Todos los venezolanos conozcamos nuestros derechos y cumplamos a cabalidad nuestros deberes contemplados en la Constitución y las leyes.

Los funcionarios(as) públicos(as) y privados(as) sean personas dignas, honestas, eficientes, capaces y cumplidores cabales de sus funciones para las cuales fueron contratados(as).

Los gobernadores(as), diputados(as), concejales, alcaldes(sas) desempeñen con probidad las tareas para las cuales fueron elegidos(as).

Los directores de hospitales, asilos y cárceles posean sensibilidad social que se traduzca en el ofrecimiento de una vida digna a los desafortunados residentes en dichas instituciones.

La oligarquía parásita logre entender que el fruto proveniente de las riquezas del país no les pertenece a ellos sino a todos los venezolanos.

Los camioneteros, autobuseros, motorizados y peatones respeten las leyes de tránsito.

Los oligarcas entiendan que ellos dejaron de ser la clase dominante y que es en el pueblo soberano donde reside el poder.

Los terratenientes comprendan que la tierra es de quien la trabaja y no del que las mantiene estériles, sólo para engordarlas.

La derecha del país renuncie a su alianza con del Departamento de Estado de EEUU, con los avaros consorcios transnacionales y de una vez por toda se le despierte en ellos(as) la vena patriótica.

Los medios de producción, almacenamiento, distribución y venta de productos pasen a manos del pueblo.

Los medios de comunicación privados cumplan con su tarea de informar y no manipular la noticia a favor de un grupo económico y político.

Los ricos del país comprendan que las ganancias. por conceptos de las ventas de nuestra metería prima, deben servir para invertirlos en el desarrollo social e industrial del Venezuela.

El modelo político para gobernar a Venezuela lo inventemos y lo desarrollemos nosotros los venezolanos y no impuesto por el norte ni por la vieja Europa.

La jerarquía de la iglesia entienda que sus actuaciones deben apuntar a solucionar los problemas espirituales de sus feligreses y no meterse en diatribas políticas.

Los venezolanos entendamos que la globalización es una nueva forma de colonización y no una fórmula mágica para resolver los problemas del “tercer mundo”.

Los venezolanos comprendamos que hay que leer mucho e instruirse para entender lo que está pasando en nuestro país y en el mundo.

Los venezolanos conozcamos la Historia de nuestra patria.

Logremos desterrar del mundo político y religioso a los ladrones, corruptos, depredadores del fisco, pederastas, viciosos, traidores, mentirosos, timadores, estafadores, truhanes, mafiosos, hipócritas, serviles, adulantes, mediocres desvergonzados, etc.

Los habitantes de esta tierra nos deslastremos de la herencia monárquica y de los vicios capitalistas que nos mantienen enfermos de estupidez.

Entendamos que la tecnología no la inventan los capitalistas para que vivamos mejor sino para convertirnos en seres consumistas.

Llevemos una vida sana lejos del consumo de la comida chatarra, de los vicios y enfermedades propias del mundo capitalista (drogas, alcoholismo, estrés, obesidad…).

Nos mantengamos unidos hacia un solo ideal: la convivencia en armonía de todos los cobijados bajo la toga tricolor.

Tengamos siempre presente las palabras de mi comandante Chávez, quien nos ofreció un mundo mejor e hizo de la política, no un arma para resolver los problemas de índole personal sino un instrumento para lograr desarrollo del país para el beneficio de todos los venezolanos.




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Enoc Sánchez


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