En mi país predomina la anarquía

En mi país predomina la anarquía. No me gusta eso. Me gustaría un poco más de orden. Pero una figura política surgió del lugar menos esperado, de los cuarteles, e instauró este desorden. Los pobres ya no respetan a los ricos, los ignorantes no respetan a los profesores, en realidad nadie respeta a nadie, ni siquiera a los obispos. Muchos claman por la instauración del orden, de los debidos respetos, entre ellos me cuento muchas veces.

Y es que el gran desorden se apodera de todo, los espacios sirven para cualquier actividad, no importa para que estén destinados; la gente no respeta a los demás y hace lo que quiere abusando del derecho ajeno. Y no pasa un día que desee la instauración de un orden.

Como el gobierno de mi país se califica como socialista, yo expreso solemne y en tono doctoral que una sociedad socialista es ante todo una sociedad organizada y ordenada, que no es posible el socialismo en este país caótico. Los que me escuchan no responden. ¿Por qué?

Puede que sepan de historia. El cuento de la humanidad está lleno de ejemplos donde gentes muy voluntariosas han imaginado y aplicado un orden social para que los respetos prevalezcan y la consigna sea el trabajo y la disciplina. La España de Franco, la Rusia de Stalin, la Alemania de Hitler, los Estados Unidos y el Israel de siempre, la Suráfrica del Apartheid, la Camboya de Pol Pot y la China de Mao son todos ejemplos pavorosos de la instauración de un orden ajeno a la felicidad del pueblo. Gentes de izquierda y derecha que exigieron e instauraron órdenes sociales ideados por ellos a espaldas de la gente común.

Y de estas reflexiones surge entonces más simpatía por esta anarquía, la de mi país, la del país que quiso este militar que cantaba y recitaba, que bailaba y se burlaba, que no besaba las manos de las Reinas o Reyes, que le olía a azufre ─y lo decía─ en el podio donde el demonio recientemente había estado. Una anarquía que nos ha salvado de la guerra civil porque los anárquicos prefirieron bromear y jugar dominó en las colas enormes provocadas por un paro patronal o perdonar y llamar al dialogo a los criminales que perpetraron un golpe de Estado apelando a engaños y asesinatos selectivos. Anarquía acrecentada por un militar ¡quién lo diría! que levantó un tsunami de amor en quienes lo entendieron y un deslave de odio en las pobres almas ciegas a la virtud.

El único orden valedero es aquel que surge de la razón imbuida de amor, esa es la enseñanza de la historia. Ese es el orden, preñado de anarquía, que quiso Hugo Chávez Frías en Venezuela; pero la gran mayoría no lo entendió así, ni sus rabiosos opositores ni muchos de sus fanáticos seguidores. Queda poco tiempo antes de que un furioso orden, el de las gentes de derecha, amantes obsesionados por las dictaduras, nos cubra con su manto de represión y muerte, con su rostro maquillado de libertad y progreso.

Descifremos y liberemos la energía contenida en el núcleo fundamental de la doctrina chavista, rompamos esta relación de vivos-pendejos que tiñe nuestras relaciones sociales, pensemos más en el derecho ajeno, respetemos más las falencias y virtudes, aceptemos que la vida no es consumo, que la vida no es vida si discurre desprovista del sentido de trascendencia, del sentido que le da la presencia del prójimo. El orden y la organización son necesarios y se justifican sólo si se orientan al bienestar colectivo y la felicidad de la mayoría.

¡Cuánto le extrañamos Comandante!


akbar4658@hotmail.com


Profesor de la Universidad de Los Andes. Mérida Venezuela.



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Akbar Fuenmayor*

Médico Pediatra


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