Chávez, nos duele tu ausencia, eternamente Chávez, en nuestros corazones

Ya sé porque te mentábamos Chávez, me lo dijo tu ausencia.

Te despedimos en verano junto con la resequedad de la sabana.

Entiendo ahora porque ese hablar contándonoslo todo, tenías poco tiempo.

Se oyen los pájaros en el estero pero tu voz de coplero no los acompaña, ellos también esperan.

Ya no hay Linda Barinas que no te traiga con el viento de los pastos.

Se fundió tu figura valiente con el sol salmuero de la sabana, nunca dejaras de ser.

No existe un solo recodo del camino dónde Florentino no salga a buscarte para cantarle al llano.

Debías enseñarnos, y te saliste del camino para dar de beber al niño aquel sin rostro. Todos lo vimos.

Te despido en este mes de marzo caluroso y eterno. Es sólo un hasta luego.

Debíamos entender y caminaste leguas para pensar qué hacer y rescatar a la gente del miedo.

Diste tu mano de recio soldado a la mujer en llanto. Besaste su rostro y cambiaste su destino y el nuestro.

Te llamo desde lejos, no respondes, espero tu mensaje en el silencio.

Te vi tantas veces caminando entre sombras, buscando cómo dar lo que era de dar y no decir que dabas.

El hambre acosa al pobre, tú sabías de los aullidos de un estómago vacío. Repartiste los panes, y los peces y el agua, como Cristo te dijo.

Todos sabíamos que sufrías, tú lo callabas.

Esa tarde decembrina plena de lluvias, fuiste el calor de todos aquellos que no tenían lecho tibio como José y María.

Frente aquella tormenta de barro que nos quitó de todo, fuiste un beso de fe y una esperanza.

Diste letras y palabras, con tu Robinson amigo, y diste verbo al silencio para buscar, con Sucre, la libertad perdida.

Cobijaste en tu pecho tanta pena del pobre que tu corazón se volvió un pañuelito para llorar.

Saliste al encuentro de la gente y le diste un Barrio Adentro donde calmar sus dolores.

Cuando se tiene techo no se sabe lo que son las goteras en las noches del catre o en un piso de tierra. Tal como Cristo te indicó lo hiciste, en tu Misión Vivienda.

Agarrabas ese bate, bailabas ese joropo, cantabas esas estrofas, reías con las risas de la vida y la gente entendió que se podía ser feliz con sus cosas modestas y sencillas.

Pero no sólo de pan se vive y quisiste dar letras en papel y también en unos y ceros y así lo hiciste, cómo Cristo te dijo.

Te gustaba cantar y no desperdiciabas un cuatro ni una bandola, querías que todo el mundo cantara, sacaste a la luz las notas que habíamos perdido.

Patria, Patria querida, aprendimos matices y colores, también las diferencias: rescataste la Patria escondida en los intereses de un tiempo que nunca más volverá.

Bandera olvidada por el tiempo, la volviste de caballito hacia adelante y ocho estrellas, pusiste el tricolor en nuestra vida y el orgullo de la Patria en nuestra frente.

Gracias Chávez por tu existencia.


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Maruja Romero Yépez


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