Una muerte criolla para Bolívar. No estoy de acuerdo con su reciente rostro

¡Qué tal, camarada! Un pelín más calmado luego se los sustos que nos produce el estado físico de nuestro amado Líder.

Chávez, con la inteligencia estratégica de siempre, a sabiendas de que el tiempo de campaña era muy corto, ante la ventaja de darse a conocer los oposicionistas durante su preselección de candidatos, designó a los más públicamente conocidos y de su equipo más comprometido.

Así evita “patasquebradas”, bien los saltatalanqueras o los que se erigen en reyecitos estadales.

Al estar conmemorando un año más de la ausencia física del Libertador me tomo la libertad de anexar unas notas y un trabajo interesante sobre el personaje universal, quien nos honra por las luchas del pasado y por su vigencia doctrinaria.

Cuando menciono una muerte criolla es que he propuesto que construyamos en Venezuela una réplica, aunque sea parcial, de la Quinta San Pedro Alejandrino, de Santa Marta. Podría ser en la zona norte de Anzoátegui, cercana al mar.

Muchos venezolanos tendrían la oportunidad de apreciar una similitud con la zona y el espacio donde el Libertador libró su última batalla y dándole el significado y sentido como lo hacen los colombianos en Santa Marta sentir la emoción que transmite la narración de sus últimos momentos.

Tal vez con actuación permanente de artistas criollos.

Muchos personajes que se entrevistaron con Bolívar lo describieron. Unos aspectos casi comunes fueron indicar que su nariz era aguileña y los ojos vivaces que cautivaban y aturdían a quien lo mirase fijamente, más cuando el Libertador no siempre veía a las caras.

Dice Páez en sus memorias:

“… Su estatura, sin ser elevada, era, no obstante, suficientemente alta para que no la desdeñase el escultor que quería representar a un héroe; sus principales distintivos consistían en la excesiva movilidad de su cuerpo y el brillo de sus ojos, que eran negros, vivos, penetrantes e inquietos; con mirar de águila. Tenía el pelo negro y algo crespo; los pies y las manos pequeños. La voz aguda y penetrante. La tez tostada por el sol de los trópicos, conservaba no obstante la limpieza y lustre que no habían podido arrebatarle los rigores de la intemperie y los continuos y violentos cambios de latitudes por los cuales había pasado en su marcha.

El trabajo que anexo fue realizado por Carlos Vidales, Intelectual colombiano investigador de Bolívar: “Simón Bolívar en imágenes por 2005” va acompañado con imágenes, las cuales omito porque son muchas y pido disculpas por ello. Me parece que es un paseo ligero por la vida de Bolívar para una fecha más en conmemoración a nuestro glorioso Prócer, tan universal que el mencionar “el Libertador”, por antonomasia, es referirse a Simón Bolívar, en todo el mundo, como El Salvador es referirse a Jesús.

El análisis que hace Vidales nos recrea con pasajes interesantes para recordar y comprender.

No lo vean como extenso porque refrescar y recrearnos en la vida de Bolívar, de vez en cuando, es un placer.

Introducción Los retratos del Libertador abundan. Su figura se repite en innumerables variantes en libros, revistas, documentos oficiales y enciclopedias. Se podría pensar que el esfuerzo de publicar una serie de retratos de Bolívar es superfluo e innecesario. Sin embargo, hay razones de peso que justifican esta tarea. Desde que se apagó el odio contra el Libertador y se inició la rehabilitación y exaltación de su memoria (1842), los habitantes de los países bolivarianos nos hemos ido acostumbrando a una imagen fabricada a posteriori por artistas y dibujantes que no conocieron personalmente a su modelo y que, a lo largo de sucesivos retoques acentuados por siglo y medio de maquillaje histórico, han suavizado las facciones y amansado la actitud del personaje.

Bolívar confesaba que los despachos y oficinas eran para él una tortura insoportable. Sus ojos, además, fueron siempre dos brasas vivísimas, ardientes e inquietos, como unánimemente lo han testimoniado quienes le conocieron.

Para mí, lo más importante, y que destaca Vidales, es lo que sigue:

El pueblo raso, por su parte, tiene su propio culto patriótico. En las chozas humildes, en los tugurios donde ya no queda casi más esperanza que la fe, o simplemente en los muros de algún barrio miserable, se pueden ver hoy retratos ingenuos con la figura de un Bolívar oscuro, casi mulato, enfundado en un uniforme de colores brillantes y compartiendo con José Gregorio Hernández y Jesucristo el lugar donde se viene a pedir milagros, a llorar desgracias y a buscar consuelo. Desde ya debe decirse que esta forma de culto subraya implícitamente el hecho, ya constatado por Martí, de que Bolívar tiene todavía mucho que hacer en Nuestra América.
El culto popular a Bolívar es, sin duda, conmovedor. En sus pinturas, dibujos y piezas de cerámica, (tallas) la gente sencilla expresa su íntimo deseo de que el Padre Libertador sea idéntico a sus hijos irredentos, los pardos y mestizos y mulatos y pobres de todos los colores. Mientras el culto oficial acentúa las diferencias de clase y de casta, el culto popular las reduce, las borra, las elimina. El Padre ya no es un padre simbólico: se convierte en un padre carnal. Los hijos se reconocen en él, porque al representarlo le han otorgado sus propios atributos. Dicho de otra manera, los hijos han transferido sus propios rasgos de identidad al Héroe para poder identificarse en él, para hacer posible y verosímil el mito de su paternidad.

Aquí agrego que cuando supe que el personal del Seniat de la Aduana de Guanta me publicaría “Bolívar de carne y eros”, título puesto por el insigne lingüista y narrador Chevige Guayke, le solicité al afamado pintor venezolano “Pájaro”, creador de las portadas de la inmejorable revista “A Plena Voz”, que diseñara una para mi novela, lo hizo, sin costo alguno, incluyendo un cuadro suyo donde presenta a un Bolívar trigueño y que está ahora en un museo en Yaracuy.

Tuve el honor de que lo bautizáramos junto a un grupo de oficiales de la promoción de Vielma Mora, gran Superintendente, en una fecha aniversaria, donde no pudieron asistir Diosdado ni Jesse, de esa promoción.

Felicitaciones a ese valioso venezolano, buen amigo, ahora rescatador del dolido y maltrecho estado Táchira.

Hoy es posible reconstruir, paso a paso, el proceso de su existencia en el contexto social y político en que tuvo ocurrencia. Los retratos que se hicieron de él a lo largo de su vida, constituyen un auxiliar documental poderoso para aproximarse al conocimiento de sus preocupaciones. Este trabajo se limita, sin embargo, a mostrar la figura física de Bolívar como documento histórico. La vida de este hombre extraordinario está documentada con abundancia de detalles. sus estados de ánimo, sus actitudes en tiempos de crisis o en momentos de triunfo y también, naturalmente, las vicisitudes de su salud y el desarrollo de la enfermedad que lo llevó a la tumba.

Así por ejemplo, el rostro de Bolívar, dibujado durante la dramática estadía en Haití en 1816, nos dice más acerca de lo que pasaba por su ánimo que muchos testimonios escritos. Lo mismo puede decirse del retrato que se le hizo en Bucaramanga mientras se realizaba la Convención de Ocaña, que marcó el comienzo del fin del poder bolivariano (1828), o del dibujo a carboncillo que José María Espinosa hizo en 1830, pocos meses antes de la muerte del Libertador, cuando éste se hallaba en una depresión profunda y la tuberculosis hacía los estragos finales en su cuerpo.

Es precisamente con el propósito de documentar con imágenes producidas en el momento y en el lugar de los hechos, que me he impuesto el trabajo de reunir aquí algunos de los retratos más significativos de Simón Bolívar. Espero que esta iniciativa estimule a otros a fin de ir produciendo, con el aporte de muchos, un acopio documental útil para la mejor comprensión de nuestra historia. He ordenado el material cronológicamente, añadiendo comentarios e información para la mejor comprensión de las circunstancias que se vivían cuando se realizó cada retrato.

He utilizado las siguientes fuentes: Boulton, Alfredo: Los retratos de Bolívar, 2a. ed. corregida y aumentada, Editorial Arte, Caracas, 1964. Incluye extensas consideraciones críticas acerca de la posible autenticidad o falsedad de los retratos reproducidos, y abundante información histórica para la mejor comprensión del tema. Boulton, Alfredo: El rostro de Bolívar, Fundación John Boulton, Caracas, 1982. Contiene excelentes reproducciones de los retratos más conocidos del Libertador, con abundantes notas aclaratorias. No se trata de una iconografía completa, pero cumple con las exigencias más rigurosas del historiador: el ordenamiento cronológico está hecho según la fecha en que se pintó la imagen, no según la fecha del episodio que representa.
O’Leary, Daniel Florencio: Memorias del general O’Leary, 34 vols., edición facsimilar, Ministerio de Defensa de Venezuela, Caracas, 1981. Cada volumen incluye una reproducción en colores. Uribe White, Enrique: Iconografía del Libertador, 2a. ed., Ediciones Lerner, Bogotá, 1983. Sin duda la obra más completa sobre el tema. La calidad de las reproducciones dista de ser buena. El ordenamiento de las pinturas no es estrictamente cronológico por su factura. Incluye imágenes hechas largo tiempo después de la muerte de Bolívar. El aparato crítico es excelente. Las notas e indagaciones sobre el origen o la autenticidad de algunos retratos hacen de este libro un instrumento imprescindible para el historiador.

He organizado los retratos de este estudio según la siguiente periodización: Período 1799-1809 : Desde el primer viaje a Europa hasta las vísperas de la revolución de Independencia. Período 1810-1815 : Desde la formación de la Primera Junta de Caracas hasta el exilio en Jamaica. Período 1816-1819: Desde la Expedición de los Cayos hasta la fundación de la Gran Colombia. Período 1820-1824 : Campañas de la Costa, el Centro y el Sur, hasta Junín y Ayacucho. Período 1525-1828: Desde la estadía en Perú y la creación de Bolivia, hasta la Convención de Ocaña y el atentado del 25 de septiembre. Período 1829-1830 : Desde la dictadura hasta la resignación del mando y la muerte (17-dic-1830).

Primer período: 1799-1809

Autor Anónimo Miniatura sobre marfil 0,06 x 0,05 Madrid, circa 1799-1802 Colección de la Fundación John Boulton, Caracas De esta miniatura se hicieron varios ejemplares que Bolívar repartió entre amistades y parientes. Se conoce más la que perteneció a la esposa de Bolívar, María Teresa Rodríguez del Toro. Al quedar viudo, en 1803, Bolívar entregó la miniatura a su suegro, don Bernardo del Toro.

Por la época en que se hizo este primer retrato (1799-1802) ocurrieron varios hechos de importancia en la vida de Bolívar. A comienzos de marzo de 1801 se produjo el incidente de la Puerta de Toledo: la policía intentó arrestar al joven venezolano al no reconocer su uniforme. Éste reaccionó de manera airada y arrogante y la discusión estuvo a punto de convertirse en un duelo sangriento. Bolívar fue sancionado con la prohibición de visitar la corte, castigo que duró algo más de un año. Esta circunstancia dio ocasión a que el joven mantuano se ausentara, visitando primero Bilbao, donde se hallaba su novia, y más tarde Bayona y París en un breve viaje que habría de darle amigos y amigas para toda la vida. El matrimonio de Bolívar con María Teresa Rodríguez del Toro tuvo lugar en Madrid el 26 de mayo de 1802, cuando faltaban dos meses para que el novio cumpliera los 19 años.

En junio de 1802 regresó con su esposa a Venezuela, estableciéndose en Caracas. Poco duró la felicidad, porque en enero de 1803 murió la joven María Teresa Rodríguez del Toro, víctima de la fiebre amarilla. La desesperación de Simón Bolívar fue inmensa. Después de largos meses de depresión, durante los cuales intentó negocios y ocupaciones en sus haciendas de los Valles de Aragua, decidió su segundo viaje a Europa. Llegó a Cádiz a fines de diciembre, permaneció en Madrid de febrero a abril y a comienzos de mayo llegó a París, a tiempo para presenciar la proclamación de Napoleón como Emperador, en Saint Cloud (18 de mayo). Autor Anónimo Miniatura sobre marfil 0,07 x 0,05 París, 1804-1805 Colección de la Fundación John Boulton, Caracas.

Segundo período: 1810-1815

Este período es el más discutido —y el más discutible— en lo que se refiere a la iconografía del Libertador. Prácticamente ninguno de los retratos de esta época se libra de dudas o controversias. Bolívar visitó Londres en 1810, en cumplimiento de una breve y muy conocida misión diplomática ante el gobierno inglés (julio-septiembre), y durante esta visita es seguro que se hicieron, como era costumbre entonces, algunas miniaturas con su retrato para obsequiar, como recuerdo, a personas de su estimación. No se conoce, sin embargo, ninguna de esas miniaturas.

En Londres fue pintado también un retrato al óleo de Simón Bolívar, durante su misión diplomática en la capital británica. El autor fue el pintor inglés Charles Gill. El original perteneció a Jules Mancini, quien publicó una copia fotográfica en blanco y negro, en la primera edición de su biografía de Bolívar (Bolivar et l’ Emancipation des Colonies Espagnoles , Paris, 1912). Se ha discutido mucho la autenticidad de este retrato. Mancini no indicó jamás cómo lo había adquirido. Se limitó a declarar que se trataba de un retrato del Libertador hecho durante su estadía en Londres, en 1810. Óleo sobre tela. Autor: Charles Gill Londres, 1810, Copia de Delio Ramírez, Biblioteca Nacional, Bogotá. El original perteneció al historiador Jules Mancini y luego al gobierno de Colombia. Fue destruido por el fuego durante el Bogotazo, el 9 de abril de 1948 (Agrego cuando el asesinato de Eliecier Gaitán)

A su regreso a Caracas, Bolívar participó activamente en la vida política de la Primera República, convirtiéndose en un líder de la corriente más apasionadamente partidaria de la independencia absoluta (la juventud mantuana y una parte de la intelectualidad radical) y llegando al grado de Coronel en las fuerzas republicanas. Al producirse el derrumbe de la República ante la embestida realista, y al caer Caracas y Puerto Cabello en manos del feroz Monteverde (julio de 1812), Bolívar logró escapar, buscando refugio en Cartagena (entonces Estado Soberano). Allí inició su histórica autocrítica de la Primera República venezolana (Manifiesto de Cartagena) y comenzó a trazar la estrategia política que ocuparía todos los esfuerzos de su vida: la Unión Grancolombiana.

De esta época data un retrato que ha producido muchas controversias. Se ha dicho que es falso con la misma pasión con que otros han defendido su autenticidad. El hecho de que se encuentre actualmente en la Quinta de Bolívar, en Bogotá, ha complicado las discusiones, pues induce a la falsa idea de que ya estaba allí en vida del Libertador. Autor Anónimo Óleo sobre tela 0,34 x 0,28 Cartagena, circa 1812 Quinta de Bolívar, Bogotá
Observando primero el uniforme. Las charreteras son desiguales: la de un lado es de general, la del otro lado es de coronel. El cinturón de general en jefe está sobrepintado y no queda bien colocado: está muy alto, casi ya en el pecho, y no puede ocultar el cinto de coronel que —ese sí— está en su sitio. En otras palabras: un pintor ha intentado retocar este retrato, para que el personaje representado pueda ser ascendido de coronel a general. Tanto el original como los retoques se hicieron en vida de Bolívar. Pero el trabajo de retoque está inconcluso: es posible que fuera interrumpido por la renuncia, exilio y muerte de Bolívar en 1830.

Finalmente: el uniforme, de estilo norteamericano, no se usó nunca en el Ejército Libertador ni existe referencia alguna acerca de que Bolívar, o cualquier otro oficial patriota, hubiera usado ese uniforme en algún momento entre 1810 y 1830. Examinemos ahora el rostro. La mirada carece de la viveza bolivariana y la oreja es demasiado bonita, demasiado pequeña para ser de Bolívar. La nariz ha sido retocada para que parezca bolivariana (en esto último coinciden Boulton y Uribe White). Según mi opinión, el borde superior de la frente también ha sido retocado. La boca no es de Bolívar (compárese con cualquiera de los retratos de Bolívar, en cualquier época).

El mentón es demasiado delicado para ser de Bolívar. Las cejas no tienen la curvatura característica del Libertador. Es probable que las patillas y el bigote hayan sido pintados a posteriori, como parte del trabajo de retoque ya observado en otros detalles. Don Alfredo Boulton se inclina a aceptar que el retrato es de Bolívar, que fue pintado en 1812 en Cartagena y que años más tarde fue retocado para representar al Libertador con el grado de General en Jefe (Bolívar era coronel en 1812).

Uribe White, en cambio, sostiene que se trata del retrato de otro oficial y sugiere que bien podría ser Daniel Florencio O’Leary, Edecán del Libertador, basándose en semejanzas fisonómicas. No explica, sin embargo, por qué el uniforme representado es norteamericano (O’Leary era irlandés y usaba uniforme de modelo británico) ni por qué se ha intentado retocar el cuadro para ascender al personaje al rango de General en Jefe (O’Leary llegó a ser general, pero no General en Jefe). Tampoco menciona el hecho de que O’Leary era rubio, en tanto que el personaje que aquí discutimos muestra el cabello negro. Por si esto no bastara, habrá que recordar que O’Leary entró en el servicio del ejército patriota en 1815 y fue inicialmente Edecán del general Anzoátegui. Es decir, para la época en que el retrato fue pintado, O’Leary no tenía relación de cercanía con Bolívar.

Mi hipótesis es la siguiente: Bolívar, o alguno de sus ayudantes, obtuvo y conservó este retrato de algún joven oficial norteamericano, durante sus correrías por el Caribe, entre 1812 y 1816. Años después, alguno de los retratistas del Libertador quiso retocar el cuadro para convertirlo en un retrato de Bolívar (con rango de General en Jefe, patillas y bigotes), pero el trabajo fue abandonado por alguna razón. Tal vez no fue posible lograr la semejanza anatómica requerida, o tal vez la obra fue interrumpida por el retiro del Bolívar del mando en 1830. Discrepo de la opinión expresada por Enrique Uribe White. Me parece evidente que el modelo original no es el edecán O’Leary, y me parece evidente que la intención del retocador fue modificar un cuadro ya existente para retratar al General en Jefe, es decir al Libertador Simón Bolívar. Discrepo también de la opinión de Don Alfredo Boulton. Me parece evidente que el cuadro original no se pintó para representar a Bolívar, sino a otro personaje.
Después de la derrota de las fuerzas republicanas, Bolívar se embarca para Jamaica el 9 de mayo de 1815. Allí escribe su célebre Carta de Jamaica. El 31 de diciembre, exiliado en Haití, se entrevista con el presidente Pétion, quien le ofrece apoyo para la causa patriota.

Tercer período: 1816-1819

De un autor Anónimo, Pastel sobre papel Haití, 1816 Colección de fotografías de la Galería del Batallón de Infantería”Bolívar”, N° 3 Fuerte Tiuna, Caracas. Existen otros ejemplares de este retrato, hechos por el mismo artista anónimo. El ejemplar de la Colección John Boulton está fechado en 1815.
Don Alfredo Boulton sugiere la hipótesis de que este retrato sea obra de un pintor de nombre Denis, el más destacado de entonces en la República de Haití. Se acepta que el retrato data de 1816, aunque el original está fechado en 1815. Bolívar llegó a los Cayos de San Luis, Haití, el 25 de diciembre de 1815, y el día 31 por la noche entró en Puerto Príncipe. No es imposible que haya sido retratado entre el 25 y el 31 de diciembre de 1815, antes de su entrevista con el presidente Pétion. Autor Anónimo Pastel sobre papel 0,33 x 0,43 Haití, 1815 Colección John Boulton

El retrato de Haití debe considerarse fundamental en la iconografía bolivariana. Esta imagen marca el comienzo del ”rostro maduro” de Bolívar después de las terribles derrotas militares de 1814 y 1815. Se observa la calvicie incipiente, la delgadez del rostro, la creciente palidez de las facciones. A partir de 1816, Bolívar sufrirá cambios dramáticos en su aspecto físico, en directa relación con las penalidades de la guerra y con las vicisitudes de su salud. Pero antes de avanzar en este tema, parece conveniente observar la transformación del rostro bolivariano desde la miniatura de 1799, cuando tenía 16 años, hasta el retrato de Haití, cuando había cumplido los 33 años y se aprestaba a organizar la Expedición de los Cayos.

Atribuido a W. Neagle Óleo sobre tela Circa 1818 ¿Angostura? Casa Natal del Libertador Caracas A partir de las campañas de 1818, Simón Bolívar consolidará sus fuerzas militares. Las derrotas serán solo contingencias adversas de un proceso de ascenso y consolidación. Al mismo tiempo, su salud sufrirá quebrantos cada vez más frecuentes.

Antecedentes clínicos: Su edecán, el irlandés O’Leary, dice:”Tenía el pecho angosto, el cuerpo delgado, las piernas sobre todo […] Hacía mucho ejercicio […] su natural inquietud no se avenía con el reposo”. Había tenido su primer ataque de malaria el 18 de diciembre de 1812, en Barrancas. Estuvo tres días sin conocimiento. Al recuperar la conciencia, continuó la campaña despreciando las recomendaciones de su médico, el Dr. Folnay. Sufrió nuevo ataque de malaria el día 27, aunque menos grave porque el Dr. Folnay lo había obligado a tomar quinina, casi a la fuerza. El 3 de enero de 1813 estuvo a punto de desmayarse, otra vez a causa de la malaria. Y el 5 se repitió el malestar. En estas lamentables condiciones inició lo que habría de llamarse La Campaña Admirable de 1813.

El 15 de junio de 1813 firmó el Decreto de Guerra a Muerte después de sufrir un acceso de insomnio. Luego de la terrible derrota en La Puerta (15 de junio de 1814) fue víctima de un gravísimo ataque de malaria. El 4 de julio de 1817, sorprendido por los españoles en una emboscada, pasó la noche hundido hasta el pecho en un río y atacado por las fiebres. El 10 de febrero de 1818, en marcha hacia San Fernando de Apure, sufrió un acceso de tos y cayó luego en un sueño prolongado. El agotamiento físico lo obligó a suspender la marcha y regresar a San Fernando el 3 de marzo de 1818. El 16 de marzo del mismo año sufrió otro grave ataque de malaria. El 17 de abril fue sorprendido a medianoche por los españoles en Rincón de los Toros. Una mula le dio una coz y le lesionó una pierna.

Entre mayo de 1818 y julio de 1819 sufrió de llagas y forúnculos que le impedían montar a caballo. A pesar de todos estos males, Bolívar continuó desplegando una actividad sobrehumana. Libró las batallas decisivas de la provincia venezolana, participó en el Congreso de Angostura y organizó las fuerzas políticas y militares de la revolución para emprender el Paso de los Andes y la liberación de la Nueva Granada. Cruzó la cordillera por los páramos más inhóspitos, atacado de fiebres. Ganó la Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819), ocupó la ciudad del Tunja el 5 de agosto y dos días después selló la independencia de la Nueva Granada con la brillante victoria de Boyacá. Enfermo, maltrecho y victorioso, entró en Santa Fe de Bogotá, organizó el gobierno y emprendió, sin descansar, el regreso a Venezuela. El 17 de diciembre, a sus instancias, el Congreso de Angostura creó la Gran Colombia.

El triunfo de Boyacá marca el inicio de la gran iconografía bolivariana. Una profusión de grabados, alegorías, pinturas patrióticas, retratos, caricaturas y dibujos inunda las tierras de América y de Europa. La imagen de Bolívar se vuelve universal.

Pedro José Figueroa, Bolívar, Libertador de la Patria Óleo sobre tela 1819 Quinta de Bolívar Bogotá En esta alegoría, el artista registra, tal vez sin proponérselo, los estragos que la guerra ha causado en la salud de Simón Bolívar.

Numerosos artistas franceses y británicos, entre los que se destacan Leclerc y Bate, realizaron litografías, grabados y acuarelas con la efigie de Bolívar, principalmente para su distribución en Europa, a partir de 1818-1819.

De M. N. Bate, Grabado (detalle) 0,38 x 0,49 1819 Colección John Boulton. El ángulo facial del retrato de Haití (1816) se repite en la mayoría de los grabados y retratos de los períodos siguientes.
Pedro José Figueroa, Óleo sobre tela 0,64 x 0,95 1819 Museo Nacional, Bogotá Existen varias copias de este retrato, hechas por el propio Figueroa entre 1819 y 1820. Una de ellas se encuentra en la Quinta de Bolívar. La dureza de las facciones de Bolívar en este período es tema recurrente en Figueroa.

El pintor José María Espinosa, quien llegaría a ser el más grande retratista de Bolívar, cuenta en sus memorias el estado lamentable del Libertador cuando llegó a Bogotá después del triunfo de Boyacá: ”… a poco rato llegó el Coronel Justo Briceño, de una traza lo más rara, con los calzones hechos pedazos, y una chaqueta corta que parecía haber sido en otro tiempo colorada; bien que Bolívar no estaba más elegante: el uniforme de grana roto y lleno de manchas por todas partes, y la casaca pegada a las carnes, pues no traía camisa. Así hizo la campaña de los Llanos, y lo mismo venían todos los oficiales y tropa […] Se conocía que hacía por lo menos un año que no se cambiaba la ropa […] Un sujeto salió a la Calle Real en solicitud de una docena de camisas, fiadas, para llevarle a Bolívar”. Compárese este testimonio con la versión de la historia oficial.

La versión oficial: Bolívar y Santander entran a Bogotá después del triunfo de Boyacá (agosto de 1819). En el cuadro, el rostro de Bolívar es de 1828, no de 1819. El rostro de Santander es de 1836, no de 1819. El caballo de Bolívar no era blanco en esa fecha (Palomo entró en servicio en 1820). Ni Bolívar ni Santander usaban capa en esa fecha (no tenían ni camisa). La pistolera en el arzón de Bolívar es una invención napoleónica.
Pintores y retratistas de Bolívar en Colombia. Espinosa, Pío Domínguez del Castillo [1780-1861] y François-Désiré Roulin [1796-1874] crearon imágenes del Libertador tomadas del natural. Su último retratista, Antonio Meuccí [ca.1785-ca.1850], lo pintó en Cartagena, a los 47 años de edad. (Beatriz González, José María Espinosa, abanderado del arte en el siglo XIX, Bibl. Luis Ángel Arango, Bogotá). 1815 1819

Cuarto período: 1820-1824

Este es el período en que la gloria de Bolívar alcanza su mayor esplendor. Sus victorias en la Campaña del Sur (1820-22), su encuentro con Manuelita Sáenz (1822), la Conferencia de Guayaquil (1823), la Campaña del Perú (1824) que culmina con el triunfo de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), marcan el nacimiento del Culto Bolivariano … y del odio implacable de enemigos y rivales.

De Autor Anónimo Óleo sobre tela 1820-1822 ¿Quito? Colección particular Esta pintura estuvo en poder del General San Martín. Después de la Conferencia de Guayaquil, San Martín se alojó en la casa de don Jorge Edwards, en Chile, y le obsequió el retrato. Es muy probable que el propio Bolívar le haya dado el cuadro a San Martín cuando se encontraron en Guayaquil.

De Autor Anónimo, Óleo sobre tela 0,52 x 0,75 1822, Quito Colección particular, Lima. Las facciones de Bolívar, menos idealizadas en este retrato, reflejan los efectos de la terrible campaña de Pasto (1822) y nos dan tal vez una idea más correcta sobre el rostro del guerrero que conquistó el corazón de Manuelita Sáenz al hacer su entrada en Quito.

José Gil de Castro Óleo sobre tela Lima, 1824 Casa Natal del Libertador, Caracas En vísperas de la batalla de Ayacucho, el pintor limeño José Gil de Castro hizo este retrato, antecesor del de 1825, que sería decisivo en la iconografía bolivariana de los años siguientes, como se verá más adelante.

La salud de Bolívar. 1820. Febrero: Agotamiento físico. Acceso de sueño. Enfermo en san Cristóbal. Noviembre: Intensa reacción psicosomática ante una infracción de un oficial. Violento cólico. 1821. Enero: Enfermo en Bogotá como resultado de la penosa marcha desde Venezuela. Mayo:”mi salud está ya descalabrada, que comienzo a sentir las flaquezas de una vejez prematura”. Julio: después de la batalla de Carabobo, dice que se siente muy viejo y al final de su vida (tiene entonces 38 años de edad). Octubre: Fiebres. Malaria. 1822. Junio: ”estoy encanecido al servicio de la patria […] mis sentidos me piden descanso”. Septiembre: Forúnculos, constipado, migraña. Varios días en cama. Insomnio. Dice que desea retirarse a su quinta en Santa Fe para” vivir como enfermo”. 1823, Enero: Solicita del gobierno ”la orden para recibir mi haber, para tener con qué retirarme del servicio; yo estoy viejo, pobre, cansado…” 1824, Enero y febrero: Dos meses en cama, víctima del más terrible cuadro clínico de su vida. Posible cuadro de hepatitis. Cólicos. Delirios. Cólera morbo. Al borde de la muerte. A partir de esta crisis, la salud de Bolívar no se va a recuperar más. No ha cumplido aún 40 años pero representa más de 50. En estas condiciones prepara y libra la batalla de Junín (6 de agosto de 1824), y organiza las operaciones en la sierra peruana.

Quinto período: 1825-1828

El año de 1825 es como una línea divisoria en la vida de Simón Bolívar, en lo político y en lo personal: Sus grandes iniciativas políticas comienzan a desgastar su gloria, generando poderosas reacciones de recelo y aun de odio. La creación de la República de Bolivia es recibida en el Perú, la Nueva Granada y Venezuela como una señal de intenciones imperiales o monárquicas. La organización del Congreso Anfictiónico de Panamá consume sus fuerzas y la mala salud le impide asistir a sus sesiones. La incomprensión, la calumnia y las intrigas lo rodean y acosan. Toda su fisonomía cambia, su rostro se hace más sombrío, su bigote se vuelve blanco y decide suprimirlo. Muchos de los retratos de ese año muestran la huella de sus privaciones y penalidades, sus ataques de cólicos y sus accesos de malaria y de tos. En Lima se conspira para asesinarlo, en Bogotá y Caracas se le calumnia del modo más feroz.

Atribuido a Ugalde Óleo sobre tela Lima 1825-1828 Museo Nacional de Historia, Lima. Esta misma figura se repite en innumerables retratos (muchos de pintores anónimos) de este período. El cuerpo es cada vez más delgado y el pecho es cada vez más angosto. La mirada es cada vez más triste.

56. Las imágenes muestran el mal estado de salud de Bolívar en 1825. Son retratos hechos en períodos de convalecencia entre ataques de cólera, bilis hepática y malaria.

A mediados de 1825, Bolívar nuevamente posó para el pintor limeño José Gil de Castro, en la casa de éste. A partir de este retrato se han hecho numerosas versiones modernas, algunas bastante estilizadas, que por fortuna conservan las proporciones exactas del original. Gracias a esta circunstancia podemos hoy seguir la historia de los bocetos y dibujos del propio Gil de Castro, y sus fuentes.

Por ejemplo, de la excelente reproducción que se encuentra en el Salón Elíptico del Capitolio Federal, en Caracas, podemos deducir que Gil de Castro dibujó el rostro de Bolívar en 1825 a partir del retrato de Haití, de 1816. En efecto, las proporciones métricas de ambos retratos son prácticamente idénticas.

Agrego una nota: se puede destacar el cuadro pintado por el artista peruano José Gil de Castro en Lima, Perú en 1825, el cual tiene una inscripción que dice: “Al Señor General Sir. Robert Wilson: Retrato mío hecho en Lima con la más grande exactitud y semejanza. Bolívar”.

El retrato realizado por Antonio Salas en 1826, nos muestra a Bolívar a la edad de 43 años, cuando emprendía el viaje a Venezuela para conjurar la rebelión del general Páez. Al mismo tiempo, el vicepresidente Santander y sus partidarios sembraban la desconfianza sobre las verdaderas intenciones de Bolívar.
Bolívar llegó a Caracas a comienzos de 1827 y fue retratado de este modo por el pintor Juan Lovera. El Libertador logró apagar el fuego que amenazaba la integridad de la nación, pero las concesiones hechas a Páez enfurecieron al vicepresidente Santander y sus partidarios. A partir de ese momento quedó sellada la muerte de la Gran Colombia.

En un esfuerzo supremo por lograr una solución constitucional a la crisis, Bolívar logra un acuerdo con Santander para convocar la Gran Convención de Ocaña (1828), a fin de reunir a la nación bajo una nueva ley fundamental. Hay una imagen del Libertador en 1828, tal como fue retratada por un pintor anónimo.
En el curso de pocas semanas, la salud de Bolívar se deteriora dramáticamente. Su ministro Restrepo dice:”no ha cumplido cuarenta y cinco años y parece que tuviera sesenta”. Aquí, fue retratado por Francois Desiré Roulin en febrero de 1828, vísperas de la Gran Convención de Ocaña.
Entre abril y junio de 1828 se realiza la Gran Convención, sin que se logre llegar a ningún acuerdo. Al quedar en minoría, los partidarios de Bolívar se retiran de las sesiones y la Convención queda disuelta. Bolívar es obligado a asumir la dictadura por pronunciamientos cívico-militares. Las provincias del sur se declaran en rebelión.

En Venezuela se producen centenares de pronunciamientos contra el poder bolivariano. En la Nueva Granada se conspira febrilmente. Los más audaces partidarios de Santander preparan el asesinato de Bolívar. Los generales del sur se encuentran en rebelión. Perú amenaza con la guerra. Panamá inicia preparativos para separarse de Colombia. El 25 de septiembre de 1828, un grupo de conspiradores asalta el Palacio presidencial e intenta asesinar a Bolívar, quien se salva gracias a la iniciativa de su amante, Manuelita Sáenz.
Pocos días antes del atentado, el pintor José María Espinosa había hecho un dibujo al carbón en el propio despacho del Libertador Presidente. Bolívar prometió a Espinosa que lo enviaría a estudiar artes a Europa, pero el atentado frustró esas intenciones.

La noche del atentado, Bolívar permaneció oculto durante varias horas, bajo un puente, en el terrible frío bogotano. Los efectos sobre su salud (en especial sus pulmones) fueron fatales. Así lo vemos retratado por José María Espinosa, pocos días después de esa noche dramática.
Sexto período: 1829-1830

La dictadura bolivariana cayó como resultado de lo que hoy llamaríamos ”un proceso de ingobernabilidad”. Los hechos fundamentales de ese proceso fueron: La rebelión militar en el sur. Se hizo una paz inestable a costa de grandes concesiones. La desobediencia civil en Venezuela y Nueva Granada. Pronunciamientos populares contra Bolívar. La guerra civil. Alzamiento del general Córdova en Antioquia y de otros jefes en Panamá, Cauca y Tolima. La división del gobierno en varias facciones: Monárquicos, Vitalicios, Constitucionales. La pésima salud de Bolívar, que fue empeorando a grandes pasos. La indisciplina militar. Actos arbitrarios que socavaron la autoridad del gobierno.

Reducido a la impotencia política por el proceso de ingobernabilidad, y resuelto a hacer lo imposible para salvar a la nación de la anarquía, Bolívar convoca el congreso y le entrega el mando al iniciarse el año de 1830. Hay un cuadro Anónimo, atribuido a Meucci (A partir de un boceto de Espinosa) Óleo sobre tela Bogotá, 1830 Museo Bolivariano, Caracas

A pesar de su renuncia, la campaña de odio no cesa. Venezuela exige que se le expulse del país. Las facciones”liberales” amenazan con asesinarlo si permanece en el territorio nacional. En mayo de 1830 Bolívar emprende al viaje hacia el exilio, ridiculizado por pasquines, caricaturas y panfletos calumniosos.
A su llegada a Cartagena, su salud empeora sensiblemente y debe buscar reposo en la hacienda de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta. Allí, abrumado de amargura, espera la muerte, asistido por el doctor Alejandro Próspero Réverend. José María Espinosa pinta una acuarela sobre cartulina 1830, Quinta de Bolívar, Bogotá

Antonio Meucci, Miniatura sobre marfil 0,075 x 0,09 Cartagena, agosto de 1830 Colección Carmen Aida Zuloaga Caracas Simón Bolívar muere el día 17 de diciembre de 1830, a los 47 años de edad, en la Hacienda de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta, Colombia.

Además de los numerosos retratos que se hicieron del Libertador durante su vida, se publicaron miles de dibujos y pinturas alegóricas que testimonian el fervoroso culto de que fue objeto.
En muchas de esas alegorías se le representaba como el héroe elegido por la Divina Providencia para emancipar a los pueblos americanos y establecer la hermandad entre criollos, mestizos e indios.
En 1842 fueron repatriados a Venezuela los restos de Bolívar, en actos solemnes que alcanzaron dimensiones de apoteosis. Fue el fin de la reacción antibolivariana.

Desde entonces han crecido los dos cultos al Libertador: el culto oficial y el culto popular. El pueblo raso erige altares en los que conviven la Virgen María, Jesús, los caciques rebeldes de las épocas de la conquista y la colonia y Simón Bolívar.



Gil de Castro 1925

06-05-2010

Entrevista de Aporrea al artista plástico venezolano Omar Cruz, quien encontró en los archivos históricos de la creatividad un retrato basado en el rostro del Libertador que plasmó el pintor peruano José Gil de Castro,

Gil de Castro fue reconocido como uno de los retratistas más importantes de la época ya que frente a su caballete posaron diferentes próceres, celebridades y por supuesto Simón Bolívar. Inspirado en ese lienzo Omar Cruz nos contó que luego de seis días intensos de búsquedas, referencias, similitudes y las descripciones físicas suministradas por personas que conocieron personalmente al Libertador el resultado fue una pieza de arte hiperrealista que pretende acercarnos un poco más con el Libertador Simón Bolívar.

En lo personal, y a sabiendas de que muchos de los importantes retratistas de la época eran buscados por su fidelidad, y apoyándonos en la opinión que sobre el retrato de Gil Castro hiciera el Libertador, que siempre buscó la realidad, creo que la que cubre un sentido real, color de piel, nariz como mencionan muchos, y aspecto, salvo que como es posada no muestra sus ojos vivaces, que fue el comentario de todos los que lo conocieron, me acojo a esta imagen de Omar Cruz.


edopasev@hotmail.com


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Eduardo Palacios Sevillano

Ingeniero Civil. Escritor y caricaturista. Productor radial y locutor. Miembro de la directiva de la Orquesta Sinfónica del Estado Anzoátegui. Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Bolivariana del Edo. Anzoátegui. Coordinador de la Red de Historia, Memoria y Patrimonio de Anzoátegui.

 edopasev@hotmail.com

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