El sepelio del Libertador Simón Bolívar

Por las calles silenciosas lentamente avanzaban los caballos, solo se oía el ruido de sus cascos al golpear el suelo aunque eran las 4 y 30 de la tarde, a lo largo de la ruta se encontraba gente del pueblo y algunas personas se animaron a lanzar flores al paso de una carroza, un grupo pequeño de oficiales militares y escasos amigos iban detrás del carruaje que llevaba un rustico féretro, éste construido unas pocas horas antes por colecta de los amigos presentes; era el sepelio del General. Poco después de morir el General su cuerpo estuvo en capilla ardiente en el edificio de la aduana del puerto, acostado en una mesa en medio de una habitación poco iluminada; de allí fue sacado el 20 de Diciembre para su enterramiento. Esos 3 días habían dado tiempo para que algunos allegados al difunto llegaran a toda prisa para acompañarlo a su ultima morada, aquella gente estaban sorprendidas y no terminaba de creer que una enfermedad que parecía no grave pudiera haber causado su muerte de manera tan rápida.

En el cortejo va un oficial de origen europeo, se veía muy dolido por la muerte de quien fuera su  jefe y protector por cerca de 10 años, este oficial caminaba tras el féretro muy perturbado e ensimismado recordando cómo aquel hombre había recorrido la América confrontando grandes peligros, como había realizado su extraordinaria proeza del Paso de los Andes y las grandes batallas dadas por largos años acompañando al ejercito libertador. Retrocede algo más en el tiempo y recuerda como fue su llegada bajo el mando del general Wilson a Venezuela, como es que se entera que éste comienza a conquistar a Páez para despojar al muerto de su autoridad en 1.818, como es que él se enfrenta a este hecho expresando que aquello no estaba bien y como consecuencia su decisión de alejarse de su superior y como el general Wilson fue expulsado de Venezuela. Recuerda todos los tramites que tuvo que hacer para quedarse en el país y como fue que después empezó a acompañar al hombre que iban a enterrar, como a su lado se informa de las dificultades que tuvo que sortear el General para poder mantener su liderazgo, se percata de las insidias, intrigas y trampas políticas que constantemente tenía que sufrir aquel hombre, ellas provenientes  de personas que él creyó eran sus amigos; todo aquello por quererle arrebatar el poder. Se recuerda cuando lo acompañó en la reunión con Morillo y su encuentro con San Martín, vio también como lo agasajaban y percibió de su resistencia a esos actos. A su lado aprendió de política y diplomacia al observar como su jefe intentaba convencer a sus aliados y engañar a sus enemigos en Congresos y Convenciones, recordó como él mismo tuvo que hacer de actor,  político, diplomático, asesor, informante y realizar cualquier otra cosa con la intención de ayudarlo, y que fue tal el respeto que se ganó, que con lugar a la Convención de Ocaña se atrevió a recomendarle al jefe no se presentara por allá por cuanto Santander tenía mayoría entre los delegados y  esa mayoría era suficiente para derrotar cualquier proposición que él pudiera hacer; tal  sugerencia fue aceptada por el Libertador y no apareció por el lugar.   

Al detenerse el cortejo ante la catedral de Santa Marta el Irlandés se sobresalta, más al saber que  el obispo no se encuentra allí, está indispuesto por causa de un resfriado, ¡Que excusa tan trivial, se nota a simple vista que es una cruel mentira!, se dice para si. La sencilla urna fue introducida por la nave principal de la catedral en silencio, silencio interrumpido de vez en cuando por el taconear de las botas militares y el sonido metálico de algunas espadas,  a las cinco en punto es colocada la urna en la cripta de la familia Granados, familia que prestó el sitio para el sepelio del gran hombre y las lágrimas asoman en los ojos de los presentes; pero las de Daniel Florencio O’Leary parecían incontenibles. Tal como había acordado el grupo de militares y amigos, la tumba no tendría identificación alguna pues se temía que el antibolivarianismo del momento pudiera llevar a los exaltados a violentarla y hacer desaparecer los restos del Libertador, también varios de ellos se habían puesto de acuerdo para abandonar Colombia pues todos sabían que cuando el general Santander asimilara bien la noticia vendría contra los seguidores de Bolívar; siendo por eso que esa misma noche con su esposa y sus hijos se embarca para Jamaica. En el viaje va pensando escribir sobre Bolívar, se dice para sus adentro: El Libertador murio físicamente pero sus ideales y acciones tendrán que perdurar en el tiempo; al llegar a su destino avisa de todo lo sucedido a su cuñado el General Soublette.  

Agosto de 2.010

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José M. Ameliach


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